El primer museo digital en el mundo

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Es un museo. Son 10 mil metros cuadrados en dos plantas, pero no hay un solo cuadro u objeto: no hay esqueletos, arte rupestre, cerámicas, ni letreros de “no tocar”. El Mori Building Digital Art Museum, en la isla artificial de Odaiba en Tokio, Japón, es la antítesis del museo tradicional que conmemora algún pasado, y en cambio, proyecta las maniobras creativas del futuro, todas producto de la tecnología.

Es un espectáculo de luces, con caleidoscopios robotizados y realidad virtual incluida, en el que la gente conversa con el universo que le rodea. Aunque son cinco mundo distintos, todo el interior se caracteriza por mantener una atmósfera oscura en donde las únicas luces son las de los 470 proyectores en el interior que, controladas por más de 500 computadoras, crean el universo digital del museo.

Otra característica de este lugar es que en el interior no hay mapas o direcciones, solo los letreros en la entrada de cada obra que indican el nombre. Cuando vaya, intente explorar su interior lo más posible, algunas habitaciones pueden no ser tan fáciles de encontrar y la atmósfera poco iluminada no ayuda a encontrarlas todas.

Sin embargo, después de entrar al museo, la primera vista que aparece es la del Borderless World, un plano abierto y oscuro que da la sensación de un infinito espacial, por el que discurren corredores muy oscuros y se camina entre una lluvia de luces y pisos con movimiento.

Para llegar al Athletic Forest, otro de los universos, se deben subir unas escaleras desde el Borderless World. Aquí se abre un espacio tridimensional en donde aparecen pendientes y valles creados por las luces, un gran trampolín en donde proyecta el espacio sideral. En el Athletic Forest también se puede jugar a ser artista: podrá colorear hojas que representan diferentes animales y escanearlas inmediatamente con ayuda del personal, podrá ver a tu criatura proyectada deambulando por el área e incluso reaccionando ante su presencia.

Luego, está el Future Park, diseñado para niños, y que tiene como objetivo estimular la creatividad e interacción de estos.

También, desde el Borderless World se puede ir al Forest of Lamps, y así como lo sugiere su nombre, este es un bosque de millones de lámparas que se reproducen entre espejos oscuros. Las lámparas están formadas por pantallas de vidrio que cambian de color e intensidad y que dan la sensación de movimiento: una obra del ingenio matemático que parece magia.

The Tea House no es una imitación típica de los lugares tradicionales que se vienen a la mente, pues acá tomar una taza de té es lo mismo que beberse una obra de arte. Entre la penumbra y luces tenues están los muebles y la mesa, en donde los visitantes pueden sentarse y las tazas que sostienen traen luces proyectadas y flores virtuales. El menú incluye solo dos tipos de té caliente y dos fríos que, sí, son reales. No hay comida y cada taza de té cuesta 15.000 pesos colombianos.

Las cabezas detrás de este proyecto son las de artistas, diseñadores, ingenieros, matemáticos, animadores de CG, arquitectos y programadores que se unieron en el grupo Teamlab Borderless. Creaciones pasadas de este colectivo se encuentran en museos y galerías de Sydney, San Francisco; Nueva York, Estambul, Melbourne y Helsinki, entre otras ciudades.

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