Muere Jalal Mansar Nuriddin, poeta y pionero del ‘rap’

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Miembro de The Last Poets, grabó en solitario como Lightnin’ Rod, anticipando el universo del ‘gangsta rap’

Jalal Mansur Nuriddin, poeta y cantante, falleció el lunes 4, víctima del cáncer. A punto de cumplir los 74 años, Nuriddin había tenido una carrera guadianesca, como integrante de The Last Poets y grabando con el seudónimo de Lightnin’ Rod.

Natural de Brooklyn, era muy discreto respecto a su nombre original o sus primeros años; solo se sabe que vivió episodios turbulentos antes de convertirse al Islam. Se libró de la cárcel al alistarse en los paracaidistas; salió del Ejército por negarse a saludar la bandera de las barras y estrellas. Experto en las maneras afroamericanas de recitar, conectó en 1968 con un grupo de poetas radicalizados de Harlem, que actuaban en la calle o en eventos políticos.

Es una de las más desconocidas expresiones artísticas del movimiento del black power: The Last Poets, al igual que The Watts Prophets en Los Ángeles, facturaban una poesía urgente y agresiva, acicateada por la percusión de Nilaja Obabi. Uno de sus temas, Wake up nigger, alcanzó cierta popularidad, tras sonar en la película Performance, el debut cinematográfico de Mick Jagger.

La propuesta resultaba impactante pero no prosperó comercialmente, con la notable excepción de Gil Scott-Heron, que integró músicos a partir de su segundo LP (y se reveló como un cantante cálido). Los Last Poets también trabajaron con jazzmen pero se vieron afectados por conflictos internos; seguramente, no ayudó que estuvieran entre los objetivos de las campañas clandestinas del FBI contra el activismo negro. Con todo, sacaron seis discos durante los años setenta.

Funcionando como solista bajo el seudónimo de Lightnin’ Rod, Jalal dio un giro a su arte en 1973. Dejó las arengas incendiarias para convertirse en un narrador de realidades políticamente incorrectas con el disco Hustlers convention, hecho con el acompañamiento de Tina Turner, Billy Preston y Kool & the Gang, entonces una banda funk desconocida.

En algunos sectores de la comunidad negra, los chulos, los jugadores y los delincuentes eran (y son) considerados héroes culturales, celebrados en canciones como Stagger Lee o en los libros del proxeneta Iceberg Slim. Con una voz áspera, Jalal contaba las aventuras de Sport y Spoon, dos buscavidas que no dudaban en tirar de gatillo.

El disco pasó desapercibido. Más enrevesada fue la historia de Dorella du Fontaine, un épico relato de los afanes de una prostituta y su macarra para retirarse, tras dar un golpe definitivo; plasmada con Jimi Hendrix y Buddy Miles en 1969, solo se publicó quince años después. Sin embargo, ya entrados los ochenta, se implantó el llamado gangsta rap, un estilo mayormente californiano que retrataba el lado salvaje de los barrios negros; era inevitable que se establecieran conexiones con las narraciones de Hustlers convention.

Que conste que Jalal siempre remarcaba sus diferencias con la amoralidad del gangsta rap: en sus historias, insistía, no había final feliz. Además, en su concepto inicial pretendía elaborar tres discos; quedaron fuera las vivencias carcelarias del protagonista y las reflexiones sobre el coste humano de sus andanzas, escritas pero no grabadas. Por otro lado, Jalal sentía consternación ante el muy materialista estilo de vida de aquellos rappers dorados, que contrastaba con su propia pobreza; solo Q-Tip, de A Tribe Called Quest, le ayudó para salir de sus apuros económicos.

Como muchos artistas negros anteriores, Jalal se refugió en Europa. Vivió largos años entre Francia y el Reino Unido, donde colaboró con el productor Adrian Sherwood y participó en documentales que exploraban la poesía oral de The Last Poets y Lightnin’ Rod. Tuvo la oportunidad de recrear en directo Hustlers convention y regresó a Estados Unidos para instalarse con su numerosa familia en Atlanta (Georgia).

Ver más en:  El País

 

 

 

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