Ernest Hemingway, el niño cuya madre vestía con falda y disparó desde los 9 años

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Es 1959 y el niño, que se apellida Koon, que tiene casi diez años y se ha criado en un barrio de Buenos Aires (Argentina), lee.

La primera línea del libro es así: “Era un viejo que pescaba solo en un bote en el Gulf Stream, y hacía ochenta y cuatro días que no cogía un pez”.

Una ola estalla en la orilla de su mente. Imagina al viejo, imagina al pez esquivo, imagina el peso —el paso— de los días.

El libro, titulado El viejo y el mar, fue un regalo de su padre. En la contratapa, serio como un militar, con la barba de algodón, está la foto de Ernest Hemingway.

Y cuando Ricardo Koon —el niño que lee, que imagina— la ve, piensa que aquél es el viejo pescador y lo embarga una pena de duermevela.

— A los pocos años llegué a ver la película sobre ese libro, protagonizada por el actor Spencer Tracy. Recuerdo nuestro viejo televisor de caja de madera con imágenes en blanco y negro pasando el filme.

Luego, durante mi juventud, pude leer el libro completo, pero tal vez sin llegar a entender el contenido de la historia, detalles que pude comprender ya adulto.

Ernest Hemingway escribió un clásico de la literatura titulado 'El viejo y el mar'. Foto: Difusión.
Ernest Hemingway escribió un clásico de la literatura titulado ‘El viejo y el mar’. Foto: Difusión. Ernest Hemingway escribió un clásico de la literatura titulado ‘El viejo y el mar’. Foto: Difusión.

Cincuenta y seis años después, Ricardo Koon, el único biógrafo latinoamericano de Ernest Hemingway, autor de El último león, un libro al que dedicó cuarenta años de su vida, llegó a Cuba invitado como conferencista al 15 º Coloquio internacional que lleva el nombre del Premio Nobel.

En Finca Vigía, la casa-museo de Hemingway, fue reconocido por el Gobierno, junto al ja­ponés Hideo Yanashigawa. Esos, claro está, fueron días difíciles para el profesor Koon. Equipaje y aviones. Conferencias y presentaciones.

Los lectores de Hemingway son un continente.

¿Por qué lo titulaste ‘El último león’?

Hemingway fue un héroe, no en el sentido militar, que implica la muerte de los otros, sino en el sentido de que cuando ya ningún libro le salía y todo se le volvía una legión de páginas proliferantes, una forma de silencio final que acecha a todo escritor. Insistió y perseveró, continuando hasta el final.

En el momento en que su incipiente alcoholismo, su psicosis de guerra y paz, y sobre todo sus muchas heridas lograron que ni la mente ni el cuerpo le respondieran, regresó al bosque primordial y recargó la escopeta contra su frente. La última pieza del cazador: él mismo. El último león.

Son mil 44 páginas en las que Hemingway es quien habla. ¿Cuán difícil ha sido meterte en su piel?

Es como cuando un actor debe estudiar su personaje a fondo antes de actuar. Hay que meterse en la familia, en sus amigos, en sus hábitos, gestos y actitudes. Para ello tuve que investigar y leer mucho. A lo largo de casi cuarenta años.

Cada amigo o familiar de Hemingway que fui entrevistando, fue aportando su “granito de arena”, por así decirlo, para ir moldeando el perfil del personaje.

Detrás de la escritura

Ricardo Koon empezó a buscar información desde 1975. Recorrió América y Europa. Conoció, entre otros, a la actriz Ava Gardner y a la bailadora flamenca Pastora Imperio.

A los periodistas José Luis Castillo-Puche y Fernanda Pivano, al guionista Peter Viertel y a su esposa, a la actriz Deborah Kerr, al boxeador Kid Tunero y a Pablo Córdova (confidente de Hemingway en su visita al Perú), a las familias Ivancich, Kechler, Menocal, Cipriani, Mason, Guggenheim, Villarreal y Steinhart.

A los pintores Joan Miró y Salvador Dalí, a los toreros Antonio Ordóñez y Dominguín, a los escritores Rafael Alberti, Robert Graves, Julián Marías y Pablo Neruda.

Ernest Hemingway escribió un clásico de la literatura titulado 'El viejo y el mar'. Foto: Difusión.
Ernest Hemingway escribió un clásico de la literatura titulado ‘El viejo y el mar’. Foto: Difusión.

