Pintor y fotógrafo tendrán dos grandes exposiciones en la próxima temporada del museo
Bartolomé Bermejo es un pintor de finales del gótico tan excelente como misterioso. No se sabe, con exactitud, dónde, ni cuando nació; si era cristiano viejo o judeoconverso, como los eran algunos de sus clientes y su mujer, Gracia de Palaciano, condenada en 1486 por practicar ceremonias judaicas. Tampoco, cuando ni donde falleció, aunque se cree que fue en Barcelona alrededor de 1501. En esta ciudad pintó la que se considera su gran obra maestra: la Piedad Desplà, tras recorrer otras ciudades como Valencia, Daroca y Zaragoza. En todas ellas pintó una veintena de excelentes obras que lo convierten en un virtuoso de la pintura y en el artista más destacado de la Corona de Aragón y el mayor representante de la influencia flamenca en España.
A él está dedicada una de las grandes exposiciones de la próxima temporada del Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC), en la que podrán verse casi todos sus trabajos: la tabla central del Retablo de San Miguel, propiedad de la National Gallery, que encargó en 1468 Antoni Joan, señor de Tous, el Tríptico de la Virgen de Montserrat de la catedral de Acqua Termi que encargó un mercader italiano afincado en Valencia en 1483 y la famosa piedad, que en sus más de 500 años no ha abandonado nunca la catedral de Barcelona donde se expone junto a su comitente, el arcediano Joan Desplà. La exposición, comisariada por Joan Molina, es fruto de la colaboración entre el MNAC y el Prado, el museo madrileño donde se inaugura la muestra el próximo martes.
Bermejo, del que el MNAC tiene cuatro tablas (dos depositadas por el Institut Amatller d’Art Hispanic) y por lo tanto casi el 20% del total de su producción, no será el único artista que despuntará en la temporada 2018-2019 del museo. El fotógrafo Oriol Maspons (1928-2013), más de 500 años después que Bermejo, protagonizará otra retrospectiva del museo que cuenta con todo el archivo de su obra: unas 7.000 fotografías realizadas entre 1950 y 1980, además de 200 copias en papel. La exposición (comisariada por Cristina Zelich, entre julio 2019 y enero 2020) “será muy importante porque mostrará a un Maspons más profundo y más serio; no solo relacionado con su visión más simpática de la gauche divine”, explicó ayer Pepe Serra, director del MNAC, durante la presentación de la temporada, que insistió en que las muestras programadas redundan en un “mayor conocimiento de la colección, que tiene un potencial enorme”. Para la temporada que viene el MNAC cuenta con 1,3 millones (de los 15,5 totales del presupuesto) para programar.
Desde que Serra fue nombrado director del MNAC en 2012 se ha llevado a cabo la rehabilitación artística de autores que estaban fuera del canon, como Josep Tapiró, Carles Casagemes, Lluïsa Vidal y Xavier Gosé, entre otros. Serra anunció que ya no habría más recuperaciones, pero ahora anuncia que expondrá a Antoni Fabrés (1854-1936), uno de los mayores seguidores de Mariano Fortuny que se caracteriza por buscar la mirada del retratado. Se podrá ver entre mayo y septiembre de 2019 y su comisario será Aitor Quiney.
La cuarta exposición de la temporada es sobre escultura de vanguardia durante la posguerra en Cataluña con trabajos como los de Àngel Ferrant, Leandre Cristòfol, Torres Monsó o la obra pionera de Josep Maria Subirachs.
El MNAC es un museo vivo. Es difícil adquirir nuevos fondos románicos y góticos, pero más fácil patrimonializar y formar colección del periodo de posguerra y las décadas siguientes y los inicios de la posmodernidad. Y en eso está centrado Àlex Mitrani, conservador de arte moderno del MNAC, que está consiguiendo, a partir de donaciones, depósitos y adquisiciones, como las de Aurèlia Muñoz, Joan Claret, Magda Bolumar, Fin o Francesc Todó, que se expondrán, a partir de ahora, según anunció Serra, en un nuevo espacio que hasta ahora era almacén, de la primera planta.
Ver más en: El País