Museos: siete problemas y una solución

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Un repaso al presente de las instituciones de arte y sus sombras tras los recientes episodios de injerencia política

os museos son como icebergs. Lo que vemos es un porcentaje muy pequeño de lo que son, lo que hacen y lo que implican. Se expone siempre una pequeña parte de la colección que atesoran y el archivo restante queda en un campo visual subterráneo, igual que el extenso trabajo de investigación que hay detrás. El presupuesto para gestionar lo visible y lo invisible fluctúa, y apenas sale a la luz la compleja relación que mantienen con los políticos y, a su vez, con la situación española actual. Alrededor de ese museo invisible se acumulan muchas otras tensiones: los públicos y audiencias; la dicotomía entre programaciones fáciles o complejas; las operaciones de rentabilidad de imagen; la necesidad de la educación o por qué el arte contemporáneo sigue sin estar de moda… A partir de las conversaciones con directores de instituciones artísticas españolas, planteamos los siete interrogantes que acechan al sector, que ayer celebró el Día Internacional de los Museos y que atraviesa uno de los momentos más complejos de su historia.

1. La indefinición ante el futuro

Algo hay ahí de cambio climático y algo del cambio del museo tiene que ver con él. Un microclima alterado que está llevando, incluso, a la desaparición del museo tal y como lo conocíamos. Las tentativas de escape vienen de lejos, desde la famosa Boîte-en-Valise de Marcel Duchamp hasta el Robert Walser Museum, creado por Hans Ulrich Obrist: la vitrina del restaurante donde el escritor solía ir a beber. Hoy la pluralidad abruma. Hay museos estatales, autonómicos, universitarios o de mecenas. Museos patrimoniales y turísticos. Museos laboratorio, grandes almacenes y parques temáticos. Ecomuseos e hipermuseos. Museos sin comisarios. Rocío Robles actualiza su definición en Museografías (La Oficina, 2015), seguramente el último capítulo de la actual literatura sobre museos, cuando dice que “la idea académica e ilustrada del museo de las musas ha quedado superada por la del museo como ágora primero y como plataforma después”. El museo como proyecto.

2. Ponga un museo en su vida

Uno de los fenómenos más llamativos de la historia reciente de la cultura española fue, desde finales de los noventa, la proliferación de museos de arte contemporáneo. Una fiebre que alcanzó la categoría de boom. La mayoría fueron de titularidad local y regional, construidos en ocasiones sin demanda social, por antojo político y sin contexto. En ese tiempo abrieron Es Baluard en Palma de Mallorca, el Centro José Guerrero en Granada, Artium en Vitoria, Marco en Vigo, CAF en Almería, Patio Herreriano en Valladolid, ­Musac en León, LABoral en Gijón, CAB en Burgos, La Panera en Lleida, La Casa Encendida en Madrid, Matadero Madrid, el CA2M en Móstoles… Cada autonomía quería su museo y la que no se lo inventaba aunque fuera desde la sátira, como hizo el colectivo de artistas del Museo Riojano de Arte Contemporáneo (MuRAC), en protesta por el déficit de La Rioja. Uno de los pocos centros que surgieron a partir de unas jornadas de debate sobre la necesidad de un museo de arte contemporáneo en Galicia fue el CGAC, años antes de su apertura en 1993. Llegó con la segunda oleada de museos, que aglutinó también al CAAC de Sevilla, el Macba en Barcelona o el Guggenheim de Bilbao. El museo como símbolo de renovación de las ciudades cuyo efecto se sigue debatiendo 20 años después. Estaban liderados por el Museo Reina Sofía y el IVAM, nacidos con la renovación institucional de finales de los setenta y primeros ochenta, cuando España se convirtió en el país que más museos renovó. La ampliación de la National Gallery de Washington en 1978 marcó un hito que acarreó una larga cadena de ampliaciones que seguimos viendo hoy, desde la Tate con The Switch House, de Herzog & de Meuron, en 2016 hasta la del MOMA en el antiguo American Folk Art, prevista para 2019. En España, el Museo del Prado celebraba el año pasado el décimo aniversario de la ampliación de Moneo poniendo en marcha otra más, la del Salón de Reinos, de Norman Foster. También está en esa fase el Museo Sorolla de Madrid, el Arqueológico Regional de Alcalá de Henares y el de Tarragona, y el Bellas Artes de Burgos.

