La Biblioteca Nacional celebra la III edición del Día de las Escritoras, bajo el título «Mujeres rebeldes y transgresoras». Hablamos con las escritoras Lara Moreno y Aroa Moreno de literatura, educación y nuevo feminismo
Se conocieron a través de sus blogs, fue antes de que a Lara Moreno le propusieran ser editora invitada del sello Caballo de Troya, una especie de laboratorio de nuevas voces de la literatura. Y lo tuvo claro desde el principio. Una de las obras que quería editar era «La hija del comunista» de Aroa Moreno. Lara tiene 40 años nació en Sevilla, ahora vive en Madrid. Cuentista, poeta, editora freelance, imparte además talleres de escritura creativa. En su última novela «La piel del lobo» se enfrenta por primera vez a la familia y a la maternidad desde un punto de vista no tradicional. Aroa tiene 37 años, estudió periodismo en la Complutense. Su primera novela (premio Ojo Crítico de narrativa) habla de la lucha del individuo contra el Estado. Celebramos con ellas el Día de las Escritoras, en una edición que da voz a la rebelión de las mujeres y que rinde homenaje a sus protestas.
«La lucha comenzó hace mucho tiempo pero el panorama está cambiando» asegura Lara Moreno que recuerda que no fue hasta muy tarde, hace apenas diez años, cuando empezó a tener referentes femeninos en la literatura. «Siempre que me preguntan pienso en los autores que me han marcado. Y la mayoría de los que me salen son hombres y quiero que estén ahí. Pero no fue hasta los 30 años cuando tuve conciencia de que en esa literatura escrita por mujeres encontraba una identidad y una empatía diferentes. Con esas autoras me pasó algo que no me había pasado con los hombres y es que había comenzado a interesarme por sus vidas». Habla Lara de Virginia Woolf, Marina Tsvetáyeva o Agota Kristof. Una lista que Aroa continúa con María de Zayas, Gloria Fuertes o Gioconda Belli.
Estamos en un momento en el que se está revisando cómo las escritoras han sido desplazadas de lo público, explica Aroa, de distinciones, de premios, del apoyo institucional, «me parece bien ese debate, a pesar de que muchos dicen que es plañir y que todo el día estamos denunciando que son cuatro las que han ganado el Cervantes. En realidad, es el reflejo de una realidad que ha estado ahí. Todo va cambiando poco a poco». Según Lara «hay algo imparable y es verdad que todavía hay mucho debate que ójala no fuera necesario. Pero hay que seguir hasta que no tengamos que hablarlo». Un debate en plena era del Me Too, una revolución a la que también se están sumando algunos discursos que no resultan coherentes «como en cualquier revolución hay mucha cáscara. Pero cuando todo se mueva esa cáscara se irá cayendo. Lo importante es que el trabajo esté hecho».
«El camino es largo y ser mujer lo pone un poco más difícil» asegura Aroa. «La habitación propia no es tan concreta para nosotras, seguimos escribiendo en las mesas de las cocinas, en las esquinas de la jornada» y cuenta su caso «yo me levanto a las cinco de la madrugada para poder escribir, luego empiezo la jornada que me da de comer y luego la que dedico a mi hijo. Un día muy largo en el que siento que tengo que rascar a las horas para poder hacer ese camino». Hablamos de sororidad y las dos coinciden en su importancia. Para Aroa es hermoso el momento en el que dos mujeres ponen las cartas encima de la mesa y dicen a mí también me ha pasado, «llevamos mucho tiempo mascando, tragando y digiriendo muchas cosas solas, que se quedan ahí como tumores que una termina arrastrando con los años». «Es algo muy necesario, cuenta Lara, y es algo que todavía me enerva porque hay grietas importantes. Sigue habiendo mucho silencio, todavía se cuestiona a la víctima. En el fondo es algo muy capitalista, muy liberal. A una víctima no se la puede juzgar porque si está ahí es por algo. Entre nosotras incluso lo cuestionamos».
Todavía hay que romper muchos tabúes, como explica Lara. «La lucha más grande que tengo ahora es educar a mi hija, cómo hacerlo en la seguridad, como quitarle el mito venenoso del amor romántico porque eso está ahí. Todo radica en la Educación«. Coincide Aroa, que también es madre de un niño. «La educación más efectiva es el ejemplo. Uno se revisa mucho a sí mismo. Hay que apuntalar muy bien los valores, después él ya volará. Todavía nos queda una buena parte del camino hasta que deje de parecernos que esto es sólo cosa de mujeres, sino que es cosa de todos».
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