El escritor ganó el Premio Planeta con una novela en la que nos descubre a la emperatriz Julia Domna, una de las grandes personalidades femeninas del Imperio Romano.
Algunos momentos parecen dispuestos para dar suerte, para provocar gracia y buenaventura. El escritor Santiago Posteguillo estaba en Mallorca con su mujer cuando decidieron ir a Deià a visitar la casa museo de Robert Graves. Informaron al hijo del autor británico y éste les prometió una visita privada. Durante el recorrido, llegaron al estudio donde Graves escribió, entre otros, «Yo, Claudio» y Posteguillo sintió un cierto escalofrío. «¿Quieres sentarte en su silla?», le preguntó el hijo de Graves levantando la cuerda que impedía el paso de los visitantes a su mesa de trabajo. Posteguillo, sin dudarlo, casi antes de decir sí, ya se había sentado en aquella vieja silla, con una reconfortante sonrisa en los labios. «Si quieres, puedes coger su pluma», añadió el hijo de Graves. «Aquí ya me pareció demasiado, y me negué, pero sentí en ese preciso momento que de aquel momento saldría algo». Fue en agosto de 2012 y en octubre de 2018, Posteguillo ganaba el Premio Planeta con «Yo, Julia».
–¿Es de los autores que siempre habían soñado con ganar el Planeta algún día?
–Al señor Lara padre hay que reconocerle un gran mérito, que nos ha dado un sueño a los escritores. Todo escritor en español tiene dos, conseguir publicar y ganar el Planeta. Que te publiquen está muy bien. Lo del Planeta es una de esas fantasías que cuando se vuelven realidad no te las puedes creer. Me ha hecho una ilusión tremenda ganar, y no por la parte económica, sino porque supone llegar a lectores que normalmente no se acercarían a mis libros al crear una nueva curiosidad por mi obra.
–Parece que reivindicar la figura de la emperatriz Julia Domna puede ser muy importante en unos momentos como los que vivimos.
–En mis novelas se puede ver una evolución en el interés por los personajes femeninos. No hace falta inventarse mujeres importantes en la historia porque existen muchas silenciadas por el mero hecho de que la historia la escribían hombres. Julia Domna era una mujer joven, inteligente, intrépida, valiente, que consigue insuflar más ambición a su marido, el emperador Septimio Severo, hasta el punto de que, al ser joven, no sabemos si le exigirá demasiado, puesto que Severo sólo querrá darle todo lo que pida.
– ¿Estamos hablando entonces de una Lady Macbeth?
– En cierto sentido, sí, pero con la gran excepcionalidad de que Julia estaba enamorada de su marido y éste de ella, y sabe que si se equivoca, esta misma ambición puede acabar con la pérdida de lo que más quiere. Fue el primer matrimonio de emperadores por amor en 200 años, desde Augusto.
–Su vida es fascinante, pero usted pone el foco en los años que consigue llevar a su marido al poder.
–Sí, me centro en cinco intensos años, de 192 a 197, periodo en que en Roma gobiernan cinco emperadores diferentes que ella conseguirá hacer caer o al menos poder sobrevivir. Era muy inteligente capaz de llevar la delantera a todos esos hombres ansiosos de poder. Son 700 páginas de un gran «Juego de tronos». Si hubiese continuado su historia no sé si el Planeta habría premiado a una novela de 1.400 o 2.000 páginas.
–Su historia, entonces, tiene recorrido, ¿puede haber más obras de Julia Domna?
–En principio, ésta es una novela única. Ha nacido así, pero siempre podría continuar su historia si hubiese interés. Lo extraño es que no se halla escrito hasta ahora una novela sobre su vida o, incluso, una película. Pero claro, cuando la historia la escriben hombres, las mujeres quedan arrinconadas.
–¿Y hay más mujeres del Imperio Romano olvidadas y a reivindicar?
–Sí, bastantes, y si hablamos de Bizancio todavía más, pero me permitirá no decir nada para que nadie me las robe.
–Habla de Julia con extrema admiración
–He de reconocer que me he enamorado de ella. Si me ha pasado a mí 1.800 años después, imagine el efecto que tenía en su época. Era una mujer fascinante, la emperatriz filósofa, la llamaban, por su gusto de rodearse de gente inteligente, lo que es de por sí señal de astucia. Incluso los soldados la bautizaron como la madre de los ejércitos, lo que deja clara su cualidad como líder. Y todo con apenas 20 años.
–Su narrador será Galeno, el célebre médico, primero de gladiadores y después de emperadores.
–Es un personaje interesante, enfrascado en sus preocupaciones científicas, por una peste que no puede contenerse, pero hace una excepción para interesarse por Julia. El punto de vista del narrador, pues, es de admiración absoluta, y eso que Galeno era una persona soberbia y vanidosa. Él intentará conocer quién es la verdadera Julia. Para ello, hace caso a Aristóteles, que decía que no se podía conocer a los poderosos por sus amigos, puesto que éstos pueden estar cerca suyo solo por interés. Entonces intenta conocerla a partir de sus enemigos, esos cuatro emperadores que precedieron a Severo. La novela se estructura en la caída de cada uno de estos y el auge de Severo gracias a Julia, que no únicamente da el poder a un emperador, sino que crea una dinastía.
–Es todo un «Juego de tronos».
– Sí, que acabará con una mujer en el centro del poder. Además, hay que tener en cuenta que Julia era siria, así que sentirá al principio el racismo y la xenofobia de esa sociedad de hombres que la verá como una extranjera. Su inteligencia y su talento de poder adelantarse a cualquier jugada la hará derribar muros poco a poco. Además, también tendrá que vencer las malas lenguas que se lanzarán sobre ellas, como su fidelidad a Severo, algo falso porque ella, enamorada, siempre lo fue, algo no muy normal en la época.
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