El muro y la grieta: El arte como territorio de simulación

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Así como en Coahuila existen artistas de un talento y aportaciones indiscutibles –abordamos la figura de uno de ellos la entrega pasada–, de unas décadas para acá, el ejercicio de las disciplinas artísticas ha fomentado dinámicas paralelas: un submundo de productos artísticos pretenciosos, insuficientes, tramposos o demagógicos.

Para empezar me permitiré una breve glosa a le entrega del agudo colega Luis Carlos Plata (Vanguardia, 13 ene 2019), donde se despliega la tesis de que en nuestro estado “se simulan los derechos humanos, la vida pública, la indignación, el cambio…) Así, llevando más allá este argumento, cabría plantear una pregunta mayor: ¿Si en Coahuila la dinámica social se mide por sexenios, y en los últimos tres la vida política y social se corrompió a niveles inimaginables, qué tanto de esa corrupción, de esa simulación, permeó hasta el terreno de la cultura y las artes?
Y ya no digamos solamente al terreno de lo institucional, tan sabido como es el truculento papel de las instituciones culturales funcionando como aparatos de propaganda, o los grises operadores políticos y ayudantes convertidos en cabezas de instituciones culturales, o asesores “honorarios” con jugosos sueldos. No, me refiero a la simulación en la vida artística, en el campo de la creación: en la gente que se pretende y presenta como artistas, e intentan todo y de todo, y logran todo: menos arte. 

La ausencia del dibujo

Como ejemplo de ello, hablaré de “Amores imaginarios” de Salvador Aldape, actualmente en la Alianza Francesa. Muestra conformada por un conjunto de aguafuertes impresos con  tinta blanca sobre sustrato claro y dos pinturas en mediano formato que se plantean como reflexión en torno a “explorar la ausencia, el recuerdo, la memoria, todas estas cosas que tienen que ver con lo efímero” (nota de Mauro Marines, 13 de feb). Idea que sería tal vez original si hace más de un siglo un autor como Malévich y sus ideas que conformaron al suprematismo, no nos hubieran ofrecido ya su famosa serie “Blanco sobre blanco (1918) donde, mediante la misma estrategia, proponía, a través de su pieza abstracta, una sensación de fluctuación e infinito. O las famosas pinturas “negro sobre negro”, que a mediados de los 60 pintara el también ruso Mark Rothko.
Mi amigo, el músico y pintor Juan Dalera, decía que son las propias limitaciones las que conforman el estilo de un artista, encaminándolo en una senda más angosta y específica. Sin embargo, el recurso de Aldape no parece obedecer a un discurso genuino, sino al enmascaramiento, es decir,  al ocultamiento de sus deficiencias como dibujante. Porque su dibujo es inepto, de una pobreza pasmosa, algo que el blanco a duras penas alcanza a disimular. Cuestión que cambia en sus piezas de mediano formato, donde el uso de un mayor contraste revela una rigidez e insuficiencia técnica donde se pretende abordar lo etéreo. Así, ni cómo lograr las transparencias que antes hicieran Ponzanelli, o Peña o Rocha. Porque en Aldape no hay una solidez técnica, ni la deformación de su dibujo obedece a la articulación de un estilo: no es el Kokoshka ni el Grosz que se afirman debajo de un Geroca, ni tampoco el autorretrato populoso y repetido –dominado- en las líneas de Armando Meza. Así, la ausencia principal en esta muestra, no es la de un concepto, sino la ausencia del dibujo, es decir, la ausencia del arte. Así ¿Si no hay arte, entonces por qué desbarrancarse más, al pretender validarlo con argumentos impertinentes y seudotéoricos? “Es una deconstrucción de la imagen. Empiezo haciéndola tipo académico y utilizo las técnicas clásicas” (sic)

Si Aldape no está al nivel dibujístico de un Élfego Alor, de un Eleazar Montejano, un Orestes de la Paz o un Omar Campos ¿Porqué proponer esto como arte? Entonces ¿El arte es arte porque el “artista” así lo dice?  ¿Puede ser “arte” un conito de papel? ¿Es “ecológico” el arte porque se mal dibuja un animal sin tinta de color en un muro? ¿Es arte “con preocupación por la naturaleza” sólo por que se incluye –demagógicamente- la palabra desierto en el título de una muestra? ¿En qué estado de calidad técnica –ya no hablemos de lo conceptual– está el arte que se hace en Saltillo? ¿Cuál es el verdadero nivel de autocrítica o de auto condescendencia de nuestros “artistas”? ¿Desde dónde se propone este arte y cuáles son sus discursos y pretensiones?
¿Qué diría nuestro Rubén Herrera ante todo este sinsentido?
Finalmente ¿Quién y bajo qué criterios valida estas propuestas? ¿Es la curaduría o su ausencia también parte de este sistema de simulación? Despliego estas interrogaciones apenas como preámbulo a un tema que abordaré en entregas posteriores.

Autor: Alejandro Pérez Cervantes

Ver más en: https://vanguardia.com.mx/articulo/el-muro-y-la-grieta-el-arte-como-territorio-de-simulacion

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