Lina Tur Bonet y Judith Jáuregui
Protagonizarán uno de los conciertos más sugerentes de la Quincena de San Sebastián. Será en el Museo San Telmo, rodeadas de cuadros de Zurbarán, Ribera, Rubens… Un universo mitológico al que pondrán banda sonora: Debussy, Turina, Ravel… Hablamos con ellas de sus próximos discos, de museos, de feminismo…
El Museo San Telmo se ha poblado de mitos. Han llegado al centro donostiarra desde el Museo del Prado, que le ha cedido una serie de esculturas y cuadros. Autores: Zurbarán, Rubens, Ribera, Houasse, Giaquinto… Personajes: Baco, Diana, Europa, Narciso… La Quincena ha aprovechado esta exposición, auspiciada por la Obra Social ‘la Caixa’, para organizar uno de sus conciertos este verano. Lo darán dos de las solistas más carismáticas, inquietas e inspiradas de nuestro país: la pianista Judith Jáuregui y la violinista Lina Tur Bonet. Ambas escanciarán un recital en ese hábitat mitológico el próximo 16 de agosto.
Orfeo será el eje del programa. Con todo sentido. Como apunta Tur Bonet, “es el mito central de la música”. El cantor tracio, ya saben, se valió de sus habilidades con la lira para camelarse a los dioses y poder arrancar así del inframundo a su amada Eurídice. “El Orfeo de Monteverdi -añade la violinista- es considerado la primera ópera y también el inicio de la Seconda Prattica, que liberó a la música de la obligación de representar o imitar la realidad para para hacernos sentir emociones”. Aunque la versión lírica de este descenso a los infiernos que tocarán será la de Glück. En concreto, su Danza de los espíritus adaptada para piano y violín por el virtuoso vienés Fritz Kreisler a principios del siglo XX. “Es un maravilloso arreglo que demuestra cómo este mito ha viajado a través de los siglos sin perder ni un ápice de actualidad ni de belleza”.
Ambas instrumentistas abordarán asimismo pentagramas de Granados, Debussy, Ravel y Falla. Y también otra referencia directa a la mitología: Euterpe, de Joaquín Turina. En concreto, el segundo número de la suite Las musas de Andalucía, que traslada nueve musas griegas a tierra española. Esta ‘mudanza’ le imprime a la partitura “un carácter alegre, extrovertido y brillante”, señala Jáuregui. La velada promete ser un carrusel de emociones, en un contexto cada vez más receptivo a este tipo de propuestas. Y es que los museos en los últimos años se han abierto de par en par a la clásica, ofreciendo al público una perspectiva muy diferente para su disfrute. “La energía que se crea es distinta. La intimidad del museo, la presencia de obras de arte que establecen una temática y la cercanía de la gente permite un diálogo muy especial. Lo que se pierde en acústica -en este caso tocamos además en el claustro abierto al aire libre- se gana en atmósfera y encanto”, señala Jáuregui, que a principios de julio actuó en varios auditorios chinos, todos abarrotados de niños abducidos por el fulgor pianístico de sus ídolos: Lang Lang y Yuja Wang.
Los móviles y la magia perdida
Tur Bonet lanza una advertencia para no desperdiciar tal embrujo: “Las artes siempre están deseando dialogar entre sí, porque cobran mucha más fuerza combinándose, por eso me da pena cuando veo al público grabando los conciertos con sus móviles. Quieren atrapar la belleza sin darse cuenta de que es así como la pierden. Hay que vivirlos plenamente con todos los sentidos, como lo que son: una experiencia única que, con suerte y si lo conseguimos entre todos, quedará en la mejor de las memorias: la del alma”. Es ahí donde quedaron sus recitales a medias con el poeta Antonio Colinas, melómano confeso, que tuvo en Tur Bonet un espléndido altavoz de su palabra poética. O su grabación, con ornamentaciones propias, del Op. V de Corelli, catalogada por la BBC Radio 3 como la mejor versión existente hasta la fecha.
La violinista ibicenca lanzará en un par de meses un nuevo disco, como directora y solista, con nuevos inéditos de Vivaldi. Incluirá la versión original del que se considera el más virtuoso de sus conciertos, el llamado Il Grosso Mogul. De su incandescente violín pueden saltar chispas. Tales descubrimientos son el fruto de su ‘promiscua’ relación con musicólogos y pertinaces rastreadores de archivos. Tur Bonet se adentra en los recovecos de estas gemas ocultas con obsesiva dedicación. Esa minuciosidad es un rasgo también definitorio de Judith Jáuregui, que en 2013 fundó su propio sello, Berli Music, para tener absoluta libertad de tiempos y repertorios. Con él respaldó su inmersión en el mundo esotérico de Scriabin y en el impresionismo de Mompou, Debussy y Liszt. También reivindicó la pianística española a partir de de Granados, Falla y Albéniz. “He podido crear y narrar de principio a fin tres historias diferentes”, recuerda. Ahora se plantea vincularse a una discográfica más grande para tener más impacto internacional. Está en plena fase de deliberación de compositores y épocas para perfilar su próximo proyecto: “El final del siglo XIX y principios del XX me fascina. Aunque también me gustaría rescatar la esencia del romanticismo alemán o incluso irme a la frescura de Mozart”.
La alianza de ambas solistas se cimentó en una admiración recíproca previa. Jáuregui destaca de Tur Bonet “su capacidad analítica, su energía desbordante y su libertad rítmica y expresiva”. Y esta, a su vez, alaba “la elegancia, la inteligencia y la capacidad para conectar con el público” de la pianista donostiarra. Ambas, además, claman por una mayor igualdad de oportunidades en el mundo de la clásica. No lo consideran machista pero sí creen que hay aspectos mejorables. “No podemos olvidar la historia, a las mujeres que se les pusieron todo tipo de trabas. Hoy, en el circuito de solistas, tenemos el espacio que merecemos, aunque sí es cierto que me gustaría trabajar con más directoras de orquesta”.
Esta última función también la ejerce Tur Bonet, que nunca olvidará los argumentos que un músico de la Filarmónica de Viena le dio para justificar la antigua prohibición de esta orquesta de incluir mujeres en sus filas. “Estaba convencido de que sus giras eran demasiado duras para una mujer. Me encantaría hoy ver a ese señor hacer lo que he hecho yo este año, en el que me coincidieron en dos ocasiones tres continentes en el mismo mes, con seis programas distintos. No creo que el mundo de la clásica sea especialmente machista hoy. Pero sí sobreviven algunos clichés anacrónicos. Espero que suceda como con lo de escupir en el suelo, que se empiecen a ver como un comportamiento patético y peligroso”.
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