Jorge Baron Biza: El desierto y su semilla

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Llego a Baron Biza y a su única novela gracias al recientemente reseñado «Distraídos venceremos«, libro que es casi tanto ensayo sobre literatura autobiográfica como guía de futuras lecturas. Por lo tanto, hay que agradecer a Andrea Valdés el descubrimiento de esta maravilla injustamente olvidada, al menos en España.

«El desierto y su semilla» es un novela autobiográfica, por supuesto, pero va mucho más allá y admite múltiples lecturas. Lo autobiográfico está en el  arranque de la novela. La brutal agresión (y posterior suicidio) de Raúl Baron Biza a su esposa Clotilde Sabattini, a quien en el momento de la firma de los papeles de divorcio arrojó ácido vitriólico a la cara con la intención de «dejarla ciega y que su cara fuese su última visión», es el desencadenante de la novela.
Pero esta no es una reconstrucción, palabra clave para analizar esta obra, de los motivos que llevaron a la agresión o de la vida en común del matrimonio, sino que, y he aquí el primer mérito de Jorge Baron Biza, el terrible momento es el punto de partida de una novela de formación, existencialista, autoficcional y al mismo tiempo autoparódica. Para ello, y este es otro de los méritos del autor y también otra de las claves de la novela, Baron Biza opta por dotar de nombres falsos a los protagonistas (Raúl Baron Biza es Arón Gageac, Clotilde Sabattini es Eligia y el propio Jorge Baron Biza es Mario Gageac), lo que le permite tomar distancia respecto a los hechos y salirse de lo estrictamente personal.
Así,  los momentos inmediatamente posteriores a la agresión, las primeras noches de hospital, las sucesivas operaciones, ya en la Argentina o en Italia, o los primeros intentos de desligarse de la violencia paterna no son más que una «excusa» para una narración en la que la reconstrucción del rostro de Eligia va de la mano de la reconstrucción de la personalidad del autor y de la construcción de un sentido de una vida desfigurada. 

Todo «El desierto y su semilla» gira en torno a la violencia y a la construcción y/o reconstrucción, ya sea del rostro de la madre, de la memoria o de la identidad. Todos los vagabundeos de Mario Gageac, todas las imágenes y todas las descripciones han de ser puestas en relación con un mundo complejo en constante redefinición. De aquí la constante dualidad que recorre la obra: las dos caras de Eligia (la anterior y la posterior a la agresión, la de madre y de mujer más o menos pública), las dos caras de Arón (la ultraviolenta y la idealista), las dos Argentinas (la peronista y la antiperonista), los dos escenarios principales (la aséptica clínica milanesa y los bares y pueblos de mala muerte), los dos Mario Gageac o, más bien, las dos esferas aisladas entre sí en las que se desarrolla su vida (el sacrificado acompañante de la madre y el que baja a los infiernos del alcohol, la prostitución y la violencia),  etc.

En resumen, «El desierto y su semilla» es una novela oscura e incómoda, quizá excesiva en algunos momentos y no apta para todos los públicos, pero realmente imprescindible. Un comienzo brutal, una narración plagada de imágenes poderosísimas, y un progresivo distanciamiento de los hechos para acabar construyendo una novela que se aleja de lo autobiográfico y se acerca a lo universal son sus principales bazas.

Autor: Koldo CF

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