Hacer uso de la creatividad como herramienta de transformación puede ser una buena forma de alcanzar objetivos de desarrollo social en una comunidad, así lo cree Johanna Massiell Flores Mollán, más conocida en el medio artístico como Johanna Massiell, “La chica de las máscaras”, quien en esta oportunidad nos brinda una visión completa de cómo y para qué hacer arte.
¿Cómo inició en ti el gusto por las actividades artísticas?
Me uní al arte desde que era pequeña porque mi papá es pintor. Él me contaba que cuando yo era niña cogía sus pinceles, su pintura y me ponía a jugar. Cuando fui creciendo, el interés aumentó, incluso mi abuela me llevaba a cursos de manualidades, arquitectura. Entonces supe que siempre quise trabajar con la creatividad y eso me ha servido para poder formar proyectos.
¿Cómo surge la idea de formar “Arte y alma”?
Desde un inicio la idea fue compartir con niños diversos talleres recreacionales, artísticos y culturales en zonas vulnerables, ya sea como asentamientos humanos o barrios alejados de Lima. A la par de este proyecto nace, también, “La chica de las máscaras”, pero como producto, como algo personal. Quería lograr ser identificada como artista o como creadora.
¿Por qué realizar diseños con máscaras como soporte?
En el mundo del arte hay muchas plataformas donde uno puede crear. Yo empecé tomando fotografías, se puede decir que inicié trabajando visualmente, pero quería algo que me diferenciara de los demás. Así que una tarde, mientras meditaba, concluí que trabajar sobre máscaras era algo totalmente distinto. Entonces, hice un diseño, le tomé una foto, la compartí en mis redes sociales y a la gente le empezó a gustar. Fue ahí, también, cuando comencé a dictar talleres a niños en distintas partes de Lima.
¿Ambos proyectos empezaron juntos?
Sí, el tema de las máscaras inició junto a “Arte y alma”, que ahora ya no es un proyecto social sino una ONG.
¿Es difícil trabajar con los más pequeños?
Los niños son los más encantados en recibir talleres de arte, cuando llegas a un lugar determinado, ellos te reciben felices, están siempre con la energía de querer pintar. He dictado en colegios, festivales, comedores populares, diversos eventos, pero el recibimiento de los niños siempre es fabuloso. Además, a través del arte, ellos aprenden de manera más rápida y lúdica.
¿Crees que el arte es un conducto para otras expresiones?
Cuando yo hago los talleres de máscaras, primero les hablo siempre del tema del reciclaje. De esa manera, a través de la pintura, les enseñamos que del desecho que estamos por arrojar a la basura puede surgir una obra de arte. Eso es algo que me encanta, porque es como una conexión para enseñarles sobre temas sociales o medioambientales.
¿Se puede hacer cultura en las calles?
Sí, en muchos casos la gente dice que las “expresiones artísticas solo se pueden exhibir en grandes galerías o en un museo”, pero no se dan cuenta que se puede promover el arte y la cultura desde un barrio.
Existen diversos eventos artísticos en la capital, pero el público parece desinteresado. ¿Por qué crees que ocurre esto?
Yo creo que en el tema cultural siempre hay que saber escuchar a la comunidad. No puedes ir a un lugar, dejar libros y decirles: “Ya bueno, lean”, cuando no trabajas en mostrarle por qué es adecuado o positivo hacerlo.
¿En qué se está fallando?
Alguien puede ir y decir: “Mira, hoy tendremos una función de teatro”, pero hay personas que nunca han ido al teatro, no saben de qué trata. Por eso creo que la promoción no está siendo la adecuada. Muchas veces la gente busca un resultado inmediato, pero deben considerar los procesos y es ahí donde hay que empezar a trabajar.
¿Cuál es el objetivo de la ONG a largo plazo?
Nuestra idea es que “Arte y alma” no se quede solo en Lima, sino que pueda llegar a otros puntos del país. Nos gustaría trabajar en la selva porque sabemos que ahí también se necesita incentivar, dejar la semilla para que otras personas se unan y puedan impartir esta u otras de actividades culturales.
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