‘Tokio Blues (Norwegian Wood)’ es un faro en la literatura de Haruki Murakami. Desde este libro, de 1987, se pueden iluminar varios de los motivos recurrentes en su obra. Ahí aparece la nostalgia que arropa a la mayoría de sus personajes; las referencias musicales que suenan por todas partes, sobre todo la de The Beatles; y su fijación por actividades como correr.
El encargado de manejar ese faro dentro de la novela es Watanabe, un treintañero que recuerda, gracias a una canción que acaba de escuchar a su llegada al aeropuerto de Hamburgo (Alemania), sus últimos años de adolescencia y los primeros de su juventud. Un tiempo al que Murakami vuelve con insistencia a lo largo de su obra literaria.
Entre los motivos que habitan la obra de este escritor también están los mundos fantásticos -’Crónica del pájaro que da cuerda al mundo’ o ‘IQ84’-, que dan cuenta de las problemáticas de la vida contemporánea. En ‘Tokio Blues’ ese mundo fantástico existe a través de un lugar muy peculiar, el hospital donde está internada Naoko, el amor de adolescencia de Watanabe.
Naoko, un personaje que siempre está caminando por los bordes del abismo, llegó a este hospital porque no podía lidiar con el suicidio de su hermana y de su novio Kisuki, con el que nunca pudo tener una relación sexual satisfactoria. En ese paisaje de desolación, Watanabe parece ser su única ancla al mundo real. Mientras, él lidia con su nueva vida como universitario y el caos de Tokio, Naoko lucha contra sus deseos de quitarse la vida.
Alumbrados de esta forma, parecería que el foco de los motivos literarios de Murakami apunta hacia el pesimismo frente a una sociedad, con grietas abiertas por todas partes y en varias generaciones. Pero como sucede en ‘Underground’, uno de sus ensayos más populares, su trabajo está centrado en explorar las consecuencias del actual comportamiento humano a través de varios rostros.
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