Frecuentó también a Fernando G. Campoamor, al Capitán Gregorio Fuentes, a Horacio Vázquez-Rial y a Gherardo Scapinelli, sobrino de Adriana Ivancich, su musa italiana. Al hijo de Hemingway, John (Jack), y a sus nietos Margot y John, así como a sus sobrinos Hilary y Ernest Mainland y Valerie Danby-Smith.

Con la información reunida empezó a escribir, de manera oficial, hacia 1986.

¿A qué documentos tuviste acceso para elaborar la ‘autobiografía’ de Hem?

Yo creo que la vida de Ernest Hemingway nunca va a estar completa.

Siempre surgirán documentos, fotografías e información que en muchos casos se encuentra en distintas instituciones que acaparan el material y que están a cargo de personas sin ninguna relación con Hemingway, y de las cuales son sólo simples administradores.

Otras ocasiones, son inaccesibles a los investigadores.

Solo podemos acceder a información superficial de uso público, a veces sin un valor añadido, que no aportan casi nada a lo que ya sabemos: archivos familiares, dossier de la Clínica Mayo y/o del FBI (desclasificado parcialmente), bitácoras de viajes, registros de pasajeros de hoteles y fotografías.

Esos administradores no entienden que hasta un simple recibo, un cheque, una factura, una dedicatoria, una fotografía, un registro de hotel sirve para seguir los pasos de Hemingway, ya sea por fechas, lugares y/o nombres de otras personas que lo trataron, así como identificar a distintas personas en fotos.

Aún resulta difícil por cuanto ya casi no quedan sobrevivientes que hayan tratado a Hemingway, a excepción de su hijo Patrick, Aarón Hotchner, Valerie Danby-Smith, entre otros.

Sea como fuere, de Hemingway se ha dicho mucho. ¿Cuánto influyeron en él las secuelas de sus padres? Su madre lo vestía con ropas para niña, por ejemplo, y él llegó a detestar a su padre.

Su padre fue su ídolo de infancia y juventud. Compartían las aventuras al aire libre en los bosques y lagos de Michigan. Siempre le apoyó aunque nunca le inculcó el hábito de la lectura porque quería que su hijo fuese médico y no escritor, pero Hemingway leía a escondidas.

Y odió la pasividad de su padre por acobardarse ante determinadas situaciones familiares y por haber elegido el camino del suicidio.

En cambio su madre fue más puritana y enérgica. Nunca quiso hijos varones y lo vistió de niña solo cuando tenía menos de dos años para que se pareciese a su hermana mayor. La relación con ella nunca fue buena en toda su vida, como tampoco fue buena la relación entre ambos padres.

Historia de un final suicida

Antes de suicidarse en Ketchum, Idaho, el 2 de julio de 1961, Hemingway llevaba publicados alrededor de una veintena de libros y cuentos.

Fue corresponsal de guerra, vivió en Key West, La Habana y Ketchum (Estados Unidos), visitó varios países.

El mar lo fascinaba y Cuba era el lugar donde podía encontrar tranquilidad interior.

“No se puede mentir ante el mar”, decía Hemingway, que había tenido una infancia perturbada y tuvo que madurar a la fuerza, casi por necesidad, en la familia de un médico y una estudiosa de música obsesiva con la que nunca se llevaría bien.

Ernest Hemingway escribió un clásico de la literatura titulado 'El viejo y el mar'. Foto: Difusión.
Ernest Hemingway escribió un clásico de la literatura titulado ‘El viejo y el mar’. Foto: Difusión.

Le apasionaban las corridas de toros y no le gustaba dar discursos en público. Era bipolar. Manejó armas desde los nueve años. Escribía para no morir, pero moría cuando escribía.

Era fuerte, corpulento y atlético. Se deprimía fácilmente y, cuando eso sucedía, solía tener un mal carácter. Era alcohólico y en toda su vida se accidentó varias veces, nunca bajo los efectos del alcohol.

Hemingway tiene cicatrices desde la punta de la cabeza hasta la punta de su pie derecho. Podría decirse que la historia de su vida está grabada en su cuerpo”, han dicho sus estudiosos. Su padre y su abuelo habían sido suicidas y le seguirían dos de sus hermanos y su nieta. Se divorció tres veces. Se casó cuatro.

