Con la dirección de Juan Carlos Sánchez, quiere ser espacio de puertas abiertas que une a la ciudad.
De gallina no tiene nada. O, tal vez, sí. La nariz algo curvada hacia abajo y ancha. No sé. Las gallinas tienen plumas lustrosas y una cresta carnosa de color rojizo.
Pero Juan Carlos Sánchez, el de Nepentes, el que fuera director del Instituto de Cultura y Patrimonio de Antioquia, subsecretario de Bibliotecas, Lectura y Patrimonio de la secretaría de Cultura Ciudadana de Medellín y el que desde hace dos años está al frente del teatro Pablo Tobón Uribe solo tiene por penacho su pelo negro en desorden.
Lejos, muy lejos, aparece, de igual forma, de la acepción peyorativa de gallina. La noción de ella se emplea para calificar a una persona de temerosa o asustadiza. Juan Carlos es todo lo contrario.
Él es un hombre lleno de fuerza, vigor, coraje, firmeza, dinamismo, carácter, empuje, entereza, tenacidad… Por algo será que toca la batería en la agrupación Nepentes.
Y es que ser baterista demanda cierto nivel de fuerza. Por esto, pienso, es común que un percusionista muestre un poco más de vitalidad que los otros músicos.
Así, cuando Juan Carlos habla mueve sus manos en el aire como si estuviera interpretando con las baquetas, sobre los tambores o platillos, un tema musical forte.
Su energía desbordante y extraversión contagian más todavía cuando se refiere a la otra pasión: la de un teatro de puertas abiertas que une a la ciudad y la región desde el Centro.
A propósito de cacarear. Son tan ausentes en el alma de Juan Carlos los rasgos de esa ave de vuelo limitado que ni siquiera ha presumido de que Procolombia, el Ministerio de Cultura y la Nación le hicieron hace poco un reconocimiento al Pablo Tobón como uno de los tres teatros que más orgullo generan en Colombia.
Al lado del Colón, de Bogotá, y el Heredia, de Cartagena, el Pablo Tobón fue enaltecido por los años de historia que resguarda en su interior, el valor estético de la estructura arquitectónica digna de ser conocida y por las actividades artísticas que, como manifestaciones del arte, ayudan a que la cultura de un país se mantenga viva a través del tiempo.
Una breve historia cuenta que el teatro Pablo Tobón, ubicado donde comienza la avenida La Playa, debe su nombre al empresario y filántropo Pablo Tobón que donó dinero para su construcción. Obra que fue inaugurada el 2 de agosto de 1967 siguiendo los diseños del arquitecto Nel Rodríguez.El teatro nació de la iniciativa de la Sociedad de Mejoras Públicas que aprovechando la celebración de los 50 años de creada lanzó la campaña pro teatro.
A ella se unieron los empresarios y los gobernantes de la época que constituyeron el 13 de octubre de 1952 la Fundación Teatro Pablo Tobón Uribe que, a su vez, y desde entonces, administra el lugar que hoy en día conocemos y que con creces dirige el ‘Galli’.
“Ese enaltecimiento nos da mucha alegría”, dice Juan. Agrega que el año pasado le dejó un balance pletórico de retos y aprendizajes. Tuvieron 588 eventos en 365 días. “Fuimos el teatro más programado del país”, enfatiza.
El teatro, además de ser un referente de la ciudad, forma parte también de esa dinámica de entidades que están apostando no tanto por recuperar el Centro, como sí por habitarlo.
“El 2018 el lema fue: ‘Unimos la región y la ciudad desde el Centro’. Es que este es un teatro para unir. No es el concepto elitista de un teatro, aquí partimos desde la gratuidad pasando por el aporte voluntario hasta la boletería tradicional. Esto rompe con el paradigma tradicional de lo que es un teatro. Aquí no hay un portero, los baños son gratis, la gente puede entrar y sentarse e incluso sacar su coca para almorzar, tomar café, o conectarse a internet”, dice.
Algo así se vivencia en el Café Teatro que forma parte de los escenarios, junto a la sala y la Glorieta de la Vida, hoy en remodelación. Ese es el sitio perfecto de encuentro para conversar y tomarse un café con los amigos, el plan para disfrutar de la mejor música y donde convergen importantes eventos de la agenda cultural en la ciudad.
«El 2018 el lema fue: ‘Unimos la región y la ciudad desde el Centro’. Es que este es un teatro para unir. No es el concepto elitista de un teatro
El Café es el escenario alterno a la sala del teatro Pablo Tobón que tiene capacidad para 833 personas y siempre es renovado para brindar nuevas experiencias al público y a los artistas que pasan por sus tablas.
Este año, por ejemplo, van a retapizar la silletería y pintar el techo. Estos trabajos se unen a las mejoras ya realizadas a la infraestructura del edificio, al mantenimiento de todo el decorado, la impermeabilización de las terrazas y convirtieron el sótano en una zona de bienestar para los empleados.
En cuanto a la Glorieta de la Vida esta forma parte del plan de renovación urbana y paisajística del Centro. Allí habrá una gran plazoleta de las artes, la vía desaparecerá, así la plaza será extendida hasta La Bachué.
El nuevo desafío, entonces, es tener más contenidos, más programación. De esta manera a las franjas de Mimos y clown, a la de comedias y a la de Antioquia, una apuesta por el talento de las regiones, más la temporada de teatro universitario y el programa Medellín en la cabeza, que desarrolla recorridos, se unirá la de potenciar los contenidos infantiles.
Fiel a su inclinación, este año organizará el primer encuentro mundial de bateristas. A esto, le agregará la formación de técnicos en sonido, iluminación y montaje.
Todos estos proyectos están articulados al enamoramiento del Centro. Juan cree que cada vez más la gente dimensiona la fascinación de los contenidos que están en ese territorio y cuando van perdiendo ese imaginario de inseguridad encuentran una posibilidad de vivirlo.
“Definitivamente no hay otro lugar de la ciudad que tenga la programación que tiene el Centro. No la hay”. Lo dice como acentuando un golpe de batería.