El Espacio Fundación Telefónica le dedica una retrospectiva
Su familia, inicialmente, le condujo hacia la medicina, pero cuando su madre le regaló unas pinturas siendo aún niño el rumbo de Hernán Cortés viró hacia lo artístico. El poeta Dámaso Alonso fue su valedor y él, precisamente, fue uno de los primeros retratados por este autor, que comenzó pintando los paisajes de la ciudad de Cádiz, donde nació, y más tarde encontró su camino llevando a sus pinceles los rostros de destacadas personalidades de la política y la sociedad española e internacional de las últimas décadas. Su originalidad residió en no dejarse llevar por la supuesta seriedad que implica la posición u oficio de sus modelos: eligió atender a ellos únicamente como individuos y conceder, además, un rol fundamental a los espacios -normalmente vacíos- y las atmósferas que los rodean.
130 de esos retratos pueden verse hasta octubre en la cuarta planta del Espacio Fundación Telefónica, en una antología organizada en colaboración con la Fundación Unicaja gaditana, donde la misma muestra podrá visitarse ya en otoño. Se titula “Cortés. Retrato y estructura” e incide en esa contemporaneidad tan acusada que Cortés ha imprimido a un género de tanta raigambre como es el retrato de representación, de esquemas habitualmente rígidos. Acentúa esa radical apuesta de Cortés por traerlo al presente su recurrente recurso de contrastar las formas verticales y las horizontales, fundamental en la materialización de su concepción prácticamente abstracta de esos escenarios depurados en los que dispone las figuras. A menudo se trata de estructuras ortogonales que remiten a la disposición de grúas o palmeras frente a la línea del horizonte en su Cádiz natal.
Dada la personalidad de sus retratados, buena parte de las obras del pintor (las que podemos contemplar en Telefónica han sido seleccionadas por Lola Jiménez-Blanco) pertenecen a las colecciones de distintas empresas, bancos, universidades, instituciones…
Fue en los ochenta cuando Cortés convirtió el retrato en el centro de su obra, y sus primeros modelos procedieron de la esfera literaria (Alberti, el citado Alonso, Jorge Guillén…). También pintó a figuras de su entorno, como Carmen Bustamante y Carlos Solís, haciendo posible la conjunción de la experimentación geométrica en los fondos o los muebles (sillones de diseño) con el cuidado realismo de los rostros.
Uno de los proyectos más recientes de Cortés fue el derivado de un doble encargo del Senado y el Congreso hace más de una década: en dos series de obras, retrató a diversos parlamentarios con motivo del 30º aniversario de las primeras elecciones democráticas. En unos y otros encontramos las influencias de Graham Sutherland, a quien el artista considera un referente, y las de las representaciones humanas de Giacometti y Francis Bacon (confrontadas, por cierto, en una poderosa exposición abierta ahora en la Fondation Beyeler de Basilea).
Por sus pinceles han pasado igualmente Severo Ochoa, Josefina Gómez Mendoza, Jesús de Polanco, Gregorio Marañón o Norman Foster, pero la otra vertiente fundamental de la producción de Cortés, el paisaje, también está presente en esta exposición. Su propia vivencia del entorno, sus recuerdos y esa geometría que busca individualizar se reúnen en sus trabajos dedicados a la bahía de Cádiz, que ha representado tanto en grandes lienzos como en pequeños apuntes.
Recordad que, en torno al retrato y en torno a Hernán Cortés, giran los talleres infantiles que componen la programación de “Abierto por vacaciones”.
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