Una guía perfecta para descubrir la poesía de Raymond Carver, ahondar en las relaciones familiares de la mano de Luis Landero o leer una biografía de Emilia Pardo Bazán
¿Existió Emil Cioran?; por Toni Montesinos
Se publica la obra periodística del autor rumano, para muchos una de las partes más interesantes de su trayectoria
Cuánto tenemos que congraciarnos ante iniciativas como la emprendida por Hermida Editores, que nos hace descubrir año tras año a un Cioran nuevo mediante libros inéditos en español. En el año 2017, este filósofo que se balanceó entre el éxtasis y el vacío, que pareció adaptarse, identificarse, reconocerse solamente con los autores místicos, aparecía en «Lágrimas y santos», texto escrito en rumano, nacido de su época insomne y publicado en 1937, el año que abandonaría su país para instalarse en París. Una época obsesiva por cuanto esa vigilia involuntaria y lacerante tenía el poder de cambiar por completo la interpretación de todo lo que le rodeaba, de todo lo interior, lo cual cabe relacionar con su aproximación a lo místico y santo, en buena parte por su fascinación por la mística española, «un momento divino en la historia de la divinidad», decía.
En aquella ocasión, se trataba de una edición muy relevante, llevada a cabo por Christian Santacroce, porque era la primera vez que se daba íntegra y original, pues solo había aparecido en extractos mediante una antología publicada en los ochenta que, además, Cioran censuró en parte. En realidad, este su cuarto libro se publicaría con polémica en su momento; salvo alguna excepción, lo enfrentó a la crítica y hasta a sus familiares. El mismo traductor, al año siguiente, con «Extravíos», rescataba unas páginas que yacían ocultas en los fondos de la Biblioteca Literaria Jacques-Doucet de París. En el prólogo, contextualizaba la obra a finales de la Segunda Guerra Mundial y la calificaba como «la más sombría y descreída que el autor haya escrito nunca; uno de los últimos textos que redacta en rumano y con toda probabilidad el último que concibe en su propia lengua a manera de libro». Es el Cioran que malvive en Francia y que, en efecto, cambia de lengua de escritura; al principio inseguro, al final haciéndolo de tal modo que los más insignes escritores de su tiempo destacaron su genio lingüístico.
El rey de los pesimistas
Y ahora, Santacroce nos asombra con un Cioran totalmente novedoso por cuanto es un escritor que en su día se dirigió a un tipo de lector muy concreto, el de los periódicos de Bucarest entre los años 1931-1944, mediante artículos en los que en absoluto renunciaba a su estilo denso y enigmático, su enfoque de la vida pesimista y su prosa compleja, pero al mismo tiempo deseaba establecer un vínculo comunicativo directo. De ahí que en «Soledad y destino» conozcamos su impresión de sus conciudadanos, como en «El intelectual rumano» o «Rumanía ante el extranjero», su mirada hacia artistas de prestigio mundial, como Durero, Rodin y Kokoschka, o, sorprendentemente, hasta de actrices como Greta Garbo. Incluso, aborda «La inarticulación histórica de España», ya que no hay que olvidar que solicitó una beca para venir aquí. Sin embargo, no le contestaron desde la embajada y, además, dos meses después estallaría la Guerra Civil. Estamos ante un hombre que pasó años sin dedicarse a ningún trabajo y a escribir, y a la vez a plantearse que tenía que dejar de escribir, ante el futuro autor de un libro, «Desgarradura», de 1979, cuyo título expresará a la perfección la condición humana: vivimos en el desgarro continuo, entre la espada y la pared, eligiendo «entre verdades irrespirables y supercherías saludables», tal y como se leyó en el prólogo a un magnífico trabajo de Gabriel Liiceanu «E. M. Cioran. Itinerarios de una vida». Este Cioran que se balancea entre la melancolía y el asombro por la vida se da en «Soledad y destino», con textos como «Elogio de los apasionados», donde explica cómo «la pasión es sufrimiento; pero sufrimiento por algo, por un objetivo, por una existencia o por una realización, mientras que el sufrimiento puro, desnudo y bestial es una tortura en sí, sin finalidad alguna, que, surgiendo sin motivo, realiza una consumación puramente interna y subjetiva». Esa forma de ver el día a día a Cioran le despierta un respeto dentro de la inutilidad generalizada que ve por doquier, y que solo puede encontrar consuelo en «La escritura como medio de liberación», como reza otro artículo: una forma «de librarnos de nuestras obsesiones, como medio de postergar la destrucción y la ruina». Un vano consuelo, pues en realidad, en su caso, según Liiceanu, este «king of pessimists», el nihilista de su siglo por antonomasia, «no partió de ningún principio abstracto, sino de un estado de espíritu, ni tampoco desarrolló ninguna idea, sino una obsesión». Y aquí hay muchas de ellas, majestuosamente punzantes: la miseria y la soledad, la depresión y la muerte, la agonía y la tragedia, en definitiva, «el sufrimiento como destino», la fatal carencia de identidad, porque nadie entiende a nadie, y, en cierto modo, «nadie existe».
