Carteles, publicidad, fotomontaje, edición, ilustración… prácticamente ningún ámbito del diseño se le resistió a Roman Cieslewicz, cartelista fundamental en su país, Polonia, antes de irrumpir con gloria en la escena gráfica francesa. Vivió entre 1930 y 1996 y nos dejó centenares de imágenes que escudriñan el mundo que conoció y que dan testimonio de su firme compromiso con su tiempo, de su atención a la actualidad.
Cerca de setecientas de ellas las ha reunido el Museo de Artes Decorativas de París y desde hoy forman parte de “La fabrique des images”, una muestra que aborda, desde un enfoque tanto cronológico como temático, la obra extensa de Cieslewicz, que continúa ejerciendo gran influencia en autores actuales.
Se formó en la Escuela de Bellas Artes de Cracovia y desarrolló un rol fundamental en la renovación del cartel polaco a mediados del siglo pasado; gracias a él, la cartelería de ese país trascendió fronteras. Pero el complicado panorama político y social que atravesaba Polonia en la etapa estalinista y su deseo de confrontar sus trabajos con lo que él llamaba los neones de Occidente, llevaron a Cieslewicz a establecerse en París, en 1963. Allí se dejó seducir por un volumen de mass media que él desconocía, Peter Knapp lo contrató como creador de modelos y se convirtió en colaborador, y después en director artístico, de la revista Elle. También facilitó el nacimiento de otra revista que sería todo un referente para los diseñadores gráficos, Opus International, y trabajó para Vogue. Esa meteórica carrera no acabó allí, porque fue el primer director artístico de la agencia de diseño y comunicación MAFIA.
Pronto abandonó las técnicas pictóricas y la estética que había cultivado en sus inicios en Polonia, adoptando en Francia el fotomontaje y dejándose influir tanto por el pop como por el surrealismo, pero sí conservó una idea que ya manejaba en sus comienzos: la de que la misión básica del diseño gráfico debía ser educar a la población tanto desde un punto de vista intelectual como estético.
Trabajó por encargo y por placer en series de collages y fotomontajes pegados a la actualidad, como Changement de climat y Pas de Nouvelles Bonnes Nouvelles y fue miembro del colectivo Panique, por él creado en 1960 junto a Fernando Arrabal, Roland Topor o Jodorowski, entre otros. El grupo llegó a trabajar en una revista de noticias bajo su sello, Kamikaze, que vio la luz por primera vez en 1976. En su manifiesto, explicaron que Pánico era una manera de expresión presidida por la confusión, la memoria, la inteligencia, el humor y el terror, diferente al Surrealismo por su atención a las normas del azar y a la ciencia. Precisamente en Kamikaze presentó el artista por primera vez fotografías tomadas de sus archivos de prensa no intervenidas, apropiándose de ellas al calificar ese trabajo como photographisme.
La actual muestra en el Museo de Artes Decorativas no es la primera que Francia le brinda a Cieslewicz: el mismo centro le dedicó otra gran exposición en 1972 y el Centro Pompidou y el Museo de Grenoble presentaron retrospectivas suyas en 1993 y 2001, respectivamente.
Dado que su obra es, por tanto, bien conocida en el país vecino, “Le fabrique des images” presta especial atención a sus procesos creativos y muestra, por primera vez al público, su material de archivo. También subraya los motivos más presentes en la obra del diseñador, su sentido y raigambre histórica (es el caso del ojo, la mano, la Mona Lisa, el círculo o el rostro del Che) haciéndolos dialogar con esos documentos de archivo inéditos conservados por el Institut Mémoires de l’édition contemporaine.
Gracias a ellos sabemos que día a día, más que leer, Cieslewicz diseccionaba la prensa, la peinaba, y que acumuló 350 cajas de recortes dedicados a una gran variedad de temas. Eran su materia prima, pero también un reflejo del hombre que era; hablan de sus preocupaciones vitales, de sus referencias artísticas (el dadaísmo, la vanguardia rusa, Bruno Schultz) y de sus amistades. A partir de esas noticias, llevó libros de registro de sus opiniones, críticas, por ejemplo, con el apartheid, la extrema derecha o la reanudación de los ensayos nucleares.
Basándose en estos documentos buscaba ofrecer en sus trabajos acabados otras verdades, las suyas propias, transformando para ello los iconos sin miedo. Henryk Tomaszewski dijo de sus Monas Lisas que no eran bellas sino algo mejor: relevantes y pertinentes, por reflejar el tono geopolítico de una época y desenmascarar hipocresías al margen de subrayar su valor icónico.