Gimferrer: «Fuera de lo literario me intereso muy poco»

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El escritor abunda en ‘Las llamas’ en algunas de sus obsesiones (el amor, la muerte, el paso del tiempo) en su nuevo libro de poemas, donde vuelve a la imagen y el ‘collage’ poético como eje de su escritura.

Pere Gimferrer escribe los poemas en oleadas, en tiempos cortos donde la concentración de escritura es alta. Muy alta. A veces no llega al año y tiene un conjunto que da forma a un libro. Versos que mantienen a veces una poderosa relación con el extravío verbal, con el hallazgo, con la imaginería insólita, con la autenticidad. Es una disciplina de trabajo poco común. Pero en Gimferrer domina la singularidad: de criterio, de talento, de lecturas. El último de sus libros se titula Las llamas, publicado por la colección Vandalia de la Fundación José Manuel Lara, y en él despliega de nuevo algunas de sus obsesiones, como en ondas de estanque.

En este caso, el amor y la muerte. Pero más aún el poder del amor como conjuro contra el discurrir del tiempo que empuja hacia la vejez, abolida por la fuerza del vivir luminoso junto a quien se ama: «Dame la vida en este anegamiento,/ tú, espoleta en la luz de amanecer». En este caso, Cuca de Cominges, la mujer del poeta, que es alfanje contra el galope de la edad y sus esquinas de sombra. Este conjunto de poemas de Gimferrer tiene su intensidad, también, en la capacidad reveladora y transformadora del lenguaje. Como si el poeta se refundara a sí mismo en imágenes que son un collage que sólo es posible asumir desde el territorio de una radicalidad íntima y concentrada.

– ¿No hay aquí un tono algo más agónico y a ratos solar?

– Si entendemos la agonía en el sentido unamuniano de lucha, sí. Estos poemas están dentro de ese espacio. Pero no de una agonía entendida como paso previo a la muerte.

– Aunque sí como una condición febril.

– Eso ocurre en mí cuando escribo libros con una unidad compacta, como en este caso. Libros donde los poemas son pequeñas unidades breves y abstractas. En este caso son fragmentos muy esencializados, incluso complejos por los ritmos que exige el poema. Es como un conjunto de instantes que se exprimen a sí mismos de un modo muy restallante.

– Pero aquí vuelve a estar muy en primer plano, como en algunos de sus trabajos anteriores.

– Bueno, ahí diferencio entre mi vida y la biografía hipotética del autor de los textos. Fuera de lo literario me intereso a mí mismo muy poco.

En este sentido, Gimferrer se sitúa (una vez más) cerca de la estela de Juan Ramón Jiménez. Del Juan Ramón del poema Espacio: «¿Quién sabe más que yo, quién, qué hombre o qué dios puede, ha podido, podrá decirme a mí qué es mi vida y mi muerte, qué no es? Si hay quien lo sabe, yo lo sé más que ése, y si quien lo ignora, más que ése lo ignoro. Lucha entre este ignorar y este saber es mi vida…». Ahí es donde actúa buena parte de la poética del autor de Arde el mar.

Escritos entre noviembre de 2016 y marzo de 2017, el poeta se mueve aquí con ímpetu de sujeto liberado o libertario. En el cuerpo de los poemas hay guiños y gestos injertados, versos de otros (Garcilaso, Calderón, Lorca, Christina Rossetti), referencias cinematográficas, o un poema (Like a Prayer) donde Gimferrer exhibe en el título su gusto por Madonna o el eco de Guillermo de Torre en Giraluna.

«No distingo entre alta cultura y cultura popular. Todo se equilibra. Madonna me gusta. Vi el concierto de Torino en directo por televisión. Fue estupendo». No es fácil descifrar el alcance de sus prestidigitaciones estéticas. Hacia dónde encaminará las imágenes o el complejo proceso creativo sobre el que se sostienen.

En estos poemas no hay rastro de actualidad política, recurso que no es ajeno a la poesía de Gimferrer. «Las vicisitudes políticas de las que hoy hablamos no son las que había un poco antes de empezar a escribir ni tampoco después, así que no he sentido necesidad de hacer referencia alguna. No sería muy compatible aquí». En el epílogo, Aurora Egido sostiene que Las llamas «presupone una larga noche, ni serena ni oscura, sino hermana del día, en contradanza».

No es un libro que permita un acceso fácil a su centro, pero es un golpe de poesía que no teme el peligro y genera una imantación hacia su propio laberinto. «Lo difícil no es entender, sino que le guste a uno. Esta frase se corresponde con lo que puede ser para el lector este libro. La leí en una crítica que publicó la revista Cahiers du Cinéma cuando se estrenó El ángel exterminador de Buñuel. Me interesa más que la comprensión del poema, la captación de sus variaciones sensoriales, de las imágenes yuxtapuestas». Gimferrer cree más en la verdad contagiosa de la emoción. En la impresión que algo deja y cómo ésta sedimenta, dando lugar a emociones nuevas. O renovadas.

Aunque nada resulta accidental o improvisado en su escritura, sino que todo responde a un proyecto literario muy bien articulado desde el origen. (Aunque si le preguntas, lo niega). Tiene algo de agente doble de su propia expedición por las letras. Y en toda su escritura hay una luz o un sol como filtrado por sí mismo, por el cristal emplomado de sus sabidurías. Eso le concede una expresión que no tiene raíz en nada concreto, sino que se dispersa y abraza muchas culturas a la vez. «…Mi vida no sé en qué se ha sostenido, pero sí en el espejo de mis/ ojos, pero sí en estos ojos,/ cuando piden vivir en la furia del viento despejado».

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http://www.elmundo.es/cultura/literatura/2018/04/11/5acd5932ca474185568b4662.html

 

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