El pintor de Leipzig, cronista de su época a la vez que autor de una obra extremadamente personal, llega al CaixaForum
Era el 27 de diciembre de 1950. El invierno neoyorquino. Max Beckmann, el pintor alemán nacido en Leipzig que apenas tres años atrás había cumplido el sueño –largamente acariciado– de instalarse en EEUU, dio por terminado esa mañana un año largo de trabajo en la que sería su última obra, ‘Los argonautas’, un tríptico en el que expresaba su debilidad por la aventura marinera de la mitología griega. Lo escribió en su diario, más que diario una agenda en la que apuntaba cosas: «Hoy he acabado ‘Los argonautas’». Luego salió a la calle y se dirigió al Met, a ver una muestra que incluía algunas obras suyas. Cuando atravesaba Central Park murió de un infarto.
Así acabó la vida de un artista en extremo personal que siempre se resistió a ser clasificado en escuela alguna, que por época y geografía podría haber sido expresionista, pero que del expresionismo solo tomó algunas cosas; o nuevo objetivista, que tampoco lo fue, al menos en sentido estricto. Cosas de la vida y del tiempo que le tocó vivir, de lo que sí fue catalogado fue de «artista degenerado», y nada más y nada menos que por el experto en arte y espíritu sensible de su tiempo Adolf Hitler. Fue la razón –la razón última– por la que dejó Alemania: amén de los delirios imperiales, la xenofobia y el populismo, el odio al arte moderno –cosa de bolcheviques y judíos– se había apoderado del país con la ascensión del nazismo, y la inclusión de su obra en la exposición del mismo nombre organizada en Múnich en 1937 acabó por decidirlo. «Uno de los nombres más destacados de la exposición era el suyo –explica el experto en arte del siglo XX Tomàs Llorens–. Beckmann escuchó el discurso de inauguración de Hitler por la radio. Le entró miedo, y ese mismo día sin pensárselo se subió a un tren y abandonó Alemania».
El gran solitario
Llorens es el comisario de ‘Figuras del exilio’, la exposición sobre «el artista del siglo XX más estimado por el público alemán» que este jueves abre sus puertas al público en el CaixaForum de Barcelona después de tres meses de exhibición en el Thyssen-Bornemisza de Madrid. La muestra consta de una cincuentena de obras que no solamente retratan a un artista que encaja en el concepto de ‘outsider’ –»el gran solitario», lo llamó Llorens–; también son el retrato del tiempo y las circunstancias que le tocó vivir. «El ‘zeitgeist’ de su época», señaló el comisario. «Era duro, innovador, excitante, dramático y terrible». Su hijo solía decir que había tenido tres carreras como pintor: la primera, interrumpida por la primera guerra mundial; la segunda, interrumpida por la ascensión del régimen nazi; la tercera la desarrolló en el exilio, primero en Ámsterdam, adonde lo llevó aquel tren, y posteriormente en EEUU. La cincuentena de obras de ‘Figuras del exilio’ representan la cuarta parte de la producción total de un artista que no se caracterizó por ser prolífico. En otras palabras, tienen el don de la representatividad.
Tras ser incluido en la lista de «artistas degenerados» del nazismo huyó de Alemania
Del acontecimiento en sí que supone la muestra son elocuentes las palabras del comisario en el sentido de que Beckmann se encuentra «al mismo nivel que Matisse o Picasso, solo que pertenece a otra tradición», así como el esfuerzo de los responsables por convencer a los propietarios de las obras de prestarlas para la ocasión. No fue fácil, y un argumento definitivo fue «que en España no era muy conocido». Museos, instituciones y coleccionistas de Alemania, Austria, Estados Unidos, Francia, Holanda, Reino Unido, Suiza y España han prestado sus ‘Beckmanns’ para la exhibición. En las paredes de la Sala 4 del CaixaForum cuelgan obras tan sustanciales como ‘Sociedad, París’ (1931), de la colección del Museo Guggenheim de Nueva York, ‘Salida’ (1932), del Museo de Arte Moderno de Nueva York, ‘Ciudad (Noche en la ciudad)’ (1950), del Museo de Arte de Saint Louis (la ciudad donde se instaló el artista nada más llegar a EEUU), y la propia ‘Los argonautas’ (1950), de la National Gallery of Art de Washington.
De las tres carreras de pintor que describía su hijo, la muestra se centra en las dos últimas, es decir en el exilio, cuyos sinsabores empezó a probar en Ámsterdam y que naturalmente reflejó en su obra. Pero siempre a su manera. Tomando de aquí y de allá, pero sin adherir a nada. Al fin y al cabo, la de Beckmann, como explicó Llorens, es una pintura tan «embebida de su época» como alejada «de las corrientes dominantes de la pintura del siglo XX». Una deliciosa paradoja.