La novela del escritor Paul Tremblay se centra en la desintegración de la familia y en cómo reacciona la sociedad al ocurrir dicho fenómeno (el bullying, el morbo, la falta de fraternidad, el fanatismo religioso).
En algún momento de su carrera, el escritor norteamericano Kurt Vonnegut elaboró una serie de diagramas que partían de la premisa de que todas las historias alguna vez contadas podían graficarse a partir de dos ejes, esto para ejemplificar que en la literatura solo había un puñado de temas sobre los que era posible escribir y, en términos generales, todas las obras alguna vez escritas eran únicamente variaciones de esos mismos. Al escritor argentino Jorge Luis Borges también le atribuyen haber dicho algo muy parecido. Si aplicamos el postulado de estos grandes de las letras a un género en apariencia tan limitado como el terror, nos damos cuenta de que cualquiera que se embarque en la tarea de escribir una historia de este tipo tiene por delante un gran reto: la tan anhelada “originalidad”, acaso imposible de lograr. El escritor Paul Tremblay lo consigue, saliendo victorioso con su novela Una cabeza llena de fantasmas (A head full of ghosts) de Nocturna Ediciones, ganadora en su natal USA del premio Bram Stoker de Novela en el 2016.
La tarea de Tremblay era difícil, su libro trataba un tema complicado que, por su repetición y falta de originalidad e ingenio a la hora de abordarse, se había vuelto ridículo, manido y absurdo. Algo que producía risa en lugar de miedo (lo peor que puede ocurrir cuando se trata del género de terror). Hablo del tema del exorcismo. Sí, leyeron bien. El libro de Tremblay trata de eso pero, más que centrarse en los aspectos típicos de este tipo de narración (por qué fue poseída la persona, cuándo, quién y cómo, etc.), Una cabeza llena de fantasmas se centra en la desintegración de la familia y en cómo reacciona la sociedad al ocurrir dicho fenómeno (el bullying, el morbo, la falta de fraternidad, el fanatismo religioso).
La historia es la siguiente: una adolescente de 14 años empieza a manifestar un comportamiento anormal y errático que lleva a su familia a sospechar que puede estar poseída. Debido a sus problemas económicos, la familia acepta la oferta de una productora de reality shows para grabarlo todo. Quince años después, una escritora de best sellers entrevista a la hermana pequeña de la chica poseída porque planea escribir un libro sobre lo que de verdad aconteció. A medida que ella rememora los hechos, va desgranándose una impactante historia que plantea interrogantes sobre la memoria y la realidad.
Ahora, lo interesante y donde Tremblay se juega parte de su apuesta por la originalidad es en la elección del narrador de su historia: la hermana menor de la chica poseída, que tenía ocho años en el momento de los sucesos. Y cuando digo que el autor “se la juega” es porque usa una de las figuras más difusas y difíciles de utilizar en la literatura, y es nada menos que el narrador poco confiable o unreliable narrator en inglés (donde suena mejor).
La hermanita, Meredith Barret, a sus tiernos ocho años, entendía muy poco del mundo y de lo que le estaba sucediendo a su hermana mayor y a su familia; sus padres, de más está decir, no le explicaban gran cosa por temor a perturbarla. Por ende, lo que ella recuerda de lo que en realidad pasó se encuentra “alterado” y distorsionado no solo por el transcurrir del tiempo sino también por la carencia de una arqueología psicológica básica en el momento de desarrollarse los acontecimientos. La Meredith Barret adulta (23 años), admite ante la escritora de best sellers que: “Mis recuerdos se confunden con mis pesadillas, con las extrapolaciones, con las sesgadas crónicas orales de abuelos, abuelas, tías y tíos, además de con todas las leyendas urbanas y las mentiras propagadas a través de los medios de comunicación, la cultura popular, y el poco menos que incesante aluvión de páginas web/blogs/canales de You Tube dedicados al programa. Todo eso, en definitiva, contribuye a embrollar irremediablemente lo que sabía entonces y lo que sé ahora.” Para colmo, su psique ha tenido que interiorizar el reality La Posesión (poco menos que un circo mediático), en donde muchas cosas fueron ligeramente “cambiadas” o no del todo ajustadas a la realidad de lo que estaban viviendo.
La narración en primera persona de Meredith Barret aparece intercalada con las entradas de un blog dedicado al género del terror donde se disecciona episodio por episodio el reality La Posesión y se deja de manifiesto las influencias de todos los libros, películas y series que han tratado el tema con anterioridad. Estas entradas al blog son bastantes divertidas, eruditas y dejan ver como el tema del exorcismo es algo trillado y estrafalario en la cultura popular actual. Tremblay conoce bien las expectativas de sus lectores y juega con eso (aparte de rendir homenaje a sus maestros); otro punto a su favor.
Con estos elementos, Paul Tremblay narra Una cabeza llena de fantasmas (un título idóneo y perfecto), una novela sobre un exorcismo donde lo que menos importa e impacta es el exorcismo en sí, sino lo que ocurre alrededor y las consecuencias emocionales que acarrea para los miembros de la familia. El libro logra producir auténtico miedo en algunos pasajes, literalmente dejando los pelos de punta por las implicaciones de lo que narra. La pérdida de la inocencia de un niño en circunstancias tan macabras nunca es fácil. Con todo esto en marcha, Tremblay nos conduce a un final donde el texto casi que explota en nuestras manos, reservando un golpe y sorpresa final que deja a más de un lector mareado, tragando saliva y sosteniéndose la cabeza. El giro que nadie se espera, el puñetazo imprevisto en el estómago que nos deja doblados por la mitad, luchando por respirar.
Una cabeza llena de fantasmas triunfa al presentarnos una variación original y muy interesante de una historia que ya conocemos (el que no se haya leído El Exorcista de William Peter Blatty seguramente habrá visto la película de William Friedkin) y que la cultura popular había dejado marchitar con narraciones tontas y pobremente escritas. Paul Tremblay, ya con un importante premio Bram Stoker en la mano, se va afianzando en ese nicho tan reducido (pero codiciado y envidiado) de los buenos escritores de ese género no siempre enaltecido del terror. Le auguramos muchas buenas historias por venir. Cheers.
Autor: Pablo Concha
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