Un delincuente tierno y otro delirante, amor por los autos, rutas, sexo y música forman la novela de Leonardo Oyola.
El tipo habla con Dios. Es un ladrón, un asesino pero, en la cárcel, se ha convertido en el pastor de su pabellón y Dios le habla. ¿Qué le dice? Cosas como «Cuídame bien, que lo mío es serio/ Quiero que estés a mi lado esta vez/ Voy a fumar mientras te espero». Sí, las canción de Los Pericos. Los caminos de la literatura son inescrutables.
El tipo es Noé, uno de los protagonistas de Chamamé, la intensísima novela de Leo Oyola (Isidro Casanova, 1973). El otro protagonista es el Perro, que compartió con Noé algunos atracos y el pabellón de los evangelistas.
Novela de bandas, de tiros, de algún amor tierno y bastante sexo cruel, de mucha sangre. Novela tajeada por la música tanto como por la violencia. Y recorrida, a los piques, en autos que levantan polvo por los caminos correntinos, con el Perro al volante de la Chevy con la que tiene un romance. Tan rápido, tan revuelto, tan descarnado como la novela toda.
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