Alegoría del amor

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Un cóctel de Amor, Locura y Engaño.

Haciendo buen alarde de la enigmática pintura del manierismo, el significado de esta obra no se queda atrás. Su origen supone el encargo de Cosimo I de’Medici al gran artista de su corte, Bronzino, como regalo para el rey de Francia.

Giorgio Vasari (1568) la describe en su tiempo como una obra de singular belleza, enviada al rey Francisco en Francia, en donde aparece una Venus desnuda con Cupido besándola, y a un lado el Placer y el Juego con otros amantes, y del otro lado, el Fraude, los Celos y otras pasiones del amor. Sin embargo esta obra nunca figuró en los registros reales franceses.

Esta gran alegoría nos muestra el lado A y el B del amor. Las figuras principales aparecen en el centro: madre e hijo dándose un beso de lengua (zoom!) ¿Perdón? Bueno, sí: es bien sabido que no debemos comparar la vida de los dioses con nuestro triste y mortal mundo de las apariencias. Las dos figuras más representativas del amor, aquí unidas, llevando a cabo el gran gesto que así lo describe: un beso.

Venus, cuyo atributo son las palomas que aparecen al pie, sostiene una manzana dorada, probablemente el premio que recibe en el bien conocido Juicio de Paris: Minerva y Juno se quedaron con el segundo y tercer puesto, pero esto no iba a ser gratis, ya que este concurso se considera una de las causas de la famosa Guerra de Troya (lo vemos en el próximo capítulo, amigos!).

Mientras Cupido distrae a su madre con besos y caricias, intenta robarle la corona, y ella hace lo propio con las flechas de su hijo. Las máscaras debajo son la clave de este embrollo: el engaño enmascarado entre los dos personajes.

Las figuras del registro superior luchan por esconder y develar la escena al mismo tiempo. Chronos, dios alado del Tiempo, con su reloj de arena como atributo, intenta evitar que el dios Olvido, con parte de su cráneo y materia gris desvanecida, cubra y oculte la escena para nunca más ser recordada.

El niño regordete con tobillera de cascabeles, que sonríe mientras lanza pétalos a la pareja, es el ingenuo Placer que no parece notar las espinas que se clavan en su pie derecho: a todo placer le sigue el sufrimiento. Por detrás lo vigila el Engaño: una hermosa muchachita que con un trozo de panal nos muestra lo dulce del amor, pero su cuerpo híbrido enseña un aguijón traicionero preparado para atacar al regordete y sonrojado Placer.

Finalmente, una tétrica figura se oculta por detrás de Cupido. Casi no se percibe a primera vista, sus tonos apagados la relegan a las penumbras del cuadro. He aquí la representación de los Celos. En un grito desesperado de locura y dolor, este personaje parece estar mostrando algunos de los síntomas de la sífilis (nada más y nada menos que una enfermedad venérea, es decir de transmisión sexual) como los ojos irritados, la pérdida de los dientes y los marcados nudillos por desnutrición.

Autor: Noel Rondina

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