Lo inesperado en Gaudí

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Durante seis años Aitor Ortiz ha fotografiado la obra del arquitecto catalán esperando descubrir en ella aspectos nunca percibidos

En la obra de Antoni Gaudí pervive un silencio que no siempre se puede captar. Una reserva que se dispersa en la delicada exuberancia de las formas, en el cromatismo de los materiales, o en la audaz fantasía compositiva, y solo se escucha huyendo de la saturación iconográfica que acompaña a la obra del arquitecto (una de las más fotografiadas desde su recuperación a finales de los años cincuenta, tras haber sido menospreciada durante más de dos décadas). Lejos del murmullo, Aitor Ortiz (Bilbao, 1977) ha querido acercarse a través de su cámara a la obra del genio catalán. Precavido ante la reiteración visual con el fin de percibir en ella lo inesperado.

El resultado ha sido 120 imágenes, que reunidas bajo el título Aitor Ortiz, Gaudí. Impresiones íntimas, pueden verse en la sala Kutxa Kultur Ategunea de Tabakalera, en San Sebastián. Impresas sobre placas de aluminio, de un tamaño de 10×15 y 15×15 centímetros, recorren la obra del arquitecto. El fotógrafo prescinde de elementos exuberantes y posa su atención en componentes “aparentemente menores o periféricos, pero atendiendo a la premisa de que, para Gaudí, el carácter o dignidad de un edificio es el resultado de utilizar sencillamente lo que tal edificio necesita con los medios disponibles. Asuntos cuyas formas arquitectónicas básicas (pilares, columnas, fragmentos…) hacen aparecer un espacio arquitectónico sin especificación, lugares de los que, en su impresión funcional, adquirimos conciencia por su fragmento”, apunta Javier González de Durana, comisario de la exposición. El tamaño de las imágenes hace alusión al título. “Es un formato íntimo, asociado a tener una experiencia directa con la fotografía que huye de la monumentalidad de la arquitectura para mostrarla desde un ámbito de intimidad donde es necesario la cercanía con la imagen”, señala el fotógrafo. ”De manera que, permite tener esa experiencia sensorial o grandiosa que trae consigo la arquitectura, pero a partir de la experiencia con la fotografía”.

La arquitectura viene siendo un motivo habitual en la fotografía de Ortiz desde 1995. Su interés reside en indagar lo que el propio autor define como “dilemas entre la representación y la interpretación” de los referentes originales. Este último proyecto surgió de forma accidental, partió de un encargo de una publicación francesa. En un principio el autor estuvo dudando. “Desde la distancia, lo que conocía de Gaudí no tenía una conexión muy clara con mi trabajo, aunque sus obras me parecían muy interesantes. Finalmente, decidí apartar cualquier prejuicio”. Acabaría fotografiando 14 obras del genio catalán durante un periodo de seis años. “Había algo que realmente me llamaba la atención: la sobrerrepresentación fotográfica de la obra de Gaudí había generado una pantalla que se había impuesto a la propia experiencia o valoración que cada uno puede hacer de la obra. Esto me hizo ver que es importante tener una experiencia directa con la arquitectura, y con las cosas en general. No dejarnos influir excesivamente por ideas preconcebidas”.

Todo parece adquirir la misma escala y queda unificado en la obra de Ortiz. Lo mismo una pieza de pequeño formato que el techo de la nave de una iglesia. Los elementos quedan asilados y en ocasiones se desdibujan hasta la abstracción. “El blanco y negro me ayuda a establecer una distancia”, explica el autor. “Con el blanco y negro la fotografía pierde ese componente de actualidad y consumo inmediato. Es más austera en las formas y habla en términos más netos de luz y de la materialidad. El color interfiere mucho a la hora de percibir matices que uno podría transmitir a través de la fotografía. Su ausencia permite fijarse en otros aspectos que para mí son muy importantes, como el tratamiento de la luz”.

Lo inesperado en Gaudí
Aitor Ortiz

Las obras se presentan sin título, prescindiendo de cualquier información. Esta ausencia de catalogación ha sido determinante en el planteamiento expositivo. “No queríamos organizar las imágenes ni por tipologías, ni por elementos, ni por fechas, pretendíamos evitar cualquier tipo de categorización”, destaca el autor. “De ahí surgió la posibilidad de intentar establecer un elemento que generase un orden o un ritmo sobre las imágenes y pensamos en la música”. Así, la figura de Frederic Mompou se interpone entre la obra del arquitecto y la obra del fotógrafo dentro del montaje. El título de la exposición es homónimo a una de sus partituras para piano. En Mompou el silencio entre las notas tiene casi la misma importancia que la nota misma. Es una música muy delicada, así las fotografías se exhiben en penumbra, dentro de un marco, y ancladas a paneles longitudinales muy alargados. Espaciadas entre sí con la cadencia de unas notas dentro de un pentagrama, Sin un ritmo constante, el silencio se interpone entre ellas dentro de una melodía que subyace de forma muy sutil y organiza el trabajo fotográfico.

El autor destaca la relación que mantuvo Gaudí con la fotografía: “No le gustaba viajar, y siendo un estudiante se convirtió en un gran consumidor de libros de fotografía a los que tenía acceso en la Universidad de Barcelona. Todas esas influencias orientales, que luego aplicó en sus construcciones, surgen de su relación con lo fotográfico. De las grandes expediciones de las que se tenía constancia a través de álbumes compuestos por daguerrotipos de obras arquitectónicas y artísticas. Más tarde utilizaría la fotografía para generar maquetas que servirían como elemento de investigación”.

Lo inesperado en Gaudí
Aitor Ortiz

En paralelo a la muestra se ha editado un exquisito catálogo diseñado por Santos Bregaña que funciona de forma autónoma. Dividido en dos volúmenes, el texto escrito por el comisario de la exhibición compone uno de ellos. Entre las imágenes fotográficas y los evocadores textos de Oskar Alegría, el silencio se impone a través de frágiles páginas en blanco en el segundo tomo. Las delicadas pinceladas biográficas nos acercan a la figura del arquitecto. Choques de palabras, que evocan el choque de un tranvía. El que le mató. Escribe Alegría: “Mirar Gaudí con la lupa de Aitor Ortiz es ver los ojos de un insecto en sus obras o descubrir rendijas que conforman un interrogante o maravillarse ante lucernarios que se tornan mágicas pompas de jabón”.

Autor: Gloria Crespo

Leer más en: https://elpais.com/cultura/2019/12/05/babelia/1575544257_971390.html

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