“La pintura consuela el vértigo entre el pensar y el vivir”

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Alfonso Albacete revisa 40 años de creación en el CAAC de Sevilla

«La cultura, la pintura, no destruye la barbarie; pero sirve de muro de contención y consuela ese vértigo que existe entre el pensar y el vivir», explicaba este jueves Alfonso Albacete tras un paseo por las salas desiertas del Centro de Arte Contemporáneo de Sevilla (CAAC), horas antes de que se inaugurara su muestra cuyo título, Las razones de la pintura, parece explicar con esa reflexión. La exposición, una retrospectiva que abarca cuatro décadas, permite acercarse a un artista tremendamente versátil y muy centrado en el proceso creativo, convertido en numerosas ocasiones en protagonista de sus obras.

«La pintura es algo que crea un tiempo diferente del que se está viviendo, es capaz de detener una situación determinada y eso confunde la angustia del paso del tiempo», apunta Alfonso Albacete (Antequera, Málaga, 1950) ante El jardín japonés (2009), un acrílico de gran formato en el que se funden interior y exterior en un juego de volúmenes que permite al artista recrear la luz de distintos momentos del día, desde el alba hasta el anochecer. La naturaleza domesticada de los jardines japoneses, argumenta Albacete, le permite permanecer ajeno a la estacionalidad y, por lo tanto, evitar la sensación de vulnerabilidad inherente al ser humano.

El artista, uno de los creadores que renovaron la pintura figurativa en la España de finales de los setenta y principio de los ochenta, juega con la metapintura en muchas de sus obras que pueden verse, como si de un juego de espejos se tratara, pintadas dentro de algunos de los muchos cuadros en los que Albacete —arquitecto de formación, algo que se percibe en sus obras— ha plasmado su estudio y colgadas también en una sala contigua.

Aunque Albacete comenzó con las performances y el body art a principios de los setenta, esta retrospectiva, comisariada por Mariano Navarro y que permanecerá abierta hasta el 10 de marzo de 2019, se centra en la pintura y comienza con una serie cronológica que se exhibe en el corredor central del claustrón sur del monasterio de La Cartuja en la que deja ver su predilección por pintores como Piero della Francesca, Caravaggio, Degas, Cézanne, Van Gogh o Jasper Johns. Además de seis salas en las que los trabajos tienen una unidad temática e ilustran, entre otros temas, el interés del artista por el acto de pintar y el estudio como tema recurrente. Desde Lápices, un óleo de 1979, hasta Destiempo 4. Taller escuela (2017), un lienzo en el que se ve «presente, pasado y futuro, porque incluye una obra ya terminada, otra en proceso y un elemento de otra que hice después». Pinturas que el visitante puede contemplar en la misma sala y frente a dos piezas esenciales: Estancia (2008), una anunciación sin personajes en la que los trozos de pintura suspendidos y traspasado por un haz de luz parecen a punto de juntarse para formar la figura del ángel, y Trampa (2008), la misma arquitectura que la anterior, en la que crece ahora un árbol, deja entrever la ciudad y la cruz de una farmacia. «Esa cruz verde la uso siempre como elemento de definición de lo urbano. En lugar de cruz cristiana, que señala el lugar en el que te salvan el alma; aquí es la señal del lugar en el que te salvan el cuerpo», afirma Albacete, quien trabaja con la Marlborough de Madrid, galería con una lista de artistas con proyección internacional.

«Decididamente, el arte de pintar es como un ritual en el que todos los elementos que participan (pinturas, cintas de carrocero, pinceles…) en el momento de la creación siguen después su camino, cada uno por su lado. Pero como a mí me interesa especialmente la acción de pintar incluyo esos elementos en muchas de mis obras», apunta el artista, cuyo trabajo está presente en el Reina Sofía, el Patio Herreriano, el CAAC, el Museo Abstracto de Cuenca o en grandes colecciones como las de Helga de Alvear, Banco de España o The Chase Manhattan Bank.

Tras recorrer Las razones de la pintura, donde el artista no se ata a un estilo sino que adapta su forma de pintar «según el tema», el visitante comprende todo el sentido de sus palabras: «La pintura es solo una, aunque enseñe muchas caras mediatizada por los discursos de cada época».

Autor: Margot Molina

Ver más en: El País

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