Son muchos los subgéneros que aborda la ciencia ficción: viajes en el tiempo, alienígenas, steampunk, inteligencias artificiales, el otro, el distinto, el apocalipsis, el postapocalipsis, etc. Pero hay uno que, aunque poco reconocido, recorre subrepticiamente muchas obras del género. Hablaremos aquí de una ciencia ficción que es utilizada como campo para la experimentación lingüística.
Multitud de obras han tocado este aspecto de soslayo: en 1984, George Orwell vislumbró algunos aspectos de su newspeak,una simplificación extrema del inglés. Propone ideas interesantes, como que la supresión de la palabra «libertad» supondría la desaparición del concepto para la sociedad. Pero esta lengua en ningún momento vertebra la narración del británico.
Igual ocurre con la jerga juvenil ideada por Anthony Burgess en La naranja mecánica: el nadsat. Su experimento consistió en crear una lengua artificial a través de la cual Alex se expresase. Como resultado, obtuvimos un glosario léxico llamativo que contribuye a que la obra de Burgess siga teniendo vigencia. En ambos casos vemos cómo estos acercamientos apenas inciden en el conflicto narrativo, dejando la innovación lingüística en poco más que un recurso estético.
Pero hay todo un corpus de obras que exploran en profundidad cuestiones idiomáticas más complejas. Incluso podríamos hablar de una ciencia ficción lingüística, que surge de las hondas preocupaciones antropológicas inherentes al género. La mayoría de ellas funcionando bajo la premisa de la hipótesis Sapir-Whorf, la corriente lingüística predominante en los años cincuenta. En pocas palabras, sugiere que el lenguaje que usamos determina nuestro pensamiento y lo que podemos llegar a experimentar.
La ciencia ficción lingüística: condicionada por la hipótesis Sapir-Whorf
Mucho ha cambiado la lingüística desde que Alfred E. Van Vogt publicase El mundo de los No-A (1945). Influido por la semántica general de Alfred Korzybski, Van Vogt crea un mundo de humanos llamados No-Aristotélicos. Korzybski creía que el ser humano estaba limitado cognoscitivamente por su sistema nervioso y la estructura de su lengua. Gilbert Gosseyn comprobará de qué forma sus percepciones y su lengua le confunde sobre lo que ocurre realmente. Un primer acercamiento que tenía más de filosófico que de lingüístico.
Habría que esperar al año 1958 para ver el primer acercamiento lingüístico real: Los lenguajes de Pao, una novelita muy breve de Jack Vance. Con la hipótesis Sapir-Whorf en pleno apogeo –antes de que la sustituyese la gramática universal de Chomsky–, comenzaron a proliferar a novelas de este tipo: lo que hablamos condiciona lo que pensamos. Pao es un planeta que vive bajo la presión de otras dos civilizaciones. La personalidad de los paoneses, afable y sumisa, es consecuencia de su idioma. Así que tendremos que acompañar a Beran, un joven paonés, en su aprendizaje del rotureño. Este idioma potencia características sociales como el pensamiento lógico o el desprecio a las mujeres, que le harán un buen regidor. Pero si Pao quiere ser libre, sus habitantes también deberán aprender otras lenguas: tecnicante (para la ciencia), cogitante (para la administración y la política) y el bravante (para la guerra).
Babel-17, obra de Samuel R. Delany aparecida en 1966, también engrosa esta lista tan particular sobre ciencia ficción lingüística. El babel-17 es una lengua que predispone a quien la aprende a traicionar a aquellos que le rodean. De forma que, en el conflicto bélico interestelar presentado en la obra, se convierte en un arma poderosísima. Sus efectos los sufre Rydra Wong, quien además de capitanear una nave es lingüista.
Hipótesis Sapir-Whorf en nuestros días: la lingüística, de moda
Aunque no se publicó hasta 1984, el láadan estaba inventado (gramática, diccionario y fonética incluida) desde dos años antes. Esta es la lengua que Suzette Haden Elgin crea en Lengua materna,distopía feminista que podría haber firmado Margaret Atwood. La premisa consiste en que las lenguas humanas existentes eran inadecuadas por ser eminentemente masculinas. Y aquí es donde entra el láadan: una nueva lengua que puede contribuir a forjar una cultura más igualitaria.
