Expuestos en una galería de Los Ángeles, los once lienzos pertenecen a los descendientes de Julian Sandys, la nieta mayor del estadista
Winston Churchill comenzó a pintar cuando estaba en sus instantes más oscuros. Tenía cuarenta años en 1915, cuando fue apartado del Almirantazgo tras el desastre de la campaña de Garnípoli en la Primera Guerra Mundial.
El gran estadista estaba deprimido: «Sentía gran ansiedad, y carecía de medios para aliviarla; tenía vehementes convicciones y ningún poder para ponerlas en práctica. Tuve que presenciar la infeliz pérdida de grandes oportunidades, y la ineficaz ejecución de planes que había lanzado yo y en los que creía firmemente», recuerda por escrito en 1948.
Un domingo por la tarde, su cuñada Lady Gwendoline le dejó un pincel de su joven sobrino. «Y entonces fue cuando la pintura vino a socorrerme», afirma Churchill en «La pintura como pasatiempo». «La carpintería, la química, la encuadernación de libros, incluso la albañilería -continúa- pueden aliviar una mente sobrecargada. Pero el mejor de los trabajos manuales y el más asequible son el dibujo y la pintura en todas sus formas».
El también ganador del Nobel de Literatura se inspiraba en los impresionistas y disfrutaba mucho pintando al aire libre. Allá donde iba, siempre llevaba sus pinturas y lienzos. A lo largo de su vida pintó unos 550 lienzos, que cuentan la historia de sus viajes alrededor del mundo: Europa, América, África…
«Escena costera frente a Marsella» – Heather James Fine Art
Ahora, once de esas obras, pintadas por Churchill desde la década de los veinte a la de los cuarenta del siglo pasado se exponen para su venta en la galería Heather James Fine Art en Los Ángeles. Valoradas entre uno y tres millones de dólares, comprenden nueve paisajes, una escena costera y una naturaleza muerta, además de jardines y propiedades de amigos y lugares de vacaciones familiares, incluidos algunos de los destinos favoritos de Churchill en Francia y Marruecos.
«Casi 100 de las 500 pinturas que Churchill completó durante su vida pertenecen irrevocablemente al pueblo británico a través de un fideicomiso», ha afirmado a la página Penta Jim Carona, propietario de la galería. «Estas once pinturas -continúa- han sido previamente propiedad de la familia de Churchill, lo que las convierte en extremadamente raras y de alto interés para coleccionistas».
Los cuadros pertenecían a Julian Sandys, la nieta mayor de Churchill. Su hijo, el biznieto del estadista, ha afirmado: «Aunque pintar era solo su afición, Churchill aprendió nuevas habilidades que después usaba en sus facetas política y diplomática. Era su santuario frente a la adversidad y, creo, que le hizo más eficaz cuando en 1940 Hitler preparaba la invasión de Gran Bretaña».
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