Del 12 de julio al 18 de noviembre de 2018, el Museo Guggenheim Bilbao presenta la exposición Teatro de sombras con dos obras del artista venezolano afincado en Nueva York, Javier Téllez, figura indiscutible en el desarrollo de la videoinstalación en las últimas décadas. Se trata de la segunda exposición de la programación de 2018 en la sala Film & Video, un espacio que el Museo Guggenheim Bilbao dedica a obras claves del videoarte, la videoinstalación y la imagen en movimiento como lenguaje artístico.
La obra de Javier Téllez (Valencia, Venezuela, 1969) se articula en torno a dos ejes: por un lado, plantea una reflexión constante sobre la historia de la imagen en movimiento, sus iconos, protocolos sociales y formas de relación específicas; por otro, involucra sistemáticamente en su producción a grupos y comunidades excluidas de la normalidad política y cultural, como pacientes psiquiátricos, discapacitados y refugiados. Este último es el caso de los protagonistas de las dos obras que se presentan en la sala Film & Video, creadas por Téllez en 2014 para la Kunsthaus de Zurich.
La primera de las piezas, Bourbaki Panorama, es un film mudo de 35 mm que muestra un grupo de refugiados girando en círculo en torno a una de las pinturas panorámicas más importantes de la historia europea, de la que toma su nombre. Esta obra panorámica de 1881, que se expone permanentemente en la ciudad de Lucerna, cuenta el éxodo alpino de 87.000 soldados franceses en busca de asilo tras su derrota contra las tropas prusianas, un acontecimiento considerado como el hito inaugural de la proverbial neutralidad suiza, así como de su vocación de país de asilo. La película de Téllez toma como escenario esta obra cuyas dimensiones y carácter inmersivo evocan el espíritu pre-cinematográfico del siglo XIX. En este espacio, un grupo de personas—a la vez protagonistas y figurantes de la obra—se mueven en círculo, como atrapados en el bucle de la historia. Todos ellos son refugiados. Uno de ellos acarrea una escultura en bronce: La mano (1947) de Alberto Giacometti, una obra que el artista suizo realizó en la posguerra como evocación de la visión terrible de un brazo amputado por una explosión. La presencia de esta pieza en la película abre múltiples posibilidades de lectura: sugiere el desgarramiento de la sociedad, el papel gregario y marginal del migrante o su desconocimiento de la historia y el patrimonio del lugar de asilo.
Pero al mismo tiempo, hace pensar en la obra de arte como objeto migrante, refugiado en el museo y protegido de los conflictos del mundo los cuales se evocan en sus formas extrañas (el brazo raquítico y frágil, los dedos alargados y rígidos, su flotación en el aire). El dispositivo de proyección de 35 milímetros usado para este film replica, con el movimiento constante de la cinta en el enorme proyector, el movimiento circular de los personajes en torno al mural, a la vez que su ruidoso funcionamiento tiene para el artista resonancias bélicas. En este sentido, ha declarado: El sonido mecánico de los proyectores es también un elemento importante de Bourbaki Panorama, ya que ese sonido evoca las armas y la guerra”.
Junto a esta pieza se presenta la obra Teatro de sombras, que da título a la exposición. Película muda rodada en blanco y negro e igualmente proyectada en 35 mm, esta obra cuenta también con la colaboración de un grupo de refugiados. Colaborando con Téllez en calidad de actores y guionistas, estas personas cuentan por medio de fábulas y de breves escenas su duro itinerario vital, utilizando solamente sus manos y sus cuerpos, a través de los cuales se abre camino la narración. Al carácter metafórico de sus relatos se añade un detalle significativo: estas personas, a menudo excluidas de la vida social del país de acogida, así como de la vida política se expresan sin recurrir a la voz ni al sonido. De este modo se pone de relieve lo que más que mudez es privación de voz. Cada uno de sus relatos nos remite a los arquetipos inmemoriales del exilio: destrucción, opresión, censura, miseria y muerte. Al igual que en la obra anterior, en Teatro de sombras vuelve a irrumpir La mano de Giacometti, aunque esta vez sabemos que se trata de la versión original en yeso. Convertida en sombra negra al proyectarse en la pared, la escultura, amenazadora y frágil, sirve como agente narrativo al mismo tiempo que altera, con su inconfundible perfil, la abstracción y la universalidad del teatro tradicional de sombras.
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