Atormentado por su visión de las aflicciones de los seres humanos, Joseph Beuys simplificó su pensamiento a través de una vehemencia moral que escondía su arte. Por eso, como un chamán o un hechicero, con poder para curar a una sociedad que él consideraba muerta, decidió elevar el estatus de los animales al de los hombres y mujeres. Sus acciones desarrollaban “fuerzas” que estaban más allá del conocimiento humano, pero al mismo tiempo defendía un “ concepto de arte ampliado” que reivindicaba el derecho de todos a ser artistas y a elaborar una “obra de arte total”. Beuys fue el único creador que plantó cara al anticoncepto de arte de Duchamp al poner en acción sus exorcismos teutones de claro sentido antropológico.
Con este sentido de reivindicar la otra cara de la India, como un país hundido en la miseria, lleno de conflictos, hermético no sólo por la distancia geográfica, sino por unos presupuestos muy distintos a los occidentales – y, en particular, en la concepción artística-, se comprende la tardanza comparativa para una asimilación popular a gran escala de formas culturales tan antiguas y extrañas. En todo caso, hay hoy afortunadamente muchos factores coadyuvantes que favorecen esta asimilación, incluso al margen de los hitos más publicitarios.
El interés que desde hace unos años, y por diversos motivos, los artistas de India han despertado en Occidente se han plasmados en múltiples exposiciones por todo el mundo. Recuerdo en México la muestra El filo del deseo. Arte reciente de India – se expuso en el Museo Rufino Tamayo, hace ya un par de años-, que reunió a 35 artistas y tres colectivos provenientes de zonas urbanas y rurales. Sus pinturas, fotografías y esculturas se presentan contextualizadas documentalmente con escritos,
imágenes y música sobre la historia física y el escenario cultural y creativo contemporáneo de las ciudades de donde brotan. Se trata, según el comisario, de mostrar las ciudades a través de los creadores, y a los creadores a través de sus ciudades.
El filo del deseo de la muestra, se presenta con obras fotográficas, minimalistas y de arte povera en el sentido más literal de la palabra, exhibe una producción artística alejada de los ciclés que suelen relacionar el arte de India sólo con la estatuaria y los fetiches de la artesanía tradicional, con la pintura naif y, en fin, con el kitsch etnicista al que algunos aluden, irónicamente, como touristic art y que es el estilo que en general se espera que cultiven los creadores de este mágico país, como es la excelente pieza del artista Kausik Mukhopadhyay, titulada Assisted Readymades: Alternative Solutions 2003-2004, una bicicleta armada con múltiples objetos, y presentada como mezcla de una cultura antigua, pero al mismo tiempo “moderna”, o al menos, en los productos comerciales como el refresco, una versión satírica de la cultura consumista de las ciudades modernas.
Las diversas muestras han presentado una imagen urbana y una realidad vital, muy distinta de las ideas sobre el mundo mítico hindú, cuyo mapa está esquemáticamente dibujado en nuestra conciencia por las pandemias y hambrunas, las guerras tribales y migraciones masivas, y las nociones heredadas del pasado.
Los artistas representados Nalini Malani, N.S. Harsha, Shilpa Gupta, Tushar Joag, N.N. Rimzon, Nataraj Sharma, Clare Arni, entre otros, están todavía ligados a un saber enraizado con los valores tradicionales clásicos y, al mismo tiempo, gracias a su paso por universidades o escuelas de Bellas Artes o a los conocimientos adquiridos de forma autodidacta, están técnicamente cualificados, vienen explorando sus propios caminos de creación artística y se mantienen en interrelación con las novedades del ámbito artístico occidental. Dado que en India no existe un mercado del arte y las posibilidades de salir al exterior son limitadas para ellos, la mayoría se gana la vida como profesores, fotógrafos o en otros oficios. Sin duda Subodh Gupta Subodh Gupta es posiblemente el artista más poético del mundo. Sin renunciar a lo material, muy al contrario, basándose en él hasta los límites de la exageración y la monumentalidad (Bombaysers de Lille, un homenaje a la memoria del tsunami de 2004), del barroquismo, consigue que la emoción, un sentimiento tan íntimo como escaso, entremezcla y derrumba todos los límites y los muros del pensamiento y la razón
“Si bien el arte contemporáneo de India aspira a acceder a un público diverso – dice el investigador Chaitanya Sambrani- la exposición es una invitación a explorar los diálogos y argumentos que presenta mediante una selección de obras polimorfa y sensual, retadora y vivificante”. Quizá esta colectiva no dejará huella en la trayectoria del Museo Tamayo, pero una cosa debo reconocer, el despreocupado goce que produce contemplar a diversos artistas que como Beuys “le ponen cara” al canon artístico contemporáneo. Sólo por eso hemos de estar agradecidos.
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