La Tate Modern recorre los orígenes de la fotografía abstracta al tiempo que examina cómo la práctica contemporánea refleja y reestructura su herencia histórica
Todos sabemos que la palabra fotografía viene de dos raíces procedente del griego, phōtos, cuyo significado es luz, y graphé, que significa dibujar con líneas o escribir. De esta suerte, los fotógrafos son aquellos que vienen dibujando con la luz desde el descubrimiento del medio en 1839. Y aunque hubieron de transcurrir décadas hasta que la fotografía fuera reconocida como un arte en sí mismo (no fue hasta los años setenta, cuando el mercado del arte lo reconoció como tal), los primeros fotógrafos fueron artistas que respondían a las inquietudes propias de la creación, desbrozando caminos a seguir por las siguientes generaciones.
La extensa muestra (cuyo contenido resulta en ocasiones apabullante y hace que merezca varias visitas) se exhibe en la Tate Modern, e incluye trescientas cincuenta obras creadas por ciento cincuenta artistas expuestos en doce salas. Se ha prescindido de las imágenes científicas ya que son solamente estéticamente abstractas en un sentido derivativo; su intención era otra. Comienza con una vortografía de Alvin Langdon Coburn, resultado de los experimentos que el fotógrafo llevó a cabo con el escritor Ezra Pound. Ambos formaron parte del grupo vortocista, un movimiento de vanguardia británico que en la primera década del siglo XX se dispuso a expresar el dinamismo del mundo moderno en contraposición al arte figurativo y paisajístico. Para ello Coburn inventó el vortoscopio, donde varios espejos crean un prisma que fractura la superficie a fotografiar, creando un efecto de caleidoscopio donde el motivo fotografiado desaparece por completo.
Nos encontramos con la obra de alemana Martha Hoepffner, quien, obsesionada por la relación entre la música y el arte abstracto, e inspirada por las obras de Kandinsky (quien consideraba que la pintura debía aspirar a ser tan abstracta como la música), compuso fotogramas que por sus formas, líneas y cuadrículas recuerdan a las obras del pintor. Cerca cuelga una fotografía de Pierre Dubreuil, Interpretation Picasso, The Railway 1911, realizada al mismo tiempo en que Picasso y Braque experimentaban con el cubismo, donde la realidad queda fragmentada por la representación de distintos puntos de vista a la vez
Si hubo un fotógrafo que contribuyó activamente en Estados Unidos a consolidar la fotografía como un arte fue Alfred Stiglitz “A no ser que la fotografía encuentre sus propias posibilidades de expresión, separadas de aquellas de las otras artes, será meramente un proceso, no un arte”, escribía. Así, desde 1905 hasta su cierre en 1917, en las paredes de 291, su galería neoyorquina, colgaron las obras de algunos de los grandes maestros destinados a renovar el medio, junto a la obra de los pintores europeos más vanguardistas del momento. La muestra incluye algunas de las obras del fotógrafo, así como de las de Paul Strand, ambos representantes de lo que vino a denominarse straight photography o fotografía directa. Esta tendencia se desmarcaba del pictorialismo, con unas imágenes que reflejan las características propias del medio; una buena definición y un marcado contraste que contribuyen a revelar la forma y la estructura de los motivos fotografiados.
En el recorrido por el fecundo siglo tampoco podrían faltar pioneros del modernismo como László Moholy-Nagy, quien introdujo la enseñanza de la fotografía en la Bauhaus y acuñó el término Nueva Visión. Daría nombre al movimiento caracterizado por el uso de ángulos forzados, tomas cercanas y vistas de pájaro, que tenían como resultado Imágenes que rozaban la abstracción. En Bird in space (Pájaro en el espacio), Edward Steichen fotografía una de las esculturas de Brâncuși, perteneciente a la serie que lleva el mismo título. La duda sobre su estatus como obra de arte llegó a los tribunales en Estados, donde por aquel entonces el traslado de obras de arte estaba libre de impuestos. Para ser cualificadas como tal debían ser imitaciones de objetos naturales. La icónica escultura tocó tierra americana bajo el epígrafe ‘utensilios de cocina y suministros para hospitales’.
La cámara no siempre fue un instrumento indispensable para el fotógrafo a la hora de crear arte dentro del cuarto oscuro. Así lo demostró Man Ray con sus rayogramas, realizados situando los objetos sobre el papel fotosensible y proyectando luz encima de ellos. Algunas de estas obras pusieron a Picasso de rodillas fascinado por el resultado, según relataba el fotógrafo surrealista. “No hay nada más surreal que la realidad”, diría Brassaï, cuyos grafitis encuentran sitio dentro de la sección titulada Surface and texture (superficie y textura) cerca de las paredes desconchadas de Aaron Siskind. Ambos dialogan con el discurso del expresionismo abstracto de los años cuarenta y cincuenta.
Entre los grandes referentes de la fotografía del siglo pasado se incluyen a otros menos conocidos, como la artista checa Běla Kolářová. Su obra compartió en los años sesenta la sensación de movimiento junto al op art y el arte cinético. También nos encontramos con las fotografías del Ellsworth Kelly. Estas no fueron expuestas hasta después de su muerte y sirvieron como ‘’anotaciones” (no bosquejos) para el desarrollo de su obra pictórica. Quedan englobadas bajo el mismo apartado que las formas arquitectónicas minimalista de Lewis Baltz, entre otros, y preceden a la última sala dedicada a la innovadora obra de artistas contemporáneos, donde no podrían faltar Stan Douglas, Thomas Ruff o Wolfgang Tillmans.
“¿Cómo ser un pionero en el tiempo que te toca vivir copiando los logros del pasado? ¿Cómo impactar con una imagen cuando todo el mundo ve tantas?», se pregunta Maya Rocha. “Quiero que mis imágenes tengan un contexto contemporáneo. Quiero que mis imágenes sean de hoy”. La joven y experimental artista exhibe una obra realizada especialmente para la exposición, como lo hace Daisuke Yokota y Antony Cairns. Estos autores son un buen ejemplo de cómo una nueva generación de fotógrafos utiliza distintos medios, en busca de resultados que enfatizan tanto el control y el orden del proceso artístico como el fruto del azar y el accidente. Utilizan la tecnología digital, desde la programación informática hasta las técnicas de impresión más innovadoras, para expandir las posibilidades de la fotografía. Al tiempo dejan claro que las distinciones entre fotografía y pintura han dejado de tener significado para ellos.
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