Los artistas a través de la pluma de Giorgio Vasari

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El artista, arquitecto y escritor publicaba en Florencia en 1550 Las vidas, una indiscutible obra maestra e imprescindible fuente escrita para quien desee conocer el Renacimiento italiano y a sus protagonistas. Cátedra presenta una edición abreviada a cargo de Ana Ávila, que ha seleccionado a 32 artistas que se siguen considerando figuras relevantes. Además cada biografía se cierra con un texto que complementa al del autor italiano en el que se aclaran datos biográficos, se comentan algunas obras y se sitúa al artista en la dinámica cultural de su momento y, todo ello, profusamente ilustrado

Las vidas de los más excelentes arquitectos, pintores y escultores italianos desde Cimabue a nuestros tiempos es una fuente literaria imprescindible para el estudio del arte de los siglos XIII al XVI, sobre todo del Renacimiento porque su autor, Giorgio Vasari (Arezzo, 1511-Florencia, 1574), ahonda especialmente en la centuria del XV y la primera mitad de la siguiente. El libro está dividido en tres bloques o tres “edades” que se van superando en conocimientos y calidad, desde Cimabue hasta Miguel Ángel, siguiendo un ritmo evolutivo. En la primera edición, solo incluía a artistas ya fallecidos, con la única excepción de Miguel Ángel, al que Vasari idolatraba y que había llevado a cabo el grueso de su trabajo cuando se publicaba el libro. En la segunda edición, el escritor, pintor y arquitecto ya incluía las biografías de un nutrido grupo de artistas vivos.

Sobre estas líneas, San Francisco predicando a los pájaros, por Giotto, 1290-1300, óleo sobre tabla, 270 x 230 cm, Basílica de San Francisco de Asís. Arriba, Retrato de Giorgio Vasari (detalle), atribuido a Jacopo Zucchi, h. 1571-74, óleo sobre tabla, 100,5 x 80 cm, Florencia, Galería de los Uffizi.

Vasari advierte que no es su pretensión hacer un mero inventario de artistas y obras y, así, aunque recoge los orígenes familiares y da detalles biográficos y de la personalidad del artista también aporta datos relativos a la formación artística, a las cuestiones técnicas, al mecenazgo y a la clientela, o establece criterios de calidad sin dejar de lado aspectos que hacen que las obras de un artista tengan un estilo propio que las diferencia del resto. Para esta obra, Vasari no solo se sirvió de las biografías publicadas anteriormente sino de monografías dedicadas a personajes célebres, tratados de arquitectura, crónicas, cartas o noticias orales.

San Lucas pintando a la Virgen, por Giorgio Vasari, 1567-72, aguada, lápiz, pluma, tinta parda sobre papel agarbanzado, 264 x 214 mm, Madrid, Museo del Prado.

Quizá uno de los aspectos más importantes de este imprescindible “clásico” de la historia del arte es que por primera vez la figura del artista se eleva a la dignidad de una persona notable, de un profesional a través de cuya actividad el mecenas se encumbra, la ciudad se dignifica y él mismo logra la fama.

Una obra que, aunque no fue la primera que se dedicaba a las biografías de artistas, como Liber de origine civitatis Florentiae et eiusdem famosis civibus, de Filippo Villani (finales del siglo XIV), o La vita di Brunelleschi, de Antoni di Tuccio Manetti (siglo XVI), dejó una estela que se extendió por los Países Bajos con Karel van Mander, Alemania con Joachim von Sandrart y España con Palomino.

Grupo de figuras conversando, atribuido a Giorgio Vasari, siglo XVI, pluma, tinta parda sobre papel marrón, 197 x 280 mm, Madrid, Museo del Prado.

En 2002, Cátedra publicaba Las vidas de los más excelentes arquitectos, pintores y escultores italianos desde Cimabue a nuestros tiempos, una traducción de la edición crítica italiana (Einaudi, 1991) a cargo de Luciano Bellosi y Aldo Rossi y con presentación de Giovanni Previtali. En 2013, puesto que esta editorial ya disponía de una edición crítica, Ana Ávila se encargaba de una nueva edición abreviada en la que suprimían los textos dedicados al prefacio, las técnicas artísticas, los tres proemios, el aparato bibliográfico y la cronología dedicada a la vida de Giorgio Vasari, aunque, a diferencia de otras ediciones, esta contaba con bastantes ilustraciones a color de las obras de los artistas seleccionados. Ahora Cátedra ha publicado una segunda edición de esta obra de Ana Ávila.

