Tengamos presente el título de este artículo que es la gran conclusión a la que se arriba en una investigación que se publicó en la revista científica Social Science & Medicine, y recordemos a ese gran lector que sin lugar a dudas fue el escritor, filólogo, crítico literario e historiador de las ideas, el español Marcelino Menéndez Pelayo.
Entre sus obras destaca Historia de los heterodoxos españoles, para la que indudablemente tuvo que leer muchos de los libros que se escribieron desde la antigüedad hasta el siglo XX. Dice una anécdota que ante el cuestionamiento filosófico de un periodista: “Don Marcelino, ¿qué es la muerte?”, el escritor, firme, sin dudar, le respondió: “La muerte… es el momento en que dejamos de leer”.
El artículo que mencionaba es producto del trabajo de un grupo de investigadores de la Escuela de Salud Pública y el Laboratorio de Epidemiología de la Universidad de Yale liderados por la profesora de Epidemiología Becca R. Levy, el cual en sus conclusiones principales sostiene que “leer alarga la vida”.
La investigación incluyó a 3.635 personas de más de cincuenta años que fueron divididas en tres grupos de observación: los que no leen, los que leen 3,5 horas a la semana y los que leen más tiempo del especificado. Los investigadores han evaluado minuciosamente a estas personas durante doce años.
Los resultados muestran que el segundo grupo tiene 17% más de posibilidades de vivir más tiempo que los no lectores, y en el tercer grupo aumenta hasta un 23%. Promedialmente se traducen en dos años más de vida, si se mantiene el hábito por más de diez años de lectura. La profesora Becca declaró al New York Times: “Las personas que reportaron incluso una pequeña cantidad del día dedicada a la lectura (media hora) tienen ventaja en cuanto a la longevidad con respecto a aquellos que no leen”.
La ventaja de supervivencia que brinda la lectura funciona por un mediador cognitivo y es independiente del género, la situación económica, la salud y la educación, aunque estas son variables que influyen poderosamente en la duración de la vida de una persona.
Se observó que el grupo con más horas de lectura de libros por semana pertenece al género femenino, posee educación universitaria e ingresos altos. La edad, la percepción subjetiva de la salud, el empleo, el estado civil y la depresión son otros factores que afectan la longevidad.
No está claro por qué hay una relación tan fuerte entre la lectura y una vida larga, aunque estudios previos han sugerido que las personas que leen libros tienden a ser más sanas, más ricas y mejor educadas.
Es importante destacar que la ventaja se da en los lectores de libros, ya que los lectores de periódicos y revistas presentan una probabilidad menor de alargar su vida. Sin embargo, es mayor que la de personas que directamente no leen.
La investigación entre sus conclusiones sostiene que tan sólo media hora de lectura al día brinda una ventaja de supervivencia mayor que otras actividades de ocio.
No está claro por qué hay una relación tan fuerte entre la lectura y una vida larga, aunque estudios previos han sugerido que las personas que leen libros tienden a ser más sanas, más ricas y mejor educadas en general, factores que juntos podrán contribuir a una vida más larga.
Y con referencia a esa “vida más larga”, viajemos a la Francia de la revolución. Alrededor de la 5 de la tarde del jueves 8 de mayo de 1794, fue decapitado Antoine-Laurent de Lavoisier, el padre de la química moderna. Su gran amigo el matemático Lagrange, al igual que otros científicos, intentó salvar su vida; lamentablemente no fue posible y éste, furioso, externó después de la ejecución:
«Un segundo bastó para separar su cabeza del cuerpo; pasarán siglos para que una cabeza como aquella vuelva a ser llevada sobre los hombros de un hombre de ciencias».
Se cuenta que mientras Lavoisier esperaba su turno en el patíbulo, leía un libro y no dejó de leer hasta que el verdugo lo llamó para ejecutarlo; en ese momento sacó un marcapáginas de un bolsillo y lo ubicó donde había dejado la lectura, como si fuera a continuarla más allá de la muerte.
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