Sobre el autor
Emil Cioran (Rasinari, 1911-París, 1995) estudió Filosofía en la ciudad de Bucarest y se licenció con un trabajo sobre Bergson. En 1933 escribió su primer libro, «En las cimas de la desesperación», y fue becado en 1937 para poder hacer el doctorado en París. En 1946 renunció a su nacionalidad y adoptó el estatuto del apátrida.
Ideal para…
los más forofos del filósofo. Y para cualquiera que desee acercarse a un montón de conceptos interesantes sobre los que reflexionar: el radicalismo, la eternidad, la melancolía, el cristianismo o el misticismo.
Un defecto
Tal vez al lector le suponga cierto hándicap leer textos de crítica literaria sobre libros de autores desconocidos para nosotros, como Lucian Blaga, Simon Frank y Erwin Reisner, que en su momento merecieron el aprecio del autor.
Una virtud
El libro se trata de una oportunidad para conocer al Cioran vehemente y juvenil, cuyo pesimismo está transido de un fondo culturalista procedente de sus estudios en la Facultad de Filosofía y Letras de Bucarest.
«Lluvia Fina» de Luis Landero
Entre silencios, la lluvia no amaina; por Jesús Ferrer
Luis Landero ahonda en las relaciones familiares y sus secretos en esta excelente obra
En 1990 un desconocido Luis Landero obtenía el Premio de la Crítica y el Nacional de Narrativa con «Juegos de la edad tardía», una sorprendente novela laberíntica aunque de fluido desarrollo argumental. «Caballeros de fortuna» (1994), «El guitarrista» (2002) y «La vida negociable» (2017) son obras que irán forjando una sólida escritura marcada por la introspección psicológica de personajes, un anecdotario paródico, cierto emotivo lirismo y una desenvuelta expresividad coloquial. «Lluvia fina» incide en estos referentes, ahondando en conflictos familiares e intensas colisiones sentimentales. En época actual, aunque con un pasado que siempre regresa al problemático presente, Gabriel propone a sus hermanas, Andrea y Sonia, superando el distanciado trato que se dispensan, celebrar juntos el ochenta cumpleaños de su madre. Esta idea desatará un vendaval de recelos, recriminaciones y secretos que le son confiados a Aurora, cuñada de ambas y ecuánime paño de lágrimas de la familia. La clave del relato está en la soberbia construcción de personajes: Gabriel, abstraído y bienintencionado; Andrea, eternamente contrariada por sus sueños abortados; Sonia, dependienta en el comercio familiar, lejos de sus aspiraciones estudiantiles; Aurora, equilibrada, tolerante y conciliadora; y la madre, autoritaria en su asumida viudedad, obsesionada con el dinero, de distante trato personal y desigual afectividad hacia los hijos. Sin olvidar a Horacio, de seductora inmadurez, ex marido de Sonia, y Roberto, actual pareja de esta.
Contradicciones y culpabilidad
La interacción entre estos protagonistas, voces cruzadas en un torrencial diálogo intimista, generará un sinfín de aplazados reproches, desveladas incógnitas y desatadas confidencias. Mediada la novela, un oscuro secreto revelado enfrenta a todos ellos a sus contradicciones y culpabilidades. El desconocimiento mutuo y la soledad marcan unas desnortadas vidas: «Al cabo del tiempo, Aurora no sabe qué pensar de Gabriel. Nunca en realidad lo conoció bien, ni se preocupó de conocerlo. ¿Para qué? Se conocieron, se gustaron, pasaron juntos muchas tardes en los parques y en los cafés, y un día entrelazaron las manos y se quedaron extáticos, mirándose físicamente a los ojos, y en un instante decidieron hacer juntos el camino de la vida… Eso fue todo». (Pág. 99)
Los recuerdos del pasado mutan en la ambigüedad de cada una, conformando un poliédrico «rashomon» que dota al relato de una dinámica fluidez. El acertado título de la novela remite al gradual chispeo de oscuros rencores acumulados en años de espesos silencios. Una siniestra anecdótica, como el episodio del gato de una adolescente Andrea, presuntamente eliminado por la madre, jalona esta historia de enfrentamientos y alguna traición sentimental. El diálogo, convierte esta novela en una apasionante ficción de hondo calado emotivo, adentrando al lector en la entraña de unas desoladoras desavenencias familiares. Acaso el auténtico tema de esta excelente novela sea la soledad inherente a la propia condición humana.
