Gorka Maneiro y Consuelo Ordóñez explican el valor de la novela de Fernando Aramburu
Aquellos que duden del sentido que tienen la literatura y la ficción en el mundo contemporáneo, que lean: «Lo que va a conseguir Patria no lo habríamos logrado nosotros ni en cuatro vidas. Todo lo que nos habíamos propuesto, dejar documentado lo que ocurrió y hacer que se conozca para que no vuelva a repetirse… Todo eso está en Patria de una manera que sólo puede venir del más puro sentimiento, de la más profunda convicción».
El entrecomillado pertenece a Consuelo Ordóñez, la presidenta del Colectivo de Víctimas del Terrorismo y hermana de Gregorio Ordóñez (asesinado en 1995). El «lo que ocurrió» de sus palabras se refiere a la historia de violencia y exclusión social que se ha vivido en el País Vasco durante los últimos 50 años. Y Patria es, obviamente, la novela por la que Fernando Aramburu recogió el pasado lunes el Premio Francisco Umbral al mejor libro publicado en España en 2017, concedido por la Fundación Umbral y promovido por el diario EL MUNDO, el periódico que el escritor eligió para sus años de plenitud.
¿Qué piensan las víctimas del terrorismo de Patria? ¿Del sorprendente boca a boca que ha calado entre personas que no suelen leer ficción? ¿Del viejo tabú que se ha roto quizá para siempre? «Para mí, el valor de la novela es la manera en que nos interpela a cada uno de nosotros, la manera en que nos pregunta dónde estuvimos y qué hicimos, si miramos para otro lado o no», explica Gorka Maneiro, antiguo parlamentario de Unión Progreso y Democracia en el Parlamento Vasco y víctima de un ataque de la Kale Borroka en el año 2000.
Consuelo Ordóñez cree que el valor de la novela de Aramburu ha cobnsistido «en retratar a la sociedad cómplice», más que en informar de los actos criminales en sí, que ya estaban suficientemente documentados. «Hablé el otro día con una víctima de ETA que vive en Sevilla. Le dije: ‘Tienes que leer Patria‘. ‘No sé si me apetece mucho’. ‘De verdad, tienes que leerlo porque hay cosas que no podrás entender hasta que no leas la novela, porque no es lo mismo ser víctima de ETA en Sevilla que en el País Vasco».
Y aquí viene una descripción de vejaciones que le sonará a cualquier lector de Aramburu: la jauría humana, las pintadas en las paredes, los amigos que dejan de ser amigos, las víctimas convertidas en culpables…
Patria termina en un abrazo entre acosada y acosadora. Y no es raro que los lectores terminen sus páginas con una gota de compasión por la familia de los victimarios, la familia de Joxean y Miren: pobre gente, les engañaron, se creyeron un delirio trágico y ellos también fueron desgraciados. «Claro que estoy dispuesta a dar ese abrazo. Ya lo he dado muchas veces porque tengo amigos que estuvieron en ETA que cambiaron y que decidieron estar del lado de las víctimas a costa de complicarse sus vidas. A eso los admiro mucho. Sería facilisimo ir a pasarles una mano por el hombro a los etarras. Muchas víctimas lo han hecho, ir a buscar a ETA para tener su perdón. Yo eso no puedo hacerlo mientras los etarras sigan siendo recibidos con honores, las calles cortadas y una fioesta en su barrio. Eso está pasando ahora».
Maneiro entiende lo de la compasión por Joxean y Miren. «Es una idea que ya tenía en la cabeza y que aquí se ve muy claro. La principal idea de Patria, para mí, es que el uso de la violencia arruina a las personas. También a las personas que la ejercen», explica.
Última pregunta: ¿qué otros libros, qué otras películas les han emocionado por su manera de tratar la violencia en el País Vasco? Maneiro y Ordóñez coinciden en acordarse de los cuentos de Los peces de la amargura, de Aramburu. Ordóñez añade la obra de Raúl Guerra Garrido y Maneiro, los textos de Fernando Savater. ¿Y películas? No mucho, la verdad. Sólo Fuego, de Luis Marías, aparece en el recuerdo. El cine aún espera su Patria.
Ver más en: El Mundo