Alberto Grau: La música impregna su alma

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A sus 80 años piensa con temor en el retiro. Se mantiene activo como director de grupos corales

—¿Se cumplieron sus sueños infantiles?

—Algunos. Parte de mi infancia transcurrió entre la Guerra Civil Española y la II Guerra Mundial. Cuando tenía 10 años nos residenciamos en Venezuela y pude estudiar con maestros de música en un ambiente de reconocimiento tanto por parte de ellos como de mi familia. Desde temprana edad sentí una clara inclinación hacia el arte musical.

—¿Tuvo musa su ballet La doncella para coro mixto?

—La musa fue una poesía de Salvador de Madariaga que hacía referencia a los astros y a una doncella que con su belleza de espíritu logra apoderarse de todos ellos, porque esas estrellas, este sol y esta luna no tenían precio ni con todas las flores del planeta, ni con todas las monedas de oro.

La moraleja del texto poético refleja que la felicidad del ser humano no tiene nada que ver con las riquezas materiales.

—¿Dirección o composición?

—En un principio fue la dirección más que la composición. Hoy no puedo desligar la poesía de la música; por lo tanto la composición ocupa la mayor parte de mi tiempo.

—¿Quién fue la mayor influencia en su carrera musical?

—Mi profesora de piano Cristina Vidal de Pereira, quien con su actitud y sabiduría me estimuló para seguir adelante en mis propósitos artísticos.

—¿Dónde se encuentra su corazón?

—Siempre al lado de la mujer que amo.

—¿Alguna vez su hijo Gonzalo ha tocado con usted?

—En varias oportunidades, tanto en conciertos corales como en el estreno de mi obra sinfónico coral para niños La Balada del retorno.

—¿Existe la mala música?

—No. La música cumple con su función social e histórica y en un momento dado para un ser humano puede ser tan importante una cumbia como una sinfonía.

—¿Qué lección aprendió de su primer matrimonio?

—Que no hay tercero malo.

—¿Cómo fue la declaración de amor entre usted y María Guinand?

—No hubo declaración, ¡sólo miradas!

—¿Cuáles son sus pasatiempos?

—El cine, la natación y el Barsa.

—¿Anida en su alma algún arrepentimiento?

—Si, de todas las cosas que hice mal.

—¿Cree en Dios?

—Soy agnóstico.

—¿Una frase que lo defina?

—Trabajador, refunfuñón y, en pequeños instantes, — feliz con la vida.

—¿Cuál es su mayor temor?

—Una larga enfermedad incurable.

—¿Le han robado un beso?

—Muchos.

—¿Qué es la pasión para usted?

—Estar enamorado.

—¿Cómo se puede construir cantando?

—Trabajando con los niños desde la pequeña infancia en la música.

—¿Le gustaría ser lápida en el cementerio o abono de un cerezo en flor?

—¡Prefiero seguir vivo!

Ha dado lo mejor de sí para ser un buen padre

“Tengo 4 hijos, 5 nietos y a María. Mis hijos siguieron su vocación, son exitosos y buenas personas, y esto me llena de orgullo. Mis nietos están unos en la edad adolescente y otros pequeños, pero son todos sanos, inteligentes y a veces afectuosos”. Indica que como padre hizo lo mejor que pudo, tratando de ser bueno.

Aplaudido en grandes escenarios

Considerado una destacada influencia en la comunidad coral mundial, admira a varios jóvenes directores venezolanos de coral, que fueron sus discípulos. Ha sido ovacionado en Francia, Austria, España, Argentina. Como compositor ha tenido como musa a la poesía, siendo un ejemplo Duérmete apegado a mí, inspirada en la obra del poeta venezolano Manuel Felipe Rugeles.

En cifras

25 años tenía cuando conoció Cataluña, su tierra natal. “Mi infancia transcurrió en Francia y Venezuela. Sin embargo, la tradición catalana la conocí a través de mis padres”. Evoca la canción popular catalana El Noi de la Mare.

La música siempre fue su única opción de vida

Jamás pensó en dedicarse a una profesión diferente a la musical. Admira al director Gonzalo Castellanos Yumar y al compositor Juan Sebastián Bach; le gusta el color rojo, la paella catalana, el Quijote de la Mancha de Cervantes, el poema Velloncito de mi carne de Gabriela Mistral, la sinfonía No 3 de Brahms, la ópera La Boheme de Puccini, el Concierto para piano No 3 de Rachmaninoff, la película Orfeo Negro y el teatro Sydney Opera House.

Ver más en: El Universal

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