El pago del tributo, por Massacio, 1424-27, fresco, 255 x 598 cm, Florencia, Santa María del Carmine.

Del total de las 133 “vidas” que consta la primera edición (aunque en alguna trata de más de un artista), Ávila ha seleccionado un total de 32 siguiendo el orden establecido por Vasari y en la que predominan los pintores en detrimento de arquitectos y escultores, un hecho que ya está presente en la obra original. Así, no aparecen en esta antología Michelozzo Michelozzi, Francesco di Giorgio Martini, Giuliano y Antonio da Sangallo, Sansovino y Peruzzi, importantes arquitectos de los siglos XV y XVI, ni los escultores Andrea Orcagna, Antonio y Bernardo Rossellino o Mino da Fiésole. De esta última disciplina, Ana Ávila ha elegido a Torrigiano, “un escultor con una divulgación limitada, no solamente por su categoría sino por su relación con España”. En cuanto a los pintores, lógicamente no están todos los que se consideran significativos, como Duccio, los Lorenzetti, Filippo Lippi, Pinturichio, Carpaccio, Piero di Cosimo o Andrea del Sarto.

Púlpito del Duomo de Pisa, por Giovanni Pisano, 1302-1310, mármol, 461 cm, Pisa, Duomo.

En definitiva, los artistas seleccionados para esta edición (arquitectos, escultores y pintores) se siguen considerando actualmente, en palabras de Ana Ávila, “figuras relevantes, ya formen parte de la dinámica artística del siglo XIV, como del Quattrocento y de la época en que vivió Vasari, el Cinquecento. No solamente no faltan las grandes figuras, presentes en cualquier monografía del Renacimiento, sino que se han tenido en cuenta artistas que siguen siendo muy populares y otros que cada vez van adquiriendo mayor relevancia”.

David, por Miguel Ángel, 1501-1504, mármol blanco, 5,17 m de altura, Florencia, Galería de la Academia.

Cada vida seleccionada se concluye con un texto que complementa el redactado por Vasari, donde se incluye un recorrido por la producción del artista, se aclaran datos biográficos, se comentan algunas obras, hayan sido mencionadas o no por el escritor italiano, incluyéndolas en un contexto cronológico e iconográfico a la par que se inserta al artista en la dinámica cultural de su momento. Hay que tener en cuenta, como escribe Ávila en la presentación de esta obra, “que la datación de las obras no es un hecho que forme parte de las vidas redactadas por Vasari, que no se conservan muchas de las por él mencionadas, que Vasari ignora etapas significativas o interesantes del artista, que desconoce otras consideradas actualmente piezas clave en la producción del autor (…), que muchas han cambiado de atribución –el mismo hace correcciones de este tipo en la segunda edición–, y que algunas objeto de encendidos elogios han pasado a ser menos estimadas que otras simplemente citadas serán tenidas por obras maestras”.

Traslado de Cristo o Deposición Borghese, por Rafael Sanzio, 1507, óleo sobre tabla, 176 x 184 cm, Roma, Galería Borghese.

También, por ejemplo, es muy llamativo que Vasari no mencionase algunas obras que posteriormente se han estudiado como trabajos extraordinarios en la trayectoria de un artista, aunque hay que tener en cuenta el ámbito privado en el que se conservaban muchas de ellas y, por tanto, la imposibilidad de poder contemplarlas, como la Capilla Scrovegni (Padua) de Giotto; la Flagelación, el Bautismo de Cristo o la Sagrada conversación (Pinacoteca Brera) de Piero della Francesca, o la Virgen della scala y la Batalla de Centauros y Lapitas, relieves de juventud de Miguel Ángel.

El nacimiento de Venus, por Sandro Botticelli, h. 1482-85, temple sobre lienzo, 278,5 x 172,5 cm, Florencia, Galería de los Uffizi.

Giorgio Vasari fallecía dos meses después de Cosme I de Médici (Florencia, junio de 1519-Villa di Castelo, abril de 1574), a quien dedica Las vidas de los…, un ilustre personaje que fue retratado por grandes maestros coetáneos como Bronzino y Benvenuto Cellini, o montado a caballo por Giambologna en el monumento que se encuentra al lado de la fuente de Neptuno en la plaza de la Signoria de Florencia.

Retrato de Cosme I de Médici con armadura, por Agnolo Bronzino, h. 1544-45, óleo sobre tabla, 117,5 x 98,5 cm, Florencia, Galería de los Uffizi

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