Amor, pasión y mitología en el Museo del Prado

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La exposición ‘Pasiones mitológicas’ reúne en el Museo del Prado obras de Tiziano, Veronese, Allori, Rubens, Ribera, Poussin, Van Dyck y Velázquez

La mitología ha sido, desde siempre, uno de los temas recurrentes de la Historia del Arte. Pintores de todas las épocas han plasmado sobre el lienzo su particular visión de los dioses. Y lo han hecho, a menudo, dejando volar su imaginación. Al fin y al cabo, la mitología permitía a los artistas una mayor libertad creativa en comparación con las temáticas religiosas.

El Museo del Prado acoge, hasta el próximo 4 de julio, la exposición Pasiones mitológicas: Tiziano, Veronese, Allori, Rubens, Ribera, Poussin, Van Dyck, Velázquez. Una muestra con la que el Prado recupera sus exposiciones temporales y que se podrá disfrutar en la sala C del edificio Jerónimos.

La exposición constituye una ocasión irrepetible para contemplar una exquisita selección de la pintura de este tipo realizada en Europa en los siglos XVI y XVII, ya que es la primera vez que se pueden ver todas estas obras juntas gracias a la colaboración del Prado, la National Gallery de Londres, las National Galleries of Scotland y el Isabella Stewart Gardner Museum. En total, se pueden ver 29 obras (27 pinturas, una escultura y un libro) que plantean un singular recorrido por el amor mitológico, que por momentos se torna carnal e incluso erótico. Porque el nombre elegido para la exposición no es casual: las obras escogidas ahondan en las pasiones sexuales de los dioses. Al fin y al cabo, tanto en la mitología griega como en la romana el amor, el deseo y la belleza están íntimamente relacionados y dominan las vidas tanto de los dioses como de los humanos.

La bacanal de los andrios de Tiziano

Óleo sobre lienzo, 175 x 193 cm, 1523-26, Madrid, Museo Nacional del Prado

A mitad de camino entre ambos, los reyes. Entre los monarcas, así como entre los grandes coleccionistas, existía en aquel tiempo una gran demanda de piel expuesta. Pinturas subidas de tono con las que podían recrearse en sus estancias privadas.

Entre los préstamos más relevantes de la exposición se encuentran una Venus y Cupido pintada a partir de un dibujo de Miguel Ángel, Andrómeda y Perseo de Veronese o Paisaje durante una tormenta con Píramo y Tisbe de Poussin. Pero, a buen seguro, la gran atracción de la muestra son las llamadas Poesías que Tiziano pintó para Felipe II. Seis cuadros que se reúnen en España por primera vez desde el siglo XVII, y que pese a su profunda religiosidad cautivaron al hijo de Carlos V.

Tiziano fue, de hecho, uno de pintores que más impacto tuvo en la reelaboración de la tradición grecorromana en el Renacimiento, y por ello es el principal protagonista de esta muestra. Además de las pinturas para Felipe II, los conjuntos de escenas mitológicas que realizó para el duque de Ferrara entre 1516 y 1524 se encuentran entre las más célebres e influyentes de su tiempo. A sus pinturas se unen otras obras clásicas de la propia colección del Prado como Las Hilanderas de Velázquez o Las tres Gracias de Rubens, que este proyecto ayuda a contextualizar.

Es precisamente ese verbo, “contextualizar”, una de las palabras clave para entender esta exposición. Pasiones mitológicas ha despertado una cierta polémica al entender que algunas de sus obras presentan la violación de forma aséptica y estetizada, casi romántica, contribuyendo así a justificarla. Asimismo, todas son obras de gran formato y con mujeres como protagonistas, desnudas o semidesnudas. “Aplicar los criterios y valores morales de hoy a lo que se hizo hace 400 años es un anacronismo, que es uno de los peores pecados de los historiadores del arte”, ha declarado a este respecto Miguel Falomir, director del Museo del Prado y comisario de la exposición junto con Alejandro Vergara.

