Festival de Cannes: la ovación del público a `La hierba seca´ la sitúa como favorita para la Palma de Oro

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Ceylan describe el angustiante mundo de un profesor de escuela media, «enterrado» en un remoto, aislado y nevado pueblito de la Anatolia oriental

Ernesto Pérez

Cannes 

La ovación unánime que saludó el fin de la proyección de Kuru Otlar Üstüne (La hierba seca) en la inmensa sala Louis Lumière del palacio del Festival de Cannes, de más de dos mil localidades llena hasta el tope, consigna al décimo largometraje del cineasta turco Nuri Bilge Ceylan como el primer firme e indiscutido candidato a la Palma de Oro que se entregará el 27 de mayo.
Ganador ya en Cannes del máximo galardón en 2014 por Winter Sleep, Sueño de invierno (además del Gran Premio Especial del Jurado en 2003 por «Uzac» y en 2011 por Érase una vez en Anatolia, el premio de la crítica extranjera FIPRESCI por Los climas en 2006 y el de la mejor dirección en 2008 por Tres monos), Ceylan describe el angustiante mundo de un profesor de escuela media, «enterrado» en un remoto, aislado y nevado pueblito de la Anatolia oriental que espera vanamente ser trasladado a la capital o por lo menos a otro ambiente más hospitalario.
Así como Bartleby es el símbolo de la resistencia y Oblomov el de la inactividad en literatura, lo será el Samet de la mediocridad en cine, magníficamente encarnado por el búlgaro Deniz Celiloglu, también él serio candidato a la Palma de Oro por la mejor actuación masculina.

Otro excelente candidato a los premios finales, aunque no con iguales atributos, es The Zone of Interest del inglés Jonathan Glazer, con su escalofriante retrato de la vida apacible del comandante de Auschwitz, Rudolf Höss, que ha construido un feliz hogar al costado del campo con su muy germana familia de mujer, tres hijos, suegra, perro y servidumbre varia, perfecta ilustración de la banalidad del mal, definida así por Hannah Arendt durante el proceso a Adolf Eichmann.

Un tema interesante como el de dos adolescentes voluntarias del terrorismo islámico, visto a través de los ojos de su madre y sus dos hermanas menores, narrada por la tunecina Kaouther Ben Hania en Les filles d’Olfa, pierde un poco de su fuerza al decidir la directora que fueran las mismas madre y hermanas que se interpretaran a sí misma, con dos actrices en lugar de las acólitas de la Jihad.
Al inicio de su cuarto período lectivo de profesor de dibujo, Samet empieza a perder las esperanzas de ser trasladado a Estambul y empieza a conspirar contra sus presuntos y más resignados rivales y a ensañarse con sus alumnos, sobre todo con su preferida, a la que después de haberle hecho muchos regalos, ahora llega hasta a echarla del aula.
Samet, al contrario de muchos mediocres, es muy consciente de su mediocridad y por ello es aún más criticable la búsqueda de su promoción a través de ruines maniobras. Entre sus rivales, está un campesino y una comunista, víctima de un atentado que la ha dejado con una pierna artificial y con la que tiene una larga discusión, al reprocharle ésta que no se comprometa con la realidad que lo circunda.
Tras esta discusión que terminará en el lecho –precedida por una extraordinaria escena en el que el actor se reúne con el equipo de filmación como si el director quisiera decirnos que todo es una ficción–, Samet contará a su rival su noche erótica, bien sabiendo que con esto destruirá la posible relación con la maestra comunista.
Ceylan no es hombre de definidas posturas políticas, pero el mundo aislado, inmóvil y mediocre que describe puede aplicarse muy bien a la Turquía de Erdogan de hoy.
Adosado al infierno de Auschwitz surge un paraíso en la mansión del comandante del campo con piscina, flores, frutas y verduras donde, sobre todo Frau Höss, recibe a sus amigas, a su madre, vigila a hijos, perro y servidumbre mientras su marido cumple funciones de representancia, el todo a la luz del eterno resplandor de los hornos y al sonido de los continuos disparos.
Las conversaciones giran en torno a los temas más triviales y cotidianos hasta que la amenaza de un traslado alarma a la dueña de casa, cuya única obsesión es conservar su reino y pensar en un futuro agrícola a guerra ganada por Alemania.
Así como El hijo de Saúl daba una novedosa mirada al Holocausto, a través del trabajo de los judíos que se ocupaban de los hornos, The Zone of Interest nos traslada al mundo de la burocracia que se abstrae del exterminio que está cometiendo, considerándolo un simple deber patriótico.
Olfa Hamrouni es una madre tunecina que ve como dos de sus hijas mayores endosan primero la burka, se hacen integristas y, finalmente, se incorporan a la lucha terrorista, casándose con cabecillas de la Jihad.
Condenadas a 15 años de prisión en Libia, las dos esperan ser extraditadas a Túnez a instancias de la propia madre que aún se interroga, junto a sus hijas, sobre lo que han hecho o dejado de hacer para que sus hijas hayan abrazado la causa de la Jihad.
Aprovechando la habitual presencia mediática de Olfa y sus dos hijas, la directora hacer que las tres se hagan esas preguntas delante de su cámara, pero la interesante estratagema quita fuerza al mensaje que hubiera merecido una narración dramática y no una mirada documentalista.

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