La Caja de las Letras del Instituto Cervantes se ha abierto por primera vez al mundo editorial para destacar su papel en la cultura a través de Visor, Anagrama, Tusquets e Hiperión, que han legado objetos vinculados con su trabajo, desde un premio a un manuscrito de Benedetti.
La Caja de las Letras del Instituto Cervantes se ha abierto por primera vez al mundo editorial para destacar su papel en la cultura a través de Visor, Anagrama, Tusquets e Hiperión, que han legado objetos vinculados con su trabajo, desde un premio a un manuscrito de Benedetti.
En cuatro cajas, que se abrirán en las fechas elegidas por los editores, se ha depositado «una herencia que tiene que ver con la sabiduría, la ética y el patrimonio humano», legado de cuatro editoriales que «están en el tejido más sólido de nuestra herencia cultural».
Jesús García Sánchez, de Visor, ha sido el primero en introducir en una de las casi 1.700 «cajas de las letras» de la imponente cámara de seguridad del Cervantes cuatro libros, «los más significativos» de los editados por este sello especializado en poesía.
El primero y el último publicados («Una temporada en el infierno», de Rimbaud, y «Álbum de versos antiguos», de Paul Valéry, respectivamente), el número mil (un homenaje a Antonio Machado) y el 500, para García Sánchez el «más significativo de la poesía española» porque fue fruto de la invitación que hizo a 150 escritores para que compartieran su poema favorito en español.
También un bolígrafo y unas gafas que, junto a una «olvidada» cajetilla de cigarrillos, son herramientas imprescindibles del editor; un manuscrito de Mario Benedetti, poeta del que más libros ha publicado Visor y con quien García Sánchez pasó «muchas horas» discutiendo sobre sus escritos, y un poemario de Luis García Montero, el poeta español del que más obras ha editado.
Jorge Herralde, de Anagrama, ha optado por recordar «un pasado complicado al que sobrevivimos» legando un libro sobre los tupamaros que fue el primero que secuestraron a la editorial durante la dictadura franquista, en 1970, así como una carta de Carlo Fetrinelli como «apuesta por el futuro incierto de las editoriales independientes».
Más amplio ha sido el legado depositado -el único sin fecha de apertura- por Beatriz de Moura, que fundó Tusquets en 1969 y la vendió a Planeta en 2012 «para brindarle un desafío de continuidad».
De Moura, que debutó en el mudo editorial en Lumen, se ha dedicado a él durante 55 años «huyendo de la nostalgia pero con fidelidad a los recuerdos», por eso en la más grande las cajas abierta hoy ha dejado «muchísimos objetos cargados de memoria».
Como una fotografía suyo junto al entonces codirector de Tusquets, Antonio López Lamadrid, en «la tercera sede que pudimos pagar en Barcelona», una hucha llena de monedas que lleva con ella desde la fundación de Tusquets o el catálogo que publicaron por su 40 aniversario, «memoria de la editorial».
También una pipa de Georges Simenon que le regaló su hijo cuando firmaron el contrato para la publicación de toda su obra policíaca, o la estatuilla de un premio que dieron a una escuela de escritores de Madrid ya desaparecida.
El único que ha querido mantener en secreto el contenido ha sido Jesús Munárriz (Hiperión), que lo ha depositado en una caja roja envuelta con un lazo negro con el mandato de que se abra el 23 de julio de 2040, fecha de su centenario. «Así mantenemos el suspense hasta entonces», ha comentado.
Tras entregar a cada uno de ellos las llaves protectoras del legado que estos editores comparten con el Cervantes desde hoy, Luis García Montero -quien esta tarde participará en un homenaje en París a Albert Camus por su reivindicación de la dignidad del periodismo- ha asegurado que la institución que dirige es hoy «un poco más rica que ayer» y tiene «una ilusión y un compromiso un poco más ambiciosa de cara al mañana».
