Festín dominical

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‘Campo de relámpagos’ es un proyecto editorial que aúna los dos pilares clave en la escritura de arte: ensayo expandido y análisis cultural

Hay una obra de Walter de Maria que sintetiza lo que María Virginia Jaua tenía en la cabeza cuando quería poner en marcha Campo de relámpagos. Se titula The Lightning Field y es una instalación de 400 pararrayos ubicada en el desierto de Nuevo México. Los postes de acero son tan delgados que durante apenas son visibles desde lejos y casi desaparecen. Por la tarde, con suerte, una tormenta activa la electricidad y se pueden ver los complicados caminos de luz que tienen los relámpagos. Es un buen símil para hablar de arte contemporáneo. The Lightning Field exige paciencia: toda revelación sucede en un instante. Algo similar ocurre con el pensamiento.

Desde hace dos años, Campo de relámpagos es un proyecto fiel a los domingos y los lectores. A gran escala, su objetivo es restituir la dignidad y la importancia del trabajo intelectual, que tiene cada vez menos espacio y menos apoyo, y ofrecer un lugar de lecturas, visionado y pensamiento. Aunque también se mueve bien a una escala mucho más mundana porque ofrece una sorpresa, una emoción, una idea, una pregunta. Algo que acompañe el primer café dominical. Para ello posee dos secciones: Crítica & reviews y quinas de visión. En la primera publica textos de crítica y análisis de las producciones culturales, con una tendencia hacia el ensayo, y en la segunda invita a artistas a presentar trabajos de vídeo. Lejos de ser una revista dividida por géneros, se organiza según su directora en “modos de expresión, bajo los que subyace la eterna latencia entre palabra e imagen”.

La cosa aquí va de desacelerar y esta es la gran virtud del proyecto. Al contrario de otras publicaciones web atadas al ruido y la prisa, Campo de relámpagos invita a un espacio de suspensión para la lectura y el flujo de ideas. Una auténtica resistencia en los tiempos que corren y una apuesta por la independencia, la posibilidad de diferencia, la diversidad, la discrepancia y la verdadera crítica, fundamentales para la buena salud del sistema del arte. Entre sus ideales: no puede haber crítica a la institución desde la propia institución, sea pública o privada. Tampoco puede haber un sistema artístico y cultural sano sin proyectos viables de crítica y de pensamiento de libre circulación. De todo ello hablamos con María Virginia Jaua.

¿Qué tiene de bueno y malo la red para la publicación de textos sobre arte?

Para mí tiene más ventajas que desventajas. De entrada tengo una conciencia ecológica y soy austera, lo que hace que no me guste desperdiciar papel, tintas y recursos. Detesto el dispendio que se hace en publicaciones que luego se quedan en un almacén por falta de distribución. Además, al hacerse online me permite trabajar desde cualquier lugar y eso es importante para alguien como yo, que ha vivido la diáspora y que ha trabajado la experiencia del exilio. Por otra parte, sigo creyendo en la red como un espacio para distribuir ideas y pensamiento y no sólo para la cháchara narcisista y el ruido. Además, una publicación online permite llegar a muchas más personas. Por ejemplo, Campo de relámpagos tiene la mayoría de sus lectores en España y en México pero también en países que no son del ámbito del castellano, como Estados Unidos, Brasil o Reino Unido; seguramente la mayoría de ellos son artistas, comisarios, profesores e investigadores de las facultades de arte, de historia o de literatura. Si nosotros publicáramos en papel, ¿cómo podríamos hacerles llegar nuestra publicación? Sería muy complicado.

¿Y no hay desventajas?

Algunas tiene, como no poder acceder a ciertas subvenciones que son exclusivamente para las publicaciones impresas, o el no poder satisfacer el fetichismo del documento en papel. Pero no hemos descartado la idea de hacer una recopilación impresa con algunos de los textos que publicamos en web, que plantean reflexiones más profundas y que por esa razón podría tener sentido leerlos dentro de un tiempo.

Económicamente, poner en marcha un proyecto editorial en estos tiempos es un desafío… ¿Cómo se financia Campo de relámpagos? ¿Está apoyado por alguna institución?

Es uno de los temas más importantes a la hora de iniciar y sostener un proyecto como este. Pienso que es fundamental la relación con las instituciones, tanto con las públicas como con las privadas. Las instituciones tienen la obligación de implicarse en el sostenimiento de espacios de pensamiento libre e independientes. ¿Por qué? En primer lugar porque son ellas, las instituciones, las que concentran la mayor cantidad de recursos y presupuestos en el ámbito de la cultura, y en segundo lugar porque un sistema cultural que quiera ser saludable depende mucho del sostenimiento de estos espacios para el pensamiento. Por ese motivo se debe reconocer y felicitar que haya instituciones como el Museo de Arte Contemporáneo de Vitoria (Artium) que apuestan por este proyecto y lo apoyan, ya que la mayoría de los museos y centros invierten en proyectos de autopromoción, que muchas veces quieren hacer pasar como críticos cuando en realidad se trata de una propaganda encubierta. El Patronato de Arte Contemporáneo (PAC) de México y el Museo de Arte Moderno y Contemporáneo de Mallorca Es Baluard también han brindado su ayuda de manera ocasional.

