Chimamanda, dentro y fuera de las murallas

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El mensaje contra los estereotipos de la escritora nigeriana, ícono del feminismo, revoluciona el Hay Festival de Cartagena

Mujer, negra e inmigrante, el potente mensaje contra los estereotipos de Chimamanda Ngozi Adichie (Nigeria, 1977) resuena con fuerza en Colombia, un país que no termina de dejar atrás su pasado de violencia y exclusión. La escritora nigeriana revolucionó este domingo una de las barriadas populares en la periferia de Cartagena de Indias, en la última jornada del Hay Festival que cada año se toma las calles de la joya turística y colonial de Colombia.

“Me alegra estar en la Cartagena negra”, fue lo primero que dijo al llegar al Nelson Mandela, un barrio que nació en los años 90 a partir del asentamiento de desplazados de la violencia en Colombia, distante del glamur que distingue a la ciudad amurallada, el casco histórico patrimonio de la humanidad. En la tarima, Chimamanda, con una moña de pelo afro al natural, estaba acompañada por la periodista Mábel Lara, con sus crespos cafés al aire –de la misma forma en que ha presentado noticias en el último año después de alisarlos por demasiado tiempo– y la académica Aurora Figueroa, con una largas trenzas plateadas. Una postal de tres mujeres reivindicando sus raíces en el peinado, que como enseñan los libros de la nigeriana tiene un enorme peso simbólico. Y todo en un país donde la población negra, cerca del 20 %, ha sufrido con especial rigor el conflicto armado, la pobreza y la desigualdad.

“África está en el ADN de Colombia”, había afirmado en medio de aplausos la víspera, durante su charla con la periodista y escritora mexicana Alma Guillermoprieto en un escenario marcadamente distinto, el Centro de Convenciones sobre la Bahía de las Ánimas, en el evento estelar de esta edición del festival. Si en aquella conversación puso el acento en sus libros, Nigeria y su experiencia como inmigrante en Estados Unidos, en el Nelson Mandela lo hizo en el feminismo. “Lo que quiero es que el mundo sea mejor para hombres y mujeres, el feminismo es bueno para ambos”, remarcó.

Chimamanda, uno de los faros del movimiento desde que popularizó sus ensayos Todos deberíamos ser feministas y Querida Ijeawele. Cómo educar en el feminismo, ha sido de principio a fin una de las estrellas de la fiesta literaria en su primera visita a Colombia. Su prestigio se asienta en sus aclamadas novelas La flor púrpuraMedio sol amarillo y Americanah, pero la fama que le precede se debe también a una de sus charlas TED convertidas en libro, El peligro de la historia única (2009), en la que alerta sobre los estereotipos, los tópicos con los que se suele encasillar a África, pero también a América Latina. Al relatar sus circunstancias particulares, ha conseguido una escritura universal.

“Cada vez estoy más interesada en la diáspora africana, especialmente afuera de los Estados Unidos. Conozco la historia afroestadounidense, pero no la de la América Latina negra”, explicó Chimamanda en conversación con EL PAÍS. “Las preocupaciones de las personas acerca de los asuntos sociales siempre dependen del contexto”, matizó sobre su presencia en Cartagena, donde fue recibida como una auténtica celebridad, pero “el lugar importa, e importa aún más al reconocer que aunque todos tenemos problemas, la manera en que se manifiestan es diferente”.

Los ecos de sus mensajes se han dejado sentir en momentos en que Colombia busca pasar la página del conflicto armado. En el marco del festival incluso se repartió una edición de El peligro de la historia única auspiciada por la Comisión de la Verdad que surgió del acuerdo de paz con las FARC. “Lo que Chimamanda ha escrito y dicho conmueve por la integridad de su ser. De quien en sí misma afirma y protege la dignidad igual y extraordinaria de todos los seres humanos”, escribió en su introducción el sacerdote jesuita Francisco de Roux, presidente de la comisión.

La revolución del pelo

“Intenta no asociar pelo y dolor. Recuerdo mi infancia y las veces que lloré mientras me trenzaban la melena larga y tupida”, escribe Chimamanda en uno de sus consejos a una amiga en Querida Ijeawele. Cómo educar en el feminismo. La experiencia de peinarse puede ser toda una tortura para muchas mujeres afrodescendientes, pues durante mucho tiempo la mejor manera que encontraron para evitar la discriminación en diversos lugares fue llevar el pelo liso, con extensiones y tintes.

En Americanah, Ifemelu, la protagonista, se narra también a través de su pelo. De la decisión de dejarlo crecer al natural, sin alisados químicos, al dejar mandárselo trenzar en un salón especializado en el que trabajan mujeres inmigrantes africanas en Estados Unidos. Es en el país norteamericano donde ella descubre qué significa ser negra, pues es allá donde aprende que el color de su piel define cómo la ven. Pero es también ahí que acepta y asume la herencia de sus raíces, con orgullo. Y ese orgullo pasa también por su pelo, al no aceptar que su belleza la definan estándares blancos y occidentales.

“El pelo puede parecer intrascendente, pero en realidad no lo es”, explica Chimamanda. “Como mujeres negras, cuando crecemos leyendo revistas de moda con mujeres blancas en la portada, llegamos a conocer todo acerca del cabello de las mujeres blancas, pero esas revistas no te dicen qué hacer cuando tu pelo es crespo”.

Desde hace algunos años, en Colombia y en muchos lugares las nuevas generaciones se han rebelado y reivindican los crespos, turbantes y trenzas. “Para muchas mujeres negras el que por fin se hable de su propio pelo, y sus propios temas relacionados con el pelo, es casi una revolución”, apunta la autora de Americanah. Una bienvenida forma de resistencia.

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