Larga vida al teatro

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Simon McBurney, el dramaturgo británico encargado del manifiesto europeo del Día Mundial del Teatro ‘, ha debido de escribirlo al salir de ver lo último de Ron Lalá, una comedia musical ambientada en un futuro distópico en el que las artes están proscritas: «Vivimos en un orden mundial tiránico -clama Simon refiriéndose al presente más real- donde la indiferencia es moneda y la esperanza una carga de contrabando. Y parte de esa tiranía es el control. (…) Muchos afirman que el teatro no puede cambiar nada de esto. Pero el teatro no va a desaparecer. Porque el teatro es un sitio. Me gustaría llamarlo un refugio. (…) Y no nos pueden parar».

El día del teatro es hoy, aunque en Logroño bien podía haberse celebrado hace un par de domingos, cuando en Riojafórum actuaba el Teatro Negro de Praga, en la Sala Gonzalo de Berceo la compañía Paraíso representaba ‘Pulgarcito’ en el festival infantil Teatrea, y en el Bretón La Teta Calva ponía en escena una fabulosa versión de ‘Las aventuras de T. Sawyer’, un precioso medio-musical a ritmo de blues, con niños aprendiendo que para ser siempre libres es preciso no dejar de soñar nunca jamás. Con semejante cantera teatrera es difícil imaginar que el teatro pueda morir.

Ron Lalá lo hace, pero lo hace satíricamente. Lo imagina asesinado en ‘Crimen y telón’, que puede ser su espectáculo más arriesgado y el más maduro. Sin dejar de ser muy divertido, es también el más serio. El teatro aparece muerto en un 2038 que se parece demasiado al presente descrito por el amigo Burney salvo por detalles como que para entonces ya han sido demolidos el Bretón, la Gonzalo de Berceo, el Riojafórum y hasta la caseta de aperos, escenarios todos ellos de grandes montajes.

La situación es la siguiente: desde hace veinte años, es decir justo desde 2018, los ordenadores dominan el planeta, un mundo sin países ni creencias ni ideales. También las artes han sido prohibidas. El GG (Gobierno Global) funda la Agencia Anti Arte para perseguir a los artistas de la resistencia y defender los tres pilares del el estado de consumo: entretenimiento absoluto, gasto extremo y bienestar obligatorio. Su lema: SER FELIZ ES TU DEBER. Muy Aldous Huxley pero inquietantemente reconocible. En ese mundo blade runner, Teatro, el tipo que controla el mercado negro de sentimientos y emociones, se fuga de la cárcel y aparece muerto. El agente Noir, un ex-poliartemaniaco vigilado por el teniente Blanco, de la Triple A, se encarga de un caso que se va enredando hasta delatar su pasado a través de flash-backs en los que revive la historia del teatro: el primitivo teatro cavernario, el teatro griego, el del Siglo de Oro y el teatro moderno, en una brillante escena cómica metateatral con los técnicos de luces y sonido y con el regidor. También el público, testigo del articidio y sospechoso habitual, tiene su papel en la trama. Con Poesía siempre como esquiva enamorada, Teatro descubrirá el riesgo de parecerse a su mayor enemigo, el Poder.

Ron Lalá juega esta vez al género negro pero sigue haciendo un teatro de inspiración clásica con un estilo único, capaz de ser muy entretenido y llano, incluso gamberro, a la vez que culto; un espectáculo que sorprende y gusta a jóvenes y mayores con un gran texto de Álvaro Tato, dirección vertiginosa de Yayo Cáceres y la creación colectiva de todos los ronlaleros, cómicos y músicos ya imprescindibles en la historia de nuestro teatro más popular.

«Hubo un tipo llamado Shakespeare -decía el autor de ‘Un mundo feliz’-. Claro que ustedes jamás han oído hablar de esas cosas». En 1963, otro tipo, un tal Arthur Miller, dejó escrito antes que McBurney: «Cuando se nos pide escribir en un momento en que la diplomacia y la política tienen brazos tan terriblemente cortos y débiles, el delicado pero a veces amplio abrazo del arte debe soportar la carga de sostener unida la comunidad humana». Pues amén a eso y larga vida al teatro.

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http://www.larioja.com/culturas/larga-vida-teatro-20180327004226-ntvo.html

 

 

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