Su última mujer fue a quien más veces pintó, aunque la madre de su primera hija fue quien más le inspiró plásticamente
De los siete grandes amores de Picasso, entre decenas de amantes, dos se suicidaron años después de terminar su relación, dos terminaron enloquecidas, y solo una se atrevió a abandonar al genial pintor. Musas del artista, la inspiración se plasmaba en decenas de retratos de unas mujeres que, quienes no quedaron destruidas, quienes no se «aferraron al minotauro», después le retrataron a él como un cruel misógino.
Françoise Gilot (1921), último testimonio vivo de todas ellas, cuyos cuadernos de dibujos acaba de publicar la editorial Taschen, fue la única de todas que dejó al artista, harta de infidelidades. «Me fui antes de terminar destruida. Las otras no lo hicieron, se aferraron al poderoso minotauro y pagaron un precio muy alto», dejó escrito en sus memorias, publicadas en vida del artista («La vida con Picasso», 1964).
En los diez años que duró su relación, entre 1943 —ella tenía 22, él ya pasaba de los sesenta— y 1953, Pablo Picasso la retrató en 181 ocasiones, la cuarta entre las siete mujeres que más tiempo estuvieron a su lado, según el análisis de la base de datos realizado por ABC del mayor y más actualizado catálogo digital del artista, el «Online Picasso Project», de la Sam Houston State University, editado por Enrique Mallen. Más de 25.000 obras registradas entre pinturas, dibujos, bocetos, grabados, cerámicas y esculturas diseccionadas desde un punto de vista cuantitativo.
La metáfora del minotauro, según cuenta Françoise Gilot, la usaba el mismo artista para definir su relación con sus mujeres: «Picasso me dijo que un minotauro tiene a su lado muchas mujeres y las trata muy bien, pero que reina sobre ellas por el terror». También dijo que para él «solo hay dos clases de mujeres: diosas y felpudos». Ella se marchó antes de ser lo último.
Mujer sumisa
Jacqueline Roque, por el contrario, siempre estuvo cómoda en la sumisión al artista. Se dirigía a Picasso en tercera persona, le besaba la mano y lo llamaba «dios» o «monseñor». Decía que nadie puede hacer sombra al sol. La última mujer del genio, su segunda esposa, quien le acompañó hasta sus últimos días, es la persona a quien más veces retrató, en 282 ocasiones.
El historiador del arte y biógrafo de Picasso John Richardson, admirador del artista y amigo de Jacqueline Roque, cuenta que el pintor solía ponerla a prueba en sus retratos: «Mediante el ajuste de su imagen, podía humillar a Jacqueline, mostrarle su amor o su ira». Picasso, explica Richardson, solía agradecer, agraviar o desagraviar con sus dibujos.
La relación de Picasso con Jacqueline Roque duró desde 1953 —ella en la veintena, él a con más de setenta— hasta la muerte del artista en 1973. Ella se suicidó años después de un disparo en la cabeza. Su muerte fue el último desenlace trágico de las mujeres que acompañaron a Picasso, pero no el único.
Suicidios
Marie-Thérèse Walter también se suicidó poco después de la muerte del artista. Ella es la tercera mujer que más veces retrató, hasta en 189 ocasiones. Según Gilot, fue «la mujer que le inspiró plásticamente mejor que ninguna». Comenzaron un «affaire» en 1927, cuando ella apenas contaba con 17 años y él estaba casado con su primer esposa, Olga Khokhlova.
Olga Khokhlova fue infeliz y desgraciada. Se separó de Picasso cuando se enteró de que iba a tener una hija con Marie-Thérèse Walter, aunque ya eran amantes desde hacía años. La bailarina se marchó con el hijo de ambos, Paulo. Nunca se divorciaron porque el artista no estaba dispuesto al reparto de sus bienes, así que no se volvió a casar hasta que ella murió, sola y atormentada.
Cuatro hijos
Su primogénito, Paulo, está representado en 34 retratos, uno de ellas es el famoso «Paulo vestido de arlequín». Su hija mayor, Maya, nacida de Marie-Thérèse Walter y con quien siempre tuvo una gran complicidad, es el segundo de sus retoños que más veces retrató, en 45 ocasiones, solo por detrás de Paloma. Ella es la niña de la obra maestra «Maya y la muñeca» (1938). Picasso tuvo otros dos hijos, nacidos de su relación con François Gilot: Claude y Paloma. Paloma, la más pequeña de los cuatro hijos del artista, es el vástago que en más ocasiones aparece en sus cuadros (57) y Claude el que menos (33).
Enloquecida
Cuenta Françoise Gilot que Marie-Thérèse Walter y Dora Maar se pelearon en el estudio de Picasso cuando la madre de Maya le preguntó a quién de los dos prefería. Él les dijo que tendrían que resolverlo entre ellas. «Así que empezaron a luchar. Es uno de mis recuerdos favoritos», le confesó el artista. El artista al final se quedó con Dora Maar tan solo un año después de que naciera su hija con Marie-Thérèse Walter.
Dora Maar decía de Picasso que cuando cambiaba de mujer cambiaba de vida: un nuevo lugar donde vivir, nuevos grupo de amigos, nuevo perro… y nueva forma de pintar. Los cuadros luminosos y brillantes de la rubia y atlética Marie-Thérèse Walter, de origen sueco, dieron paso a los tortuosos de la atormentada Dora Maar, de origen yugoslavo. La artista, que fotografió el proceso de pintura del «Guernica», aparece en 262 obras de Picasso en la década que duró su relación (1936-1946) por los 181 retratos de Marie-Thérèse Walter en un año menos como amante (1927-1936). Dora Maar, siempre atribulada, terminó por perder la cordura por completo.
Primeros amores
El primer gran amor de Picasso, Fernande Olivier, la única que convivió con él antes de ser reconocido como genio de la pintura, no se suicidó ni enloqueció. Modelo para artistas, comenzó su relación estando casada y no llegó a divorciarse. Vivió penurias económicas, solucionadas en parte por el acuerdo económico con Picasso de no seguir publicando sus memorias con el artista hasta su muerte. Ella murió siete años antes que él.
La muerte que causó un gran dolor en Picasso fue la de su segundo gran amor, Eva Gouel, tres años después de comenzar una relación que prendió cuando todavía estaba con Fernande Olivier. El artista escribió a su mecenas Gertrude Stein que su vida sin ella era un infierno. Eva Gouel, que se adaptaba mejor al papel sumiso que buscaba el artista en una mujer, apenas aparece en su obra.
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