Al hilo de esto, ¿qué es una institución? ¿Cree que hay que pensar el campo del arte desde un lugar “no institucional”?

Diría que el arte sólo puede ser concebido desde lo no-institucional para irrumpir, corroer, desmantelar y cuestionar lo institucional. El arte, o más bien los artistas, deben lidiar con las contradicciones de su quehacer artístico a partir de preguntas: cómo resolver la irremediable institucionalización de algo que en esencia no debería obedecer a nada ni a nadie. “Lo institucional” debe lidiar a su vez con las contradicciones que le son propias. Es decir, defender la institución y, al mismo tiempo, hacer posible la irrupción de la discrepancia y la rebeldía dentro de su propio seno, para permitir que el arte se exprese. Hay una anécdota de Truman Capote que me gusta y que ilustra lo que quiero decir. Refiriéndose al colapso económico de los Estados Unidos a principios del siglo XX, él se plantea si tiene sentido seguir adelante, creer y tener esperanza aún sabiendo que todo está irremediablemente perdido. Me parece que este conflicto existencial con respecto a la realidad subyace en todo quehacer artístico y es válido para nosotros hoy, una época de enormes retos.

¿Es imposible, pues, vivir sin conflicto?

Para que haya arte tiene que producirse una suerte de alquimia imposible en la que siempre hay una tensión, siempre se produce una lucha de fuerzas y esto es normal. Lo anormal es pretender establecer un pensamiento único en el que no haya conflicto ni roce, porque eso solo puede significar censura o sumisión. Tanto la una como la otra crean la situación opuesta a la pluralidad de voces, a la discusión y negociación, es decir, al ejercicio de la libre argumentación y del pensamiento.

Ahondemos en la economía del arte. ¿Qué nivel de precariedad hay en el campo de la escritura?

Es un reto vivir de la escritura al igual que lo es hacerlo del arte. Esto es algo de lo que no se suele hablar y que no se plantea en la mayoría de las escuelas ni en las universidades del ámbito español o latinoamericano, a diferencia del anglosajón. A la hora de elegir una profesión, las instituciones educativas omiten esta información y se desentienden de trabajar en ello para proporcionar herramientas a los estudiantes. Sólo piensan en captar alumnos que engrosen las matrículas. Desde el apogeo de la modernidad, en el siglo XIX el artista y el escritor viven en una precariedad que muchas veces se ve compensada por una suerte de “libertad”. El capitalismo no ha dado una respuesta satisfactoria al artista pero tampoco el marxismo, que fue un fracaso. El artista no debe ni puede ser “burócrata”, pero tampoco “obrero”. El artista o el escritor nunca sabe bien

dónde ponerse en términos de escala económica o salarial. Sin embargo, pienso que esto no debería ser así. Hay un trabajo de producción simbólica y cognitiva que tiene un usufructo, beneficia a la sociedad y que debe ser reconocido y remunerado.

Contando, además, que el neoliberalismo económico ha llevado al artista a ser un empresario de sí mismo.

Eso quiere decir que además de producir su obra, tiene que autoproducirse y autopromocionarse. Así como antes había representante de divas y cantantes, ahora el artista debe representarse y, de alguna manera, convertirse en una empresa de producción y de promoción de sí mismo y de su trabajo. Por eso ahora recibimos correos de artistas que no llevan su nombre sino “estudio de fulano de tal”, lo cual supone que el artista ha pasado de ser un individuo creador a convertirse en una oficina, un taller o una empresa que trabaja para él mismo. Es decir, que el artista necesita de todo un sistema empresarial que esté puesto a su servicio. La posición del artista dentro de la economía depende del modelo económico que se adopte o se imponga. Mientras no se piense y se proponga otro, el actual es el sistema capitalista-neoliberal y en ese esquema económico los artistas –aquí incluyo a los escritores, a los músicos y a todos los que producimos algún tipo de obra–, nos vemos obligados a desarrollar su nuestras carreras bajo esas reglas. Y ya sabemos las contradicciones, paradojas y desafíos que esto implica.

Hablemos de otro desafío, del papel de las mujeres en el mundo del arte.

