El escritor y sus tiempos

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El escritor cubano Leonardo Padura se presentó en el Hay Festival 2019 en conversación con el periodista español Javier Moreno.

«En mis libros se unen la experiencia acumulada y el paso del tiempo. El escritor que empieza hoy una novela, cuando la termina, dentro de 3 ó 4 años, es otra persona”.

En la reedición de su primera novela, Fiebre de caballos, Leonardo Padura reflexiona sobre la marca del paso del tiempo en el autor y su obra. La introducción a esta reedición se presenta como un tipo de digresión sobre el autor, siempre en constante cambio, y su obra, que, aunque no estática, preserva la imagen de ese inicial escritor. Revisitar esa obra se convierte en una indagación sobre una narrativa ya completamente alejada del autor y de los que fueron sus vicios, sus intereses, sus palabras. El texto toma una vida propia. Reencontrarse con él, implica siempre entablar una nueva relación.

Padura habla sobre este cambio y sobre la distancia abismal entre su primera y segunda novela: “[…] cuando dejé el periodismo diario y tuve tiempo y capacidad para volver a enfrentarme al reto de escribir una novela (Pasado perfecto, iniciada a finales de 1989, la obra en que doy vida al personaje de Mario Conde), yo era en realidad otra persona, Cuba era (o empezaba a ser) otro país, el mundo también empezaba a ser distinto […]”. Los cambios en la narrativa de Padura no solo obedecen a una transformación del autor, sino también a una transformación de Cuba y del mundo.

Mario Conde, el protagonista de las novelas policiacas de Padura, no parece estar alejado de esta relación. Es un hombre que se enfrenta al paso del tiempo y al que vemos envejecer y cambiar en cada una de las novelas.  En su conversación con Javier Moreno, Padura habló sobre su más reciente novela, La transparencia del tiempo, y de cómo ésta es esencialmente una novela sobre la relación del hombre con la historia. No es en vano que la novela presente un viaje por cuatro cronologías distintas en búsqueda de una virgen negra y milagrosa. Para Padura ese pasar del tiempo en el marco de sus narrativas también se hace evidente en el tejido social cubano. En los años 70 y 80 la sociedad cubana era muy homogénea, “todos tomaban lo mismo y comían lo mismo” dijo Padura, “teníamos un solo par de zapatos, unos pantalones y dos camisas, pero todos teníamos acceso a una carrera universitaria”.  Sin embargo, desde la crisis de los años 90 el acceso a la universidad dejó de ser un privilegio para todos y según Padura “lo único que se repartió por igual fue la pobreza”. La transformación en la sociedad cubana y el pesimismo en el que resulta, son evidentes en el personaje de Mario Conde, que adopta una posición fatalista ante una vida llena de desilusiones.

Vale la pena preguntarse si este nuevo Mario Conde también responde a su historia, a su contexto político o a un sentir de la sociedad cubana y del mundo. El conversatorio entre Padura y Moreno concluyó oportunamente con el tema de la religión, y esa búsqueda por la virgen milagrosa. Padura se definió como un ateo, con algo de agnóstico que cree en la existencia de Dios, pero dijo que en esta novela, como en Cuba, la gente necesita creer en algo. Fue Moreno quien dijo que esta búsqueda de la virgen era una metáfora, un escape del pesimismo, del abismo fatal de nuestro tiempo, porque como Conde, todos necesitamos algo en que creer.

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