John Banville: «El artista solo existe cuando está creando»

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Únicamente un escritor tan estético como John Banville, dueño de una prosa tan precisa y audaz, podría atreverse a tratar de emular a un maestro de la novela como Henry James. En La señora Osmond (Alfaguara) el escritor irlandés resucita a Isabel Archer, emblemática protagonista del mítico Retrato de una dama, y propone un final para la obra de James.

«Habrá autores más inteligentes, más profundos, más ingeniosos, pero Henry James es el mayor novelista puro, con seis u ocho obras maestras. Así que, en mi arrogancia o estupidez, no quería morirme sin haber intentado, al menos, emularlo«. Así justifica John Banville (Wexford, Irlanda, 1945) el osado atrevimiento de reescribir una de las obras más emblemáticas de Henry James, Retrato de una dama, «que él mismo no daba por terminada». Para el irlandés, que ya acometió una imitación similar al adentrarse en la piel de Raymond Chandler en La rubia de ojos negros, la principal motivación para abordar en La señora Osmond (Alfaguara) el personaje de Isabel Archer, la heroína de James, era adentrarse en la psicología femenina.

«Retrato de una dama es la primera gran novela feminista, escrita por un homosexual que adoraba a las mujeres y las consideraba infinitamente más interesantes que los hombres», explica Banville. Opinión que el escritor comparte totalmente. «Mi idea del infierno es una cena infinita entre hombres, aburridos, ridículos y hablando únicamente de si mismos. Si apareciera una sola mujer, te llevaría al paraíso». Por eso su «secuela», que es como el escritor define a esta continuación, «está manejada por la sensibilidad de las mujeres. Siempre me he considerado feminista, desde niño. Como ocurría en la Irlanda de entonces me educó mi madre, una mujer quizá demasiado fuerte pero que fue la Isabel Archer de mis primeros años de vida».

Isabel Archer es una mujer apasionada. Quería darle la oportunidad que Henry James no pudo darle»

Para Banville, el objetivo principal de resucitar al personaje de James es ajustar cuentas, ofrecerle, tras sus desengaños y frustraciones, una nueva oportunidad. «Pienso que todos los artistas nos basamos en el erotismo y la sensualidad, pero en el XIX eran más velados, más sutiles, porque no se podían decir ciertas cosas», asegura el escritor, quien ha ido profundizando en su novela en estas sutiles huellas sembradas por Henry James en la suya. «Quería darle a la señora Osmond una vida de pasión que el autor, en su época, no le pudo ofrecer. Isabel Archer es una mujer apasionada que necesita coger la vida por los hombros y decirle que va a vivirla a fondo». Sin embargo, el autor consciente de las limitaciones impuestas por el modelo, asegura que le gustaría «que una mujer escribiese en el futuro la secuela de mi secuela y se enfrente con otros ojos y otra sensibilidad al personaje de Isabel Archer».

Una vida plena

Pero además de dotar a la protagonista de una menatilidad más actual, menos encorsetada a los cánones decimonónicos, Banville también desentraña el futuro de «una heroína feminista» que Henry James deja plenamente abierto en su obra. La novela del maestro concluye con Isabel Archer a punto de decidir si rompe con su traidor marido, algo impensable a finales del XIX o prosigue resignada su matrimonio. El escritor irlandés decide la respuesta planteando la historia de una venganza poderosamente inteligente. «El objetivo de esta mujer es llenar su vida, vivirla de forma plena y pasional», insiste Banville. «Ese es en realidad del objetivo de todos nosotros. Nos preocupamos de lo fugaz y lo efímero, pero deberíamos hacer lo que ella hace, pelear. Este era el gran tema de Henry James».

«Siento una gran empatía con James, que fue uno de los mayores escritores de novela vanguardista. El mundo moderno que abrió fue la brecha que inspiró a multitud de escritores posteriores», opina Banville que, al releer la novela para escribir la suya trata de «proyectar en mí sus indagaciones sobre esas criaturas extrañas, las otras personas. Su fantasma llegó y se fue de forma silenciosa, sin hacer comentarios, lo que tomé por una buena señal».

No creo que nadie pueda ser libre, incluso no creo que debamos serlo. El precio sería la soledad de Robinson Crusoe»

Sin embargo, Banville no quiere confundir la aspiración de vivir autónoma e intensamente con una utópica libertad tantas veces mentada. «No creo que nadie pueda ser libre, incluso no creo que debamos serlo«, puntualiza. «Para eso deberíamos ser como Robinson Crusoe, estar completamente solos, y eso tampoco es bueno. Es mejor renunciar voluntariamente a aspectos de nuestra libertad para compartirla con otras personas, como cuando nos enamoramos». Por eso dentro de su reescritura, tampoco el final de Banville está totalmente cerrado. «Hay que recordar que al final, Isabel Archer solo tiene 29 años. Sigue en medio de su viaje, y seguro que en el futuro vivirá muchas experiencias más».

No es Banville el primer escritor que se enfrenta con el fantasma de Henry James. Antes que él lo intentaron varios, entre los que destaca el también irlandés Colm Tóibín, pero Banville logra algo que se le achaca y agradece a partes iguales: reproducir el estilo del maestro, ese estilo preciso y audaz que es también el símbolo del escritor irlandés. Por eso afirma que no le ha resultado especialmente difícil ponerse en la piel de Henry James. «No hay nada imposible si tienes la capacidad de concentrarte profundamente. A mí me ha pasado. Es algo que va más allá del cuerpo y, cuando te concentras de ese modo, es como si no estuvieras allí. En realidad, el artista no existe en el mundo, solo está presente en el momento de crear«, defiende.

La vida como escritura

El resto del tiempo, cuando no escribe, simplemente es John Banville, un solitario que no es «muy bueno haciendo amigos, prefiero las relaciones apasionadas. Aunque, como todos, puedo fingir y ponerme la máscara para sobrevivir en este mundo». Por eso el escritor considera que «la novela es una forma extraordinaria de comunicación, aunque en cierto sentido es desagradable: te tienes que informar, que adoptar la postura y el lugar de los demás… Pero es hermoso, porque si sale bien supura trozos de vida».

No tengo nada que decir, no tengo mensaje. Soy novelista y simplemente trato de que las frases sean lo más perfectas posibles»

Sin embargo, con el estilo como emblema, el escritor deja claro que, para él, escribir es más un juego estético que otra cosa. «Sería absurdo que me erigiera como sociólogo o psicólogo. Soy novelista y simplemente trato de que las frases sean lo más perfectas posibles. Como decía Kafka, yo no tengo nada que decir, no tengo mensaje», reitera Banville. «Me siento a escribir y una frase enlaza con la siguiente. Me gustaría poder hablar de mi compromiso social, pero no existe. Solo tengo esa obsesión por sentarme en mi escritorio día tras día. Trato de pasar mi vida haciendo historias coherentes y disfrutables. Sorprendentemente a la gente le interesa lo que escribo», dice socarrón.

«Mi idea de la escritura se basa en aprender sobre la marcha cómo evolucionan los personajes, desnudar el espíritu para aprovechar todo lo que te rodea. Los escritores somos caníbales. Venderíamos a nuestros hijos por una buena frase. No confíen en nosotros, somos monstruosos». Aunque al final, también se cuele en todo esto cierta trascendencia. «Los escritores únicamente tratamos de constatar que la gente simplemente vive, intentamos resolver el misterio de ser otra gente en el mundo», concluye.

El Cultural

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