Escucha mi voz de Susanna Tamaro

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Marta vuelve desde América al lugar en que creció en Trieste: la casa de su abuela. Eso implica que también regresa a la situación de la que intentaba huir: una mala relación con la madre de su madre, quien la acogió y crió cuando quedó huérfana, a muy corta edad. Como si no hubiera pasado el tiempo, el halo invisible que las separa emocionalmente y origina enfrentamientos verbales continúa allí. Hasta que ocurre algo inesperado: una enfermedad consume el cerebro de su abuela. Esa nueva situación le remueve el interior: la catapulta a un insólito sentido de soledad y reaviva el deseo por conocer más de sus progenitores y, por ende, de sí misma.

Un día, vagando por el desierto plagado de incógnitas en que se ha convertido su vida, Marta sube al desván y entre la amalgama de trastos encuentra objetos personales de su madre. Hasta entonces, el único recuerdo que tenía de ella era una antigua fotografía; de su padre, ninguno. Turbada por esa inesperada vía para conocer sus raíces, comienza entonces un viaje entre las memorias de su madre que la llevará a despejar algunos interrogantes y a crear otros. Construye a base de retazos la historia de quienes la engendraron y, sobre ese zócalo, la suya propia. Continúa por los recuerdos que conserva y, a partir de ahí, empieza un nuevo camino en el que no huye, sino busca. Todo ello se lo cuenta a su abuela, en una suerte de carta escrita en segunda persona, que ocupa la totalidad de la novela.

Los lectores, por tanto, somos espectadores de las confidencias de Marta a su abuela. Unas revelaciones sinceras y muy personales, en las que no parece dejar nada para sí misma, por vergonzoso o doloroso que pueda resultarle. La imaginamos crecer, siempre con ese vacío en su interior, huir sin éxito y, por fin, buscar dentro de sí misma para encontrarse. La perspectiva que le da el tiempo y la experiencia le hace replantearse su existencia y sus juicios de valor. En un tono eminentemente filosófico, con infinidad de preguntas a las que cada cual puede asignar su propia respuesta, busca aquello cuyo desconocimiento, de manera más inconsciente que consciente, siempre la ha trastornado: el sentido de su vida.

Autor: Luna Paniagua

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