Perseo y Andrómeda de Paolo Veronese

Óleo sobre lienzo, 260 x 211 cm, h. 1575-80, Rennes, Musée des Beaux-Arts

Más allá de la anécdota, los responsables de la muestra han querido hacer hincapié en su enorme relevancia. “La organización de esta exposición plantea un doble mérito, por un lado, la reunión de uno de los conjuntos artísticos más bellos, complejos e influyentes de la pintura europea, y por otro, el esfuerzo de los trabajadores por lograrlo en plena pandemia”, ha señalado Falomir.

En el recorrido por la exposición se puede ver a Europa a lomos de Zeus convertido en toro, antes de ser violada; a Venus tratando de impedir, sin éxito, la muerte de su amado Adonis; Dánae sobre una cama desnuda mientras cae una lluvia dorada de monedas, o Perseo descendiendo de los cielos para rescatar a Andrómeda de un terrible monstruo. Todas son obras de gran formato y con mujeres, desnudas o semidesnudas, como protagonistas. No es difícil imaginar por qué estos cuadros se solían ubicar en habitaciones especiales para disfrute de monarcas ni por qué hoy siguen llamando la atención por su sexualización y vejación de la imagen femenina.

En este sentido, recuerda Sheila Barker en el catálogo de la exposición que la Venus del espejo de Velázquez fue apuñalada con un hacha de carnicero corta en 1914 por Mary Richardson, una conocida defensora del movimiento sufraguista femenino en Reino Unido, lacerando repetidamente el lienzo. “Parece ser que la propia Richardson explicó su elección cuando habló de cómo los hombres contemplaban el cuadro con placer lúbrico, y muchos años después aún recordaba con repulsa que los visitantes masculinos de la galería se pasaban el día entero mirándolo boquiabiertos. A diferencia de ellos, Richardson apreciaba el cuadro de Velázquez con una sensibilidad estética intelectualizada y veía en él una «imagen de la mujer más hermosa de la historia de la mitología». El contraste entre su reacción ante la obra de arte y la forma en que la veían los hombres indica que se fijó en este cuadro por la singular manera en que afectaba a estos últimos, catalizando así una división entre el público de los museos en función del género”.

Ahonda Baker en la mirada masculina hacia las mitologías femeninas, desde Giulio Romano, quien decía que los desnudos de Correggio “parecen carne y no pintados”, hasta Lodovico Dolce, que escribió sobre la Venus y Adonis de Tiziano que “no se encuentra hombre tan agudo de vista y de juicio que, viéndola, no la crea viva, ni a nadie tan enfriado por los años o tan duro de complexión que no sienta calentar, enternecer o conmover en las venas toda la sangre» o la reflexión de Goffen que recoge Baker sobre si en las mitologías eróticas es la mirada masculina la que cosifica a las mujeres del cuadro o al propio observador poniendo el foco en el poder del artista para controlar las sensaciones y emociones del que mira.

Baker concluye que, no sin razón, “algunos visitantes podrían cuestionar si las imágenes de «raptos» mitológicos pueden transmitir los valores de inclusión y democracia. ¿Qué pueden hacer los museos para mitigar estas tensiones? Al arrojar luz sobre la historia de una obra y al utilizar los textos de sala para dar forma a su contexto interpretativo, los museos pueden poner al descubierto los mecanismos que confieren al arte su capacidad de persuadir, emocionar y deleitar al espectador. Todos  podemos —y tal vez todos deberíamos— participar en un diálogo abierto sobre las formas en que el arte visual condiciona nuestras creencias, emociones, acciones, deseos y, sobre todo, nuestras pasiones”.

Venus y Adonis de Paolo Veronese

Óleo sobre lienzo, 162 x 191 cm, h. 1580, Madrid, Museo Nacional del Prado

Autor: Daniel Cabezas
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