Los finalistas de la novena edición del Premio MAXXI Bulgari –principal galardón transalpino de arte emergente– exponen sus obras seleccionadas en el museo romano hasta octubre.
El premio bianual MAXXI Bulgari –nacido en el año 2000 como Premio per la Giovane Arte Italiana– se ha convertido en una de las mayores plataformas de lanzamiento para los artistas emergentes en el país transalpino. Entre sus ganadores se encuentran nombres como Lara Favaretto, Vanessa Beecroft o Nico Vascellari y en él empezaron a cobrar fama dos de los tres artistas presentes en el pabellón italiano de la pasada Bienal de Venecia, Giorgio Andreotta Calò y Adelita Husni-Bey. Este año alcanza su novena edición añadiendo el patrocinio de la célebre casa de modas Bulgari y buscando una mayor proyección internacional, tanto en lo referente a los artistas como en el jurado. El resultado ha sido la selección de los tres finalistas cuyas obras podrán verse hasta octubre en el museo romano de arte contemporáneo MAXXI: la fotógrafa estadounidense Talia Chetrit, el videoartista italiano Diego Marcon y el colectivo multidisciplinar Invernomuto.
Películas desasosegantes
El vídeo está muy presente en los tres proyectos seleccionados. Marcon (Busto Arsizio, Varese, 1985) presenta un proyecto de animación CGI que podría evocar un tráiler algo perverso de una película de Pixar o de Dreamworks: un niño canta (con la voz de uno de los integrantes del coro de voces blancas de La Scala) sobre una posible muerte inminente mientras se refugia en las entrañas de un barco azotado por la tormenta e intenta sin éxito mantener encendida una cerilla para no ser tragado por la oscuridad. La repetición en bucle de su «lied» –tan bello en su melodía como desesperado en su letra– con la luz agitándose con violencia al final de la sala a oscuras crea un efecto casi hipnótico y nos hace preocuparnos por un niño que sólo existe como producto de un ordenador.
Invernomuto (dúo formado por Simone Trabucchi –Piacenza, 1982– y Simone Bertuzzi –Piacenza, 1983–) también usan el vídeo como centro de su instalación; concretamente, una parte de su serie «Calendoola». En ella, zombis trajeados, víctimas de algún incógnito accidente que ha dejado mutilados sus rostros, deambulan por la playa de Sabaudia –ciudad costera creada en época fascista–, entre edificios que intentan aparentar ser lujosas villas imperiales, mientras un elefante que evoca los de Aníbal recorre el decorado de un circo romano. Las imágenes (proyectadas en una pantalla irregular suspendida en medio de la sala) tienen algo de pesadillesco y crean un desasosiego que Invernomuto acrecientan valiéndose del sonido –en especial de un «subwoofer» que hace temblar la sala– procedente de altavoces estratégicamente repartidos. Además, en momentos escogidos para marcar un ritmo en la instalación, una fragancia se dispersa por la sala.
La propuesta de Talia Chetrit (Washington D. C., 1982) se basa en una selección de fotografías realizadas en los últimos 20 años, pero también incluye de forma destacada un vídeo en el que «roba» imágenes de sus padres, grabándoles sin advertírselo con la excusa de preparar una sesión de fotos. Esta pieza resume muy bien los temas centrales de su obra: la tensión entre lo íntimo y lo público, entre lo posado y lo espontáneo. Sus fotografías, que suelen tener gran carga erótica, juegan con el contraste de escenas muy preparadas (desnudos, pero también recreaciones de escenas de asesinatos) con otras que parecen captadas casi de refilón, en el reflejo de un espejo o en una instantánea por sorpresa.
El jurado –en el que figuran, entre otros, el comisario David Elliott, la directora artística del Museo de Arte Contemporáneo de Tokio, Yuko Hasegawa, el director del MAXXI, Bartolomeo Pietromarchi, o el director de cine Giuseppe Tornatore– anunciará el 13 de octubre la obra ganadora, que pasará a formar parte de la colección permanente del museo.
Algunas de las Fotografías de Talia Chetrit – Musacchio Ianiello. Cortesía de Fondazione MAXXI
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