El autor dominicano participó del Festival de la Palabra
Su papá leía poesía después del almuerzo. Hoy Frank Báez (República Dominicana, 1978) lo recuerda y le parece rarísimo, o cuanto menos inusual. Pero ni tanto.
Fue su padre quien lo introdujo a la poesía, a la lectura y la escritura, y son las evocaciones que esta figura le provocan, las protagonistas de la mayoría de las crónicas contenidas en su libro “Lo que trajo el mar”, publicado en Puerto Rico por Ediciones Aguadulce en agosto del año pasado.
Antes del huracán, el escritor dominicano visitó el país y presentó aquí este libro, a través del cual quiere insistir en esa misión que parece imposible: que como caribeños nos acerquemos más, nos conozcamos más.
Báez es poeta, cronista y narrador, y tiene a su haber unos seis libros de poesía, siendo el más reciente “Este es el futuro que estabas esperando” (Editorial Seix Barral, Bogotá, 2017), un libro de cuentos y varios libros de crónicas.
Fue seleccionado recientemente como parte del grupo Bogotá 39, que destaca los mejores autores de la región menores de 40 años. Su obra lleva años resonando dentro y fuera de los circuitos latinoamericanos, siempre enfatizando en su conexión con el Caribe y sobre todo el Caribe isleño.
“Es una de las tareas que tenemos pendientes como generación, unirnos más. El Caribe es demasiado disperso. Por ejemplo, una vez me mandaron un trabajo de una revista de afuera sobre las Islas Caimán, un tema de evasión fiscal. Pensaban que como yo vivía en la República Dominicana era baratísimo el traslado. Pensaban que casi que nadaba. Pero cuando supieron de los costos de la visa británica, que había que viajar por Miami comprendieron lo complicado que era. Aquí estamos cerca, pero al mismo tiempo muy lejanos”, ejemplifica Báez, ojos grandes, estatura alta, voz pausada, reflexiva.
Al pensar en Haití y Jamaica surge la barrera del idioma, luego las barreras políticas con Cuba y Puerto Rico, y la división continúa con los distanciamientos, que no son otra cosa que la gran herencia colonial de la zona.
“Y ese es el gran Caribe isleño, porque a veces uno ni sabe cuántas islas son, no lo tiene uno ni claro. Y eso realmente es muy interesante, que en una zona en la que han pasado tantas cosas, en la que se originó el mundo como lo conocemos con la mezcla de razas y el genocidio, estemos tan distanciados. Le toca al arte unirnos”, enfatiza toda vez que hace un llamado a que más editoriales se interesen por publicar compilaciones que integren la obra de autores de la región. Después de todo, es el mismo mar el que nos trae las cosas.
“A ver si cae algo”
Y eso nos lleva a su libro de crónicas, una compilación entrañable en la que exploramos instancias de su niñez y adolescencia, así como descubrimientos de vida y del camino de un escritor.
De algún modo, el libro es, a su vez, una reflexión sobre su modo de escribir crónicas. Está ahí, el autor, “sentado esperando a ver si cae algo”, como quien espera la pesca o lo que expulsarán las olas. Una pasividad activa, un esperar con conciencia de lo posible.
Trabaja sus crónicas con una primera persona fuerte. “Hay mucho de involucrarte en el medio para entender mejor la realidad. Hay un sujeto activo con lo que está pasando”, explica Báez, quien suele trabajar otro tipo de textos periodísticos, pero huye de lo que llama “una repetición infinita”. “Cuando alguien va a hacer una entrevista, lee entrevistas previas hechas a esa persona y muchas veces lo que ocurre es que se repiten las mismas preguntas y se repite la historia hasta el infinito”.
De aquí que confíe y apueste a la experiencia propia a la hora de armar sus crónicas. “Mi experiencia también cuenta… No existe el narrador objetivo total que llega a un sitio sin un mundo previo. Cuando llegas, llevas tu experiencia y la comparas”, explica y pone como ejemplo una de las crónicas titulada “Una ciudad llamada Trujillo”. “Ahí había un peso histórico que te llama”.
Y es que es imposible ignorar los valores simbólicos de las cosas y muchas veces el periodismo tradicional pareciera rechazar esas conexiones. En su obra, ocurre entonces todo lo contrario. El símbolo nutre y refuerza, ofrece filtro para leer el mundo.
Un tema que llama la atención en esta colección de crónicas es el modo en que el autor elabora en torno a su masculinidad. Hay ternura, hay intimidad. “Uno trabaja también con los prejuicios que tiene encima, con las preconcepciones un poco para conocer esa realidad que está fuera de uno. Hay mucha instrospección, un poco de autopsicoanálisis… Para contar esa realidad a tu manera tienes que revertir los modelos, lo que se piensa que es un hombre caribeño, lo que debe ser, lo que debe sentir”.
Esto no iba a ser un libro, fueron textos publicados en distintos medios, editados por distintos editores de toda América Latina. Pero fue la muerte de su padre el catalítico para que, junto a la labor de la editorial puertorriqueña Aguadulce, pudieran ver el libro, encontrar ese hilo conductor entre tantos textos.
También hay decisiones claras respecto al estilo siendo poeta y narrador. “Para moverte de género en género hay que saber la regla de ese género”. A veces, ocurren sorpresas. “Me planteo una crónica y lo que quedó es un poema”. Después de todo, no hay remedio, el mar traerá lo que la ola escoja.
Ver más en:
https://www.elnuevodia.com/entretenimiento/cultura/nota/elescritorfrankbaezfluyecomoelmar-2413012/