A nadie se le escapa que la codificación de la información en uno de los temas favoritos de Neal Stephenson. Con Snow Crash (1992), llevó esa afición al último extremo, creando un virus que consiste en un código máquina neurolingüístico. El snow crash está atrofiando el intelecto y la capacidad lingüística de aquellos que contemplan la imagen en la pantalla. Y Hiroaki, un hacker medio negro medio coreano, se embarca en una misión contrarreloj para detener a su creador.
La hipótesis Sapir-Whorf llegaría a su máxima expresión con una de las novelas más densas de China Miéville: Embassytown (2011). En Ciudad Embajada viven los Ariekei, o más conocidos como Anfitriones. Estos seres hablan un idioma que requiere pronunciar dos palabras a la vez. Este idioma no tolera la mentira ni conceptos relacionados con la especulación. Y solo puede ser hablado por humanos gemelos lingüistas diseñados para hablar con dos bocas, pero una mente. Todo va bien hasta que llega a la ciudad un nuevo Embajador. No ha sido diseñado genéticamente para hablar este idioma, pero aun así puede hacerlo. Y los Ariekei se volverán adictos a su voz, lo cual desestabilizará la situación en Embassytown.
La gramática universal de Chomsky
La gramática universal sustituyó a la hipótesis Sapir-Whorf en los estudios de lingüística a partir de los sesenta. Y esta segunda ha demostrado ser todavía un planteamiento idóneo para continuar creando ficciones inspiradoras. El último caso lo encontramos en una película protagonizada por una lingüista: The Arrival–de Denis Villeneuve–, inspirada en el relato ‘La historia de tu vida’ de Ted Chiang.
Sin embargo, hay una poderosa excepción en esta corriente de ciencia ficción lingüística: Incrustados(1973), de Ian Watson. Chris Sole trabaja como lingüista en un hospital en Inglaterra. El hospital está especializado en el tratamiento de niños afásicos. En este lugar han desarrollado un proyecto secreto que investiga los límites de la facultad del lenguaje humano: se crían aislados, se les administra droga para mejorar el aprendizaje y se les enseña lenguas antinaturales. Contiene algunas confusiones sobre las teorías lingüísticas de la época y el funcionamiento del lenguaje humano. Pero a pesar de eso, se ha convertido en un clásico de la ciencia ficción.
Lenguas artificiales: un sinfín de posibilidades más allá del élfico
Más allá de teorías lingüísticas y experimentación mental, existe todo un glosario de lenguas artificiales. Por su condición imaginaria y proyectiva, han sido desarrolladas –con más o menos profundidad– en dos géneros principalmente: fantasía y ciencia ficción.
En fantasía, además del archiconocido élfico de J.R.R. Tolkien, hemos visto muchas otras muestras de lenguas artificiales. Patrick Rothfuss, por ejemplo, nos ha dejado el siaru. Es la lengua originaria de Ceald y es hablada por el propio Kvothe: Kraemet brevetan Aerin. Y algo más desconocida y sutil es la aparición del aklo en el relato El pueblo blancode Arthur Machen.
Donde sí se ha prodigado más esta cuestión es en la ciencia ficción lingüística. En 1638, se publicaría póstumamente El hombre en la luna, del obispo anglicano Francis Godwin. Su narrador y viajero espacial, Domingo Gonsales, se encuentra con los habitantes de la Luna, quienes hablan en notas musicales. Una lengua que bautizó como moonspeak.
Mucho ha cambiado esta cuestión hasta encontrarnos con el belter creole de El despertar del Leviatán (2011).Como idioma criollo que es, se deriva principalmente del inglés. Pero tiene multitud de influencias y contribuciones de otros idiomas: el alemán, el chino, el romance, el hindi, el eslavo y el bantú. La lengua no se desarrolla demasiado en los libros de Daniel Abraham y Ty Franck. Pero en su adaptación audiovisual, The Expanse, el lingüista Nick Farmer se ha encargado de desarrollarla con más amplitud.
La ciencia ficción lingüística sigue aprendiendo
Existen muchos libros y artistas de la ciencia ficción más reciente que indagan en cuestiones lingüísticas muy interesantes: Ada Palmer, N.K. Jemisin, Ann Leckie, Ursula K. LeGuin…
Son la prueba de que las lenguas y la lingüística es un elemento muy interesante para la ficción. Porque ese elemento lingüístico significativo puede resultar agradable para el simple lector. Pero también tiene mucho que decirle, tanto a los lingüistas practicantes, como a los entusiastas del lenguaje.
Autor: Antonio Vileya
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