Cómo Bram Stoker se documentó para escribir Drácula

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Si bien el escribir en los márgenes es una costumbre aceptable para los libros propios, es posible que a ojos de un bibliotecario no esté nada bien que dejes tus pensamientos sobre un ensayo o una novela en uno de los ejemplares que conserva. Pero gracias a esa discutible costumbre, hoy en día podemos saber cómo y dónde se documentó Bram Stoker para escribir su obra más famosa, Drácula.

No estamos hablando de un registro completo de cada texto que usó el autor irlandés, pero una investigación de la Biblioteca de Londres nos da una idea aproximada del proceso y método utilizado. Hasta el momento, se han descubierto 28 libros que pasaron por las manos de Stoker durante el tiempo que se dedicó a la escritura de Drácula.

Hay que tener en cuenta que el trabajo de documentación para una obra de ficción como esa, con grandes escenarios lejanos y mitología poco conocida, no era nada fácil. Hoy en día, con Internet, en poco tiempo podemos tener acceso hasta a imágenes a pie de calle de un castillo en Transilvania, pero en 1897 la cosa era muy diferente.

Animado a escribir su obra maestra, Stoker se unió a la Biblioteca de Londres en 1890. Hay que tener en cuenta que, en esa época, la biblioteca era de pago. Había que poner una suma determinada para poder acceder a los libros y a las zonas de trabajo disponibles. Es decir, era algo que no estaba al alcance de todo el mundo.

Para empezar, teniendo en cuenta que Stoker nunca visitó Rumanía, dependía casi en exclusiva de libros de viaje de la zona, como Drive along the Danube (Viajando a lo largo del Danubio) en el que dejó marcas y seleccionó párrafos para usarlos como referencia en su propio trabajo.

Otro de los libros en los que se basó para captar la esencia de lo misterioso y paranormal fue El libro de los hombres lobo, escrito por Sabine Baring-Gould. Se trata del primer ensayo académico que estudió el fenómeno de la licantropía, mezclando de una manera magistral la ciencia de la época, los mitos y las leyendas.

Además de tomar notas en los márgenes, Stoker perteneció al infame grupo de los dobladores de páginas, una costumbre todavía peor, y que se puede apreciar en varios libros que pasaron por sus manos. En el caso de An Account of the Principalities of Wallachia and Moldavia, la página con la esquina doblada contiene una palabra clave: Drácula.

Stoker consultó desde libros de viaje a ensayos sobre mitología, pero también leyó sobre ciencia y tecnología. De hecho, la mezcla del mundo antiguo y las leyendas con elementos que, en su momento, eran el último grito científico, como el fonógrafo, es uno de los elementos más importantes de su estilo literario.

El autor irlandés tardó siete años en terminar de escribir Drácula, de 1890 a 1897. Durante ese tiempo fue un habitual de la Biblioteca de Londres, institución de la que se dio de baja al publicar Drácula. Ya no le hacía falta ahondar más en su amplio y magnífico catálogo. Hoy en día, se le sigue el rastro a través de las viejas fichas de consulta y sus notas al margen. Ese es uno de los grandes legados de una biblioteca.

Autor: Alfredo älamo

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