Sobre el autor
Reconocido novelista adscrito a un realismo definido por el intimismo psicológico y una clara emotividad sentimental. Es autor de las célebres «El balcón en invierno» o «Retrato de un hombre inmaduro»
Ideal para…
comprobar, a través de oscuros conflictos familiares, la arraigada soledad del ser humano
Un defecto
Ninguno que sea sensiblemente apreciable
Una virtud
El magistral dominio del diálogo que tiene el autor, aquí como conmovedor recurso narrativo
«Todos nosotros. Poesía completa» de Raymond Carver
Carver, sin pérdida de tiempo; por Ángeles López
Todos celebramos sus cuentos, pero Carver antes que nada fue poeta. Por fin, gracias a Anagrama –tenía que ser la editorial de los libros amarillos quien lo hiciera en edición bilingüe–, podemos contar con la poesía completa de este sugestivo autor, con más de trescientos poemas y que incorpora un emotivo prólogo de su viuda, la escritora Tess Gallagher. Sus versos están arraigados a la vida y demuestran que Carver no fue solo un narrador superdotado, sino también un poeta profundo y sensible que sabía explorar los instantes de felicidad y desolación, las flaquezas y la dignidad de los seres humanos, las escurridizas epifanías que asoman en las vidas anodinas. Cuatro son los poemarios que escribiera: «Incendios», «Donde el agua se une a otras aguas», «Ultramar» y «Un sendero nuevo a la cascada». Hasta ahora solo existían en España dos antologías, publicadas por Visor a finales de los 80, por lo que esta edición, con prólogo de Jaime Priede, es una muestra necesaria del recorrido vital y artístico del autor.
Borracheras y maltratos
La mayoría de sus poemas parten de una anécdota. Acostumbra a arrancar con un canto, a causa de sus reiteraciones –fundamentalmente temáticas–, que trasciende la experiencia del yo y alcanza la «mutualidad» –término de Gallagher–. Su pulso poético es inequívocamente carveriano hasta la médula, y habla de una hija borracha y maltratada por su pareja, de un hijo déspota, de un padre fallecido, de una madre claustrofóbica, de la vivencia del final manifestada en las formas del alcoholismo que intuía, de la necesidad de ruptura con los seres queridos, de la escritura frustrada por el peso de la cotidianidad, de la bancarrota moral, física y económica… aquello en lo que cualquier ser humano puede sentirse reflejado. El interlocutor somos todos, aquellos que se reconocen en las vulgaridades y rarezas, en sus sentimientos puros –la gratitud, el amor, la necesidad de compartir– y en los mezquinos. La muerte sobrevuela su obra, y no solo porque la bebida alterara su existencia, sino, sobre todo, porque los últimos años de su vida pasaron por la prueba de un cáncer que le terminó venciendo. Cincuenta años después, Carver ha alcanzado su anillo de la NBA literario. Es uno de los mejores narradores norteamericanos y como poeta ha creado escuela abriendo licencias no transitadas. Uno de esos espacios lo genera el pensamiento concebido como conversación del sujeto consigo mismo, pero no para sí mismo. La fuente de la creatividad brotaba dentro de él, sin remedio. Así hay que leerle… Sin dilación, sin capotes y sin pérdida de tiempo.
Sobre el autor
Carver (1939-1988) falleció en pleno reconocimiento de su carrera como narrador y poeta. Sus cuentos lo consagraron
Ideal para…
sus seguidores, aunque sus versos atañen a todos
Un defecto
La traducción –así como su edición bilingüe– es impecable
Una virtud
Como en sus cuentos, hace que los lectores esperen que algo va a suceder
«Los nombres de las cosas» de Mariano Peyrou
¿Para qué nombrar las cosas?; por Diego Gándara
Las cosas, si no tuvieran nombre, no existirían, pero la realidad es que existen. Al menos en una realidad verbal que las contiene y les da sentido en un orden que, quizá, por qué no, está ordenado aleatoriamente, y solo se percibe en el delirio del lenguaje mismo, en el disparate, en el diálogo, en la anécdota, en la conversación espontánea, en el equívoco de llamar a una cosa por otra y de seguir creyendo que las cosas, todas las cosas, tienen nombres. Para los personajes de «Los nombres de las cosas», la nueva novela del autor argentino Mariano Peyrou, nombrar es un desafío inefable. Y lo es, para cada uno de ellos, por diferentes motivos. Uno es funcionario de un ministerio, está casado, aunque siente que no sabe nada ni de su esposa ni de su hijo. Otro, director de cine, no distingue muy bien dónde está lo real y dónde lo imaginario. El último es un escritor, un novelista sin pretensiones que únicamente desea ser libre.