En Campo de relámpagos ha habido desde el principio una enorme presencia de críticas, investigadoras y artistas. Es otro objetivo importante: hacer que el espacio para la producción intelectual esté a la disposición de las mujeres. Es necesario decirlo, porque como no nos presentamos como una publicación feminista, muchas veces pasa inadvertido. Sin embargo, hay muchas mujeres que piensan, escriben y producen, y que encuentran en Campo de relámpagos un espacio de igualdad y visibilidad. Por otra parte siempre hemos pensado que debíamos presentar de manera similar el trabajo del escritor, del crítico y del artista, o mejor, rescatar el trabajo crítico realizado por los artistas mismos. Esa ha sido una de las características diferenciales de mis anteriores proyectos. En Campo de relámpagos hemos invitado a los artistas a participar junto a críticos y escritores. El artista ya no sólo como receptor u objeto de la crítica, sino como sujeto productor de la misma.

¿Es Campo de relámpagos una plataforma cercana a la crítica de arte? ¿Dónde está la crítica de arte hoy?

Creo que sí. Un espacio de pensamiento es inherente a la crítica. Me gusta pensar y que se piense acerca de las producciones de imaginarios. Puedo citar muchos ejemplos de críticas excelentes que se han publicado en Campo de relámpagos. Se ha escrito sobre les efectos nefastos del capitalismo para todos los órdenes de la vida, sobre lo que significan los GIF en la construcción de las nuevas epistemes, sobre las relaciones de la política y los afectos, y sobre cómo se instrumentalizan a través de las redes sociales.

¿Para quién escribe hoy el crítico de arte?

Un crítico escribe para todo el que esté interesado en hacerse preguntas acerca del mundo que construimos entre todos.

¿Y qué vigencia tienen los blogs? ¿Funcionan como las nuevas revistas?

Los blogs han sido importantes y algunos lo siguen siendo. Pero hoy se suman a otros medios de difusión como las redes sociales y otro tipo de páginas y revistas en la web.

¿Existe un foro efectivo con la autoridad suficiente para discutir los fracasos y éxitos de la producción artística contemporánea? ¿O hemos evitado, suavizado, neutralizado asiduamente toda crítica significativa?

Pienso que en la actualidad no existe un sólo foro efectivo y con la autoridad suficiente como para descartar o imponerse por encima de otros, sino que existen varios con diferentes niveles de efectividad y de autoridad. Esto va asociado a los cambios de paradigma que están ocurriendo en nuestro mundo. Ya no tenemos instituciones fuertes o autoridades incuestionables. Tenemos una pluralidad de voces, discrepancias, reivindicaciones y luchas de fuerzas. Dentro de ese mundo inestable que parece querer hablar, decir, opinar por diferentes vías, tenemos espacios en los que se producen reflexiones y discusiones diferentes e interesantes. Aunque es verdad que esos espacios se ven amenazados, porque los espacios de ruido van aumentando. Una de las tareas de la crítica de hoy es oponer resistencia a tanto ruido y no ponerse al servicio de su disonancia.

Contando con que hoy por hoy un like o un retuit valida la opinión ajena…

Vivimos tiempos en los que todo el mundo tiene opiniones y las hace valer de una u otra forma a través de las redes sociales. Muchas veces no importa la calidad de la argumentación sino el tono de broma, la ironía o el sarcasmo. Esto no lo podemos evitar, pero sí que podemos ser conscientes y observarlo con distancia. Sin embargo, a pesar de las redes y del auge del “opinionismo” que promueven, siguen y seguirán existiendo “voces” autorizadas por la calidad de su argumentación y de su pensamiento que dan mayor credibilidad a una simple “opinión”. Esto es lo que hace que una revista pueda proponer una serie de reflexiones que ayuden a construir una opinión pública, que sea relevante y pueda ser una guía útil para otros lectores y para la sociedad.

Dado que el proyecto abre un extenso campo al pensamiento, a la reflexión, ¿cuáles son las cuestiones sobre las que más urge pensar?

Uno de los temas más urgentes sobre los que debemos reflexionar es la deriva de nuestras sociedades hacia la radicalización de las posturas, la intolerancia y la imposición de un pensamiento único. Reflexionando sobre esto, creo que va muy asociado al desgaste y al debilitamiento de las instituciones como la democracia y el Estado. Es curioso observar cómo los radicalismos y los pensamientos únicos se erigen con mayor fuerza en las sociedades más débiles y en las que las instituciones prácticamente han desaparecido. Esto va extendiéndose como un cáncer y debería hacernos pensar en la importancia de nuestro papel dentro y fuera de la instituciones culturales, porque no debemos olvidar el significado que tiene en la sociedad la producción cultural. También hay que reflexionar sobre lo que entregamos y lo que recibimos en unas sociedades cada vez más hiperconectadas. Debemos ser conscientes de que a veces algo que parece tan insignificante como un comentario al vuelo, una imagen o un texto construye, en directo, los imaginarios, es decir, el mundo que habitamos.

Ver más en: El País

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