“Fue un hombre sencillo que respetó la verdad, las cosas simples y la honestidad. Un hombre que comía y bebía más a gusto en compañía de pescadores, boxeadores, jugadores de béisbol y gente común, que con escritores o intelectuales”

Hemingway dijo que para él no existía sino una manera de explicar las cosas: decir toda la verdad acerca de ellas, sin callar nada; decir al lector la manera en que todo sucedió realmente, el éxtasis, el dolor, el remordimiento y el estado del tiempo, y con un poco de suerte, el lector logrará llegar al centro mismo del asunto”.

Visita al Perú

El 16 de abril de 1956, Pablo Córdova Ramírez se levantó antes de las seis de la mañana para esperar a los visitantes que llegarían a Cabo Blanco.

Había tenido días cargados: Sigmund Prater, su patrón y además administrador del Fishing Club, le había ordenado limpiar el hotel porque iba a llegar alguien famoso y él, atento, se intrigó por la noticia.

La noche anterior se había acostado cansado, pero apenas asomó a la calle esa mañana pudo reponerse viendo la claridad del otoño. Córdova Ramírez llegó temprano al trabajo pensando que solo así sería uno de los primeros en saludarlo, pero tuvo que esperar más de dos horas para tenerlo frente a frente.

El avión, procedente de La Habana vía Miami y Panamá, descendió a las ocho de la mañana en un campo de la Internacional Petroleum Co., en Talara.

El aeropuerto había sido construido por la marina de Estados Unidos en lo que fuera una base militar norteamericana denominada El Pato. Del Douglas DC-7B de la aerolínea Panagra, propiedad de la Grace Line, salió Hemingway saludando a una fila de personas que coreaba su nombre.

A un lado, Mary Welsh, su esposa, caminaba enfundada en un sastre plomo elegante, acompañada de dos de los amigos de Ernest: Gregorio Fuentes y Elicín Argüelles.

En el vuelo los acompañaron también Minner, director de la filmación, los esposos Kip y Chisie Farrington, y el industrial cervecero y banquero peruano Enrique Pardo Heeren, presidente del Fishing Club Cabo Blanco, hijo del que ex presidente José S. Pardo y Barreda, y casado con la modelo islandesa Rita Jean Tennant.

Dos días antes de ese lunes de abril, un equipo técnico de la Warner Bros., había llegado para las filmaciones, pues en Cabo Blanco (Talara) iban a rodarse parte de las secuencias de pesca del gran marlin para la película El viejo y el mar. Lo demás es historia conocida.

— (Sobre esta visita) me he basado principalmente en los testimonios del capitán de Hemingway, Gregorio Fuentes, con quien compartí muchas charlas durante años. También de algunos pescadores que le acompañaron, entre ellos Pablo Córdova y los Tume. Los demás datos recogidos hubo que revisarlos a fondo ya que hubo muchas inexactitudes.

Mi visita al Fishing Club en 1976 fue una decepción. Encontré el sitio semi destruido y en total estado de abandono. Estimo que alguna institución o autoridades deberían recuperar el edificio y transformarlo en un museo o lugar histórico. Muchas historias y personajes han pasado por ahí. Y por lo que pude ver por fotografías actuales sigue igual.

¿Es verdad que Hemingway escribió a una amante desde Cabo Blanco?

No me consta que en 1956 tuviese una amante. Era ya un hombre semi destruido.

Los accidentes en África le afectaron mucho en los años siguientes y su salud ya no era la misma.

Algunas fotos en el Fishing Club lo muestran como un hombre muy delgado y agotado. Sus fuerzas ya no eran las mismas, hasta el punto que en dos oportunidades cayó al mar mientras sostenía la caña, aguantando la fuerza de algunos marlines, debiendo ceder el puesto a su amigo Elicín Argüelles.

Solo recuerdo que escribió unas pocas cartas a algunas amistades, entre ellas a Fernanda Pivano.

Has contado que llegaste a Hemingway por El viejo y el mar, ¿cuánto influyó eso en ti?

Tal vez, por analogía, la historia tuvo que ver con mi propia vida. Me propuse investigar la vida de Hemingway y no me rendí hasta lograr mi objetivo: rescatarlo como persona, hijo, esposo, padre, tío y abuelo. El último león es mi gran pez.

Autor: Luis Paucar

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