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La lectura del ‘thriller’ de Lea Vélez, que mezcla un suceso con una tragedia personal, es una grata y reconfortante experiencia

La sonrisa de los pájaros, de Lea Vélez (Madrid, 1970), ha sido un feliz descubrimiento, que durante unas cuantas horas me devolvió al estado de gozosa inconsciencia que de chiquilla me deparaba la lectura de aquellos clásicos juveniles que durante años educaron a muchas generaciones y cuyos títulos no es necesario repetir. Estamos ante una novela de intriga que se presenta como un thriller intimista por la conjugación de un doble motivo o resorte: en 1996, el trágico accidente que acabó con la vida de los padres de Alma Guerrero coincidió con el llamado caso del milano negro, el asesinato aparentemente gratuito de una madre y sus dos hijos cuando atravesaban un paraje en los montes cercanos a la urbanización de la sierra madrileña llamada Paraíso. Al cabo de 20 años, convertida en periodista y escritora, Alma decide regresar allí, tanto para investigar el asesinato de los Salaverría, sucedido a 500 metros de su casa, como para romper con el silencio que rodeó su propia tragedia familiar: “Por alguna fusión de desgracias, hice mía su historia, como si en la resolución de aquel asesinato estuviera el final de mi drama interior”.

El pulso narrativo que demuestra poseer Lea Vélez le permite administrar con medido equilibrio la alternancia entre ambas historias y los huecos (enigmas) que se van abriendo conforme avanza en su investigación y también conforme rememora las zonas oscuras de su tragedia personal. Se trata de un doble proceso que propicia y exige la afluencia de numerosos microrrelatos. Por un lado, los relativos a la investigación propiamente dicha, que afloran en formas y modos muy diversos —crónicas periodísticas, cuadernos o diarios personales, entrevistas y vídeos, cartas, declaraciones de testigos, interrogatorios policiales o atestados—, lo que introduce una amena variación en la lectura al cambiar los registros y las voces, además de detalles y matices referentes a los sexos. Por otro, los pequeños relatos o historias que aportan un reducido y atractivo elenco de personajes que se relacionan con Alma —amigos, vecinos o su antiguo profesor de biología, Javier Herrero— y la acompañan en su investigación, y además la comentan y valoran.

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El enigma policiaco o la intriga —muy bien resuelta en su planteamiento, desarrollo y desenlace—, la amplitud del retablo humano al que nos asomamos —incluido algún lugareño rústico, muy bien perfilado—, el paisaje y los escenarios naturales donde todo ello transcurre —tan envolventes—, la comedida reflexión sobre el engranaje de la historia y su traslación al relato —sin caer en veleidades prescindibles, y que combina perfectamente con las anotaciones sobre la cetrería— son elementos que convierten la lectura de La sonrisa de los pájaros en una grata y reconfortante experiencia.

Autor: Ana Rodríguez Fisher

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