3. Ponga una colección en su museo

Desde que la crisis estalló no han dejado de abrirse o remodelarse nuevos museos en España. El Chillida-Leku lo hará este año, junto a la marca Hauser & Wirth. Málaga ha incorporado a su elenco el Pompidou y el Museo Ruso, que junto al CAC o el Thyssen responden más a otro tipo de operación, cercana a la promoción turística y al museo franquicia. Seguramente, el último espacio de nueva planta sea el Museo Íbero de Jaén, inau­gurado en diciembre de 2017. Poco antes lo hizo Bombas Gens en Valencia, la Fundación Botín en Santander o la Cerezales en León. Son los que hay que sumar a los 1.521 museos que el Ministerio de Cultura registró en 2016. Apenas 40 menos que en 2008, el año en que estalló la crisis.

Todo parece indicar que 2020 marcará un nuevo ciclo. En torno a esa fecha finalizan numerosos contratos de los actuales directores. También porque ese año culminarán previsiblemente muchos de los grandes proyectos que hay en marcha. Entre ellos está el Museo de las Colecciones Reales, en el complejo del Palacio Real de Madrid, el proyecto del Estado más importante de la política museística reciente. Junto al Paseo del Arte, en Recoletos, el entorno de la plaza de Oriente está llamado a convertirse en otro gran eje turístico de Madrid. La antigua idea de ocupar el Centro Nacional de las Artes Visuales en Tabacalera allá por 2007 quedó en nada. Lo que parece fraguarse en este emblemático espacio de Embajadores es la renovación para acoger la Colección de Arte Contemporáneo de las Américas de la coleccionista cubana Ella Fontanals-Cisneros. Compartirá espacio con la ampliación del Reina Sofía ante su deseo de crear una zona de residencias para artistas y para exposición (en 2021 o 2022). Será, más o menos, cuando se abra la sede asociada del Reina Sofía en Santander, con el Archivo Lafuente en el Banco de España. Y en los alrededores de 2019 está prevista también la apertura de la Fundación Sandretto Re Rebaudengo Madrid en una de las naves de Matadero. Polémica trae, sobre todo por no abrir un concurso dados los 50 años de cesión del espacio por parte del Ayuntamiento y los posibles intereses comerciales que pudiera tener la empresa de la familia Re Rebaudengo. Hay quien abre la duda ante el último movimiento de su colección, instalada ahora en el Rockbund Art Museum de Shanghái, propiedad de un multimillonario chino con negocios en la industria energética como ellos.

4. El dinero

Si hubo un año malo fue 2013. El recorte público fue de 4,5 millones de euros y hasta los grandes museos tuvieron que pensar en otras fórmulas de financiación. Con una disminución del 25,5% de dinero del Estado, el Reina Sofía recurrió a la creación de una fundación formada por patronos, la mayoría relevantes empresarios y coleccionistas de Latinoamérica y Portugal. Los costes de mantenimiento del edificio son altos: 28 millones de euros solo por abrir las puertas. Aunque los ingresos que entran por ellas compensan: 41 millones de euros. El museo, que este año cuenta con 39,5 millones de euros (1,6 más que el año anterior), se autofinancia en un 20%, mientras que el Prado ha logrado incrementar este porcentaje hasta el 69,2% de su presupuesto (49,7 millones de euros este año, un 7,5% más que el anterior). El Ministerio de Cultura ha aumentado este año el presupuesto para museos en un 5% hasta alcanzar los 153,6 millones de euros. Pero la mayoría de los centros de arte se mueven en magnitudes más modestas, como los dos millones de euros de Es Baluard. Parece razonable pensar que los modelos mixtos, público-privados, son los ideales, aunque no hay que olvidar los contrapesos. Financiación privada sí, pero responsabilidad pública también.

Uno de los mayores cambios de los últimos años es el de las leyes de la Administración española, que conlleva contratos de directores como personal autónomo ante la desaparición de la posibilidad de crear nuevos puestos de alta dirección. A eso hay que añadir la precarización de los empleados que han entrado en la Administración pública por la puerta de atrás (en el CGAC o en el Musac) y los problemas con los auxiliares de sala que tanto ruido han hecho últimamente en el Guggenheim, en el Macba o en el CA2M. Temas que no están resueltos.

