Un lugar para Puerto Rico en el Museo de Arte de Ponce

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La instalación inauguró ayer una exhibición de obras puertorriqueñas que pertenecen a la colección permanente del lugar y que presenta piezas correspondientes a los años 1959-1965

Hace 59 años, cuando don Luis A. Ferré fundó el Museo de Arte de Ponce en una residencia colonial ubicada en la calle Cristina de dicho municipio, dedicó varios salones a las obras europeas que tanto le cautivaban. Pero en aquella primera sede que tuvo el museo, llamaba la atención un cuarto que rompía con la pintura barroca y victoriana que predominaba. Se trataba de un salón al final de la residencia, donde Ferré destacaba obras de arte puertorriqueño contemporáneo.

Piezas de artistas como Rafael Tufiño, Lorenzo Homar, Miguel Pou, Olga Albizu, Francisco Vázquez Díaz “Compostela”, Carlos Raquel Rivera, Domingo García, Julio Rosado del Valle, Augusto Marín, Marcos Irizarry, Myrna Báez, entre muchos otros, figuraban en aquella instalación permanente que se exhibió desde 1959 hasta 1965. En ese momento se inauguró la sede actual del museo diseñada por el renombrado arquitecto norteamericano Edward Durell Stone.

Cinco décadas después de aquellos inicios y tras una investigación llevada a cabo, el Museo de Arte de Ponce vuelve a mostrar esas obras en la exposición “Un lugar para Puerto Rico: la colección contemporánea 1959-1965”, que abrió ayer y se extiende hasta el 10 de septiembre.

Se trata de una muestra de 48 pinturas, 14 esculturas y 28 obras sobre papel que fueron adquiridas antes de la inauguración del edificio actual del museo, y la cual ha sido montada según el orden cronológico en la que Luis A. Ferré las compró.

En un recorrido reciente por la exhibición, el curador de arte europeo del MAP, Pablo Pérez d’Ors, explicó la importancia de esta muestra que en su momento supuso un hito importante en la cultura del país, pues fue la primera instalación permanente de arte puertorriqueño contemporáneo que existió, según dijo.

“Hasta el año 1968, que se abre el Museo de Bellas Artes del Instituto de Cultura Puertorriqueña, no existía en la isla ningún museo con una colección permanente. El de la Universidad de Puerto Rico existía como museo y ya tenía su edificio, pero era más bien un espacio para exhibiciones temporales. Tenían “El Velorio”, de Oller, tenían también una colección arqueológica, pero la parte de arte era un espacio de exposiciones temporales que también era un espacio comercial. Así que esta colección (del MAP) no solo estaba escribiendo a Puerto Rico dentro de la historia del arte occidental, sino que es un hito muy importante en la relación digamos del arte puertorriqueño con el mundo de los museos”, expresó.

La muestra sirve para reflexionar sobre ese lugar que le quiso dar don Luis A. Ferré al arte puertorriqueño, ya que su gesto curatorial consistió en poner a dialogar piezas de arte antiguo europeo con obras contemporáneas del país, con lo que pretendía darle un espacio de importancia al arte puertorriqueño, comoindicó el curador.

“Si lo piensan bien, el título de la exposición, ‘Un lugar para Puerto Rico…’, en realidad lo que quiere decir es que -como gesto curatorial- lo que hace Luis A. Ferré al poner arte puertorriqueño en una sala especialmente dedicada a eso en diálogo con su colección de pintura antigua, es revindicar un lugar para Puerto Rico, escribir un capítulo puertorriqueño dentro de la historia del arte. En esa época no era normal que los museos tuvieran arte antiguo y arte contemporáneo debajo el mismo tejado, hay muy pocos museos que hacían eso, por lo que el Museo de Arte de Ponce fue un pionero en ese sentido y es muy interesante que vean la exposición desde ese prisma”, abundó.

Otra característica que llama la atención de la muestra es la variedad de obras que se encuentran. No solo son diferentes en estilo, sino también en temáticas. Sorprende, por ejemplo, que se aprecien obras costumbristas al lado de piezas abstractas, como una de la artista Olga Albizu, quien fue la primera mujer que entró a la colección. Igual figuran desde esculturas clásicas de Francisco Vázquez Díaz “Compostela” hasta las piezas casi futurísticas de Rafael Ferrer, lo que habla también de cómo fueron creciendo y cambiando los intereses de Luis A. Ferré.

“Resulta interesante que don Luis estaba pintando un retrato de Puerto Rico en una sala del museo, pero un retrato muy particular en el que él no se cierra a tendencias artísticas más modernas como tampoco a dar una voz a reivindicaciones sociales o a cuadros que muestran realidades difíciles, nada bonitas de mostrar y que, sin embargo, quizás también por las preocupaciones sociales de Luis A. Ferré, tenían unas resonancias especiales”, detalló.

A pesar de que tenía diferencias ideológicas con muchos de los artistas puertorriqueños contemporáneos de la época, el fundador del MAP no permitió que eso fuera un impedimento para adquirir piezas que entendía importantes, como “Elecciones coloniales” y “Huracán del norte”, de Carlos Raquel Rivera, o “Canasta vacía”, de Oscar Colón Delgado.

“Creo que esta colección va a hacer que muchas personas repiensen a Luis A. Ferré y creo que también es un retrato íntimo del fundador del museo. Pueden ver qué preocupaciones tenía y qué ideas compartía con personas de ideologías políticas distintas a las suyas”, manifestó Pérez d’Ors.

Al cuestionarle al curador por qué al cambiar de sede esta colección dejó de exhibirse, comentó que se debió al diseño del nuevo edificio. Al mudarse de la calle Cristina a la nueva estructura, la colección de arte europeo se ubicó en el segundo nivel y la puertorriqueña en un salón pequeño en el primer piso, donde ya no dialogaba con el resto de las obras. Eventualmente, el MAP optó por celebrar exhibiciones temporales de artistas puertorriqueños y se creó el Jardín Puerto Rico para mostrar esculturas de creadores del país.

“Siempre se había pensado que a don Luis le interesaba más el arte europeo, y es cierto que era su principal interés, pero no se tenía una visión muy clara de cuál era el papel del arte contemporáneo puertorriqueño en ese primer museo. Creo que esta exposición presenta a la gente de forma muy accesible esa historia”, detalló el curador, quien comentó que en la muestra el público podrá encontrar pequeños tesoros, como una caricatura de Lorenzo Homar titulada “Donald Thompson dirigiendo ‘Urayoán’”, la cual, según comentó, inmortaliza un hito en la historia musical de Puerto Rico, el ballet Urayoán, producido por el ICP y presentado en el Teatro Tapia en 1960.

También apreciará un busto de Eugenio María de Hostos, de Compostela; “Baile de bomba”, de Epifanio Irizarry, así como “Vita Cola”, de Rafael Tufiño, que presenta a dos niñas pobres en el Caño Martín Peña que han arreglado un agujero de su casa con un anuncio de refresco.

“Hoy en día sigue viviendo gente en esas mismas condiciones de pobreza y en ese mismo lugar, por lo cual no solamente estamos viendo obras de arte interesantes y doblemente apreciadas por haber sido ser parte de esta exposición, sino que encima nos pueden seguir hablando de manera muy parecida en el día de hoy”, concluyó el curador sobre esta exposición que será una oportunidad única para conocer otro capítulo de nuestra historia cultural.

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