La reinvención a orillas del Caribe de Hevia

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‘Al son del indianu’ reactiva la carrera del gaitero 20 años después de triunfar en las listas de éxitos

Un gaitero tradicional astur interpretando piezas de las dos orillas en compañía de músicos cubanos y dominicanos. Puede sonar estrafalario o atrevido, pero ese es el contenido de Al son del indianu, el voluminoso y documentadísimo libro-disco con el que José Ángel Hevia (Villaviciosa, 1967) se propone regresar a la primera línea de la actualidad, justo dos décadas después de que se convirtiera en el morador más atípico de las listas de éxitos a finales del siglo pasado. El inventor de la gaita MIDI relega esta vez la electrónica y la sofisticación tecnológica para reformular ritmos tan atípicos en su obra como el merengue y la bachata, por la parte de Santo Domingo, o el son, el bolero y el chachachá, en lo que se refiere a la vertiente habanera. Parece una fusión pintoresca, pero es, en realidad, lo mismo que ya ensayaron los gaiteros que hicieron las Américas casi un siglo atrás.

No es José Ángel ningún turista que se calza sombrero indiano y camisa guayabera para salir simpático en las fotos. Nuestro protagonista se casó con una mujer de Santo Domingo, tiene dos hijas astur-dominicanas de 7 y 13 años y reside la mayor parte del año a orillas del Caribe, “por aquello de pasar los inviernos con chanclas”. “Me marché para allá en 2014, cuando el pesimismo social se había instaurado en España”, rememora. “No era solo una cuestión económica: aquella desesperanza mataba la creatividad. Concebías proyectos que nadie veía viables, así que al rato tirabas la toalla”. La reactivación artística llegó con el clima cálido. “Solo en Santo Domingo viven 7.000 asturianos de origen, muchos provenientes de Cabranes, el concejo de mi madre. Había una maravillosa historia que contar”.
De ahí surgieron las investigaciones, hallazgos y encuentros. La pista del gaitero Libardón, que pisó Buenos Aires y llegó a tratar con Gardel, del que ahora Hevia recrea Volver y El día que me quieras. El sonido insólito de la gaita criolla, que en los años treinta incorporó llaves de plata (como el clarinete o el oboe) y suplementos en el roncón para adaptarse al formato orquestal. La amistad con el director de la banda de gaitas de La Habana, que resultó ser de Tineo. O la convivencia con emigrantes astures que, desde el otro extremo del planeta, se informan al minuto sobre la romería de Fresneu. Y así todo. “La historia de la emigración sigue viva y la distancia te permite comprender que Asturias no es un lugar geográfico, sino un estado mental”, resume el artista.

Gracias a esta simbiosis, ahora podemos redescubrir el Asturias de Albéniz con sabrosura latina o comprobar cómo la gaita puede compartir espacio en El son de la Capitana con la voz de Víctor Víctor, el mítico rey de la bachata. Hevia sabe que no le faltarán detractores, los mismos que cuatro lustros atrás se llevaron las manos a la cabeza con su gaita electrónica. Y se sonríe: “No pretendo que las bandas de gaita se pasen a la salsa, igual que mi música no es una representación museística de este instrumento. Todos ponemos algo de nuestro tiempo en las tradiciones. Lo siento por los puristas, pero… ¡no les temo!”.

La semicorchea de la discordia

¿Cómo hace un asturiano oriental para amoldarse a los cálidos ritmos del Caribe? En el caso de Hevia, paseando muchas mañanas por la playa junto a su suegro dominicano. “Hay una semicorchea de diferencia, un golpe de cadera, en su manera de caminar. Y ese es el elemento que debes interiorizar y automatizar para introducirte en su música”. José Ángel hoy no solo es un estudioso de los sonidos caribeños, sino que imita el acento y los modismos de la región con precisión de comediante. Y hasta ha aprendido a aplacar su carácter nervioso e impulsivo fraguado en tierras ibéricas. “El choque cultural comienza cuando el fontanero necesita visitarte cinco veces para reparar una caldera. A partir de ahí, asumes otra filosofía de vida y sincronizas los relojes…”.

Ver más en: El País

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