Valentí Puig, Albert Vidal, el digital ‘Catorze’, la Fundación Pau Casals, la Festa Major de Gràcia y Hausson, entre los galardonados
La entrega de la décima edición de los Premios Nacionales de Cultura, que cada año otorga el Consell Nacional de la Cultura i de les Arts (Conca), se ha convertido en el vehículo de la reivindicación del poder del lenguaje y la cultura “en unos momentos complejos y convulsos en los que hay que poner en primer plano el papel de la cultura en el pasado y en el futuro”, en palabras de Carles Duarte, presidente de la institución. Pese a que se trataba de un acto de celebración de unos premios que anualmente reconocen el valor y la excelencia de las diferentes disciplinas de la cultura, la reunión entre los premiados y los miembros del Conca ha generado un debate sobre la situación actual de la cultura y de, forma más tangencial, del panorama político de Cataluña. Entre los reconocidos con los Premios Nacionales de Cultura de este año se encuentran personalidades como el escritor Valentí Puig, el actor Albert Vidal, el ilusionista Hausson, el poeta Jordi Pàmias, la artista conceptual Fina Miralles, la publicación digital cultural Catorze, la Fundación Pau Casals, la organizadora de la Festa Major de Gràcia, la artista conceptual Fina Miralles, el director escénico Josep Anton Codina y el Centre de Titelles de Lleida. Los galardonados reciben una insignia del Conca y una dotación económica de 15.000 euros.
El escritor mallorquín Valentí Puig, premiado por su amplia trayectoria literaria, ha sido uno de los más claros en su diagnóstico: “nos encontramos en un momento de desconexión de la cultura catalana y la sociedad”. Después de agradecer el premio, Puig se ha referido a que se está viviendo una “destrucción del lenguaje”. Algo que, en su opinión, tiene que ver con el impacto de otras tendencias, como el consumo de series de televisión o la simplificación de la comunicación en las redes sociales. “Tal vez deberíamos preguntarnos por qué los escritores no sabemos conectar con los lectores”, añadió Puig que defendió el trabajo del Conca, institución de la que dimitió hace tres años por su disconformidad con la deriva independentista del Gobierno catalán encabezado por Artur Mas. «El ser humano es un animal lingüístico y el pensamiento se basa en la palabra. Yo entiendo que la imagen es importante pero la palabra es la construcción de la realidad», ha insistido Duarte.
Más positivo ha sido en análisis de la situación el actor Vidal, con una trayectoria teatral que le ha llevado a compartir experiencias con Dario Fo hasta su etapa de arte telúrico, que ha reivindicado “el país que defiende con fuerza sus raíces, algo que nos ha llevado a un nuevo reconocimiento de las artes y la cultura”.
El veterano poeta leridano Jordi Pàmias ha hecho una defensa cerrada de la profesión de maestro -que ha ejercido durante más de tres décadas dando clases de bachillerato en un instituto – y “ahora que parece que alguien la cuestiona, hay que apostar por la inmersión lingüística, imprescindible para la supervivencia del catalán». El ilusionista Hausson, uno de los renovadores de la magia actual de la mano de Joan Brossa, ha afirmado que, si pudiera, “haría desaparecer la hipocresía del mundo”. “Me preocupa la tendencia, y no solo en política, de decir unas cosas y hacer otras muy distintas”, ha añadido el que es uno de los artífices de la magia elegante.
Cultura en positivo, sin mensajes negativos. Esa fue una de las ideas fundacionales del magacín digital cultural Catorze, según ha explicado la periodista Eva Piquer, su directora y fundadora: “Se necesitaba tener un grado de inconsciencia importante hace cuatro años para poner en marcha una publicación digital en medio de la crisis económica, especializado en cultura, en catalán y, además, dirigido por una mujer”.
Para Jordi Pardo, uno de los responsables de la Fundación Pau Casals, uno de los problemas es que personalidades muy populares de la cultura catalana, como lo es la figura de Casals, en realidad es más conocido en Japón o en otras partes del mundo más que por los propios catalanes. Impulsores de la casa-museo en El Vendrell (Tarragona) y de becas internacionales que llevan el nombre del violonchelista, a la Fundación le preocupa la “autocomplacencia” y la falta de aprecio de los valores culturales, en palabras de Pardo.
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