5. Lo popular y lo populista

El peso de las cifras de visitantes es algo reciente en la historia de los museos. Hace unas décadas, nadie hablaba de ello, seguramente porque el contrapeso de la política cultural era menor y la libertad creativa mayor. En realidad, es relativamente fácil hacer un museo con una inmensa audiencia. Se requieren una arquitectura espec­tacular, un programa con los gustos de la audiencia masiva y mucho dinero. Lo más difícil es hacer un museo con gran audiencia, con un edificio digno, una programación crítica y con un escaso presupuesto. Habitualmente, un museo bascula entre la presión por unos buenos resultados y la oferta de buenos proyectos. Aunque no se puede hablar de rentabilidad económica en relación con un museo, sino de otro tipo de resultados mucho más difíciles de cuantificar, es difícil abstraerse de la idea del público. Muchos museos le han dado la vuelta a ese término de “audiencia”. Frente a la idea de “grandes masas”, hablan de una pluralidad de “micropúblicos”.

6. La injerencia política

La presión por las cifras tiene mucho que ver con la libertad para programar que tiene el director de un museo, y ésta, con el peso de la política que tiene detrás. Interferencias hay, desde hace tiempo. Reiteradas. Y museos sin dirección en manos de políticos, como el EACC de Castellón, el Casal Solleric en Palma o el TEA en Tenerife. Sonada fue la mítica destitución de María Corral del Reina Sofía, la dimisión de Alicia Chillida del CAAM y el caso del Musac, cuando dimitieron Eva González-Sancho y el comité asesor al unísono en 2013. También la destitución de Óscar Abril Ascaso de LABoral en 2015, la doble pirueta de destituciones y dimisiones del ­Macba con Bartomeu Marí al frente o el cese de Cristina Fontaneda del Patio Herreriano en 2016… El último caso flagrante es el Marco de Vigo. El populismo, de hecho, ha tenido mucho que ver ahí. Tras la marcha de su director, Iñaki Martínez Antelo, y parte de su equipo ante las presiones de la alcaldía, el museo se ha convertido en un mercadillo. Literal. Está por ver qué pasa con Artium en Vitoria, ante la anunciada salida de su director, Daniel Castillejos.

7. Paredes y techo de cristal

También es enorme en el campo de los museos. Lo hay para las mujeres artistas que exponen en ellos y, especialmente, para las que lo dirigen. Todavía son minoría: Karin Ohlenschläger en LABoral, Anne Rodríguez en Tabakalera, Nuria Enguita en Bombas Gens, Lucía Casani en La Casa Encendida, Rosa Ferré en Matadero, Soledad Gutiérrez en CentroCentro… Lourdes Fernández estaba al mando de Azkuna Zentroa, pero también lo deja. El último informe de la asociación Mujeres en las Artes Visuales (MAV) al respecto, de 2013, le pone cifra a esa desigualdad: un 22%. Es decir, ellos casi multiplican por cuatro sus oportunidades de acceder a cargos de dirección. Algo que contrasta con todo el trabajo interno del museo: conservadores, jefes de departamento y coordinadores de exposiciones. Ahí las mujeres alcanzan un 81%. Son el pulmón de este gran iceberg invisible.

8. Una idea

Efectivamente, se ha tocado techo. ¿Alguien cree que volverán los tiempos de las grandes producciones? La económica no es una crisis pasajera, ni tan sólo sistémica, sino un cambio de modelo. Un modelo que no confunda autoría con autoritario y autoridad. Uno que actualice el código de buenas prácticas formulado en un momento de bonanza y que no puede respetarse por las leyes de la Administración. Uno que libere a los museos del anquilosamiento. Uno basado en la colaboración y en el intercambio de ideas más allá del “trabajo en red”. Uno con patronatos equilibrados e independientes, en que los que esté presente la sociedad civil. El museo está en crisis igual que lo está el sistema del arte y la propia idea de “institución”. Muchos intentan bordear sus límites, cuestionarlos, rebatirlos. Hacerse preguntas. ¿Y si la gran institución no fuera el museo? ¿Y si “la institución” fueran estructuras más pequeñas cercanas a la cultura base? ¿Y si lo institucional fuera lo alternativo? ¿Y si lo pensáramos como un artist run-space? Así nació en 1966 el Museo de Arte Abstracto Español de Cuenca, pensado, diseñado y dirigido por artistas, con Fernando Zóbel a la cabeza, uno de los primeros museos de arte contemporáneo de nuestro país. Y que también ayer celebramos.

Ver más en: El País

 

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