Pero todos los jueves, cuando los tres se reúnen en un bar, la realidad se les muestra, si no contradictoria, al menos elástica, difícilmente localizable entre palabras y frases que van conformando el contorno del lenguaje como si fuera el contorno mismo de la vida. Así, a través de breves y cortos capítulos que versan sobre los temas diversos (desde el amor a la gramática, desde la soledad hasta la etimología), los personajes de Peyrou forman parte de una realidad que, en el fondo, no cesan de construir a cada rato. La gracia de esta novela que en ningún momento cae en la aburrida erudición, en cualquier caso, es el tono y la perspectiva que adopta el narrador, una manera de acercarse a la levedad de las cosas sin ilusión ni gravedad, con el único propósito de mirarlas con lúdico placer hasta que, ya sin nombres, resulten extravagantes.
«La biblia perdida» de Igor Bergler
La sombra de Dan Brown es alargada; por Lluís Fernández
Igor Bergler trata de recuperar sin éxito la novela de aventuras en «La biblia perdida»
Parecía superada la moda de las novelas de «intriga esotérica» con códigos indescifrables, biblias apócrifas, misterios ocultos y sociedades secretas que dominan el mundo, y, sin embargo, hete aquí que el rumano Igor Bergler se descuelga con el relato de una misteriosa Biblia encargada por el mismísimo Drácula a Gutenberg en Maguncia, en la que ocultó un código secreto que un brillante profesor de Princeton debe descubrir para impedir «el más terrible complot de la historia». «La Biblia perdida» sigue el catón de «El código Da Vinci» de Dan Brown y sus secuelas, que configuran el «corpus» de lugares comunes del subgénero de intriga esotérica posmo. El modelo parte de la novela gótica, pero su protagonista encuentra su plasmación en el profesor, científico y aventurero Nayland Smith creado por Sam Rohmer, enfrentado a la conspiración mundial del «Peligro Amarillo». Le acompaña el Dr. Petrie, pero el verdadero protagonista es el Dr. Fu Manchú, que sentó las bases de la intriga esotérica en 1912. De Nayland a Indi y ahora con el profesor Charles Barker no han pasado cien años. Bergler es un respetuoso revivalista que trata de recuperar, a través de la moda de las biblias apócrifas, los códigos indescifrables y las sociedades secretas, la novela de aventuras en su versión posmoderna.
Una visión que mezcla con liberalidad y sin ton ni son con personajes clásicos de la historia fabulados, como el Conde Drácula, con los clichés de los libros sagrados o mágicos, como la Biblia y el Necronomicón. La máscara de Fu Manchú, el santo Grial del antropólogo Indi y también de Robert Langdon, Profesor de Iconografía Religiosa en «El código Da Vinci», y la Biblia encargada por Drácula a Gutemberg en «La Biblia perdida», desafían el paso del tiempo, pues pertenecen a la misma genealogía de la intriga esotérica «New Age» de siempre. Así como la Orden Secreta controlada por el «Consejo de los Doce» es calcada de la misteriosa sociedad secreta del Priorato de Sion, los Caballeros templarios y el Opus Dei de «El código Da Vinci».
El club de los Trece
Todas parten de la famosa sociedad secreta de «los Trece» de Balzac, cuyo origen no es otro que la Masonería, y prosiguen con las conspiraciones de los antiglobalización y el húngaro George Soros, opuestos al «Club Bilderberg» y el capitalismo. Pero ¿quienes eran estos misterios «trece» prohombres por encima de la ley, triunfadores sociales, influyentes en la economía y la política y pertenecientes a la esotérica «Orden de los Devorantes», que los enlazaba con órdenes antiguas masónicas del tiempo en el que los cristianos reconstruían el Templo de Jerusalén? Los mismos que conforman SPECTRA de James Bond, los conspiradores de «El Ocho» de Katherine Neville y «Los Doce», herederos de los Gremios de Igor Bergler. La historia no se repite ni siquiera como parodia, pero la intriga esotérica sí. Y cuando lo hace bien resulta un relato apasionante y, cuando no, un delirio, como esta «Biblia perdida».
Sobre el autor
Debut en España de Igor Begler con otra variante de las novelas de intriga esotérica, en la que no faltan sociedades secretas al estilo de Dam Brown
Ideal para…
seguidores de los thrillers de misterio y aventuras repletos de acción, contexto histórico austro-húngaro y códigos misteriosos
Un defecto
El tono es funcional; que no espere el lector una prosa que busca dotar al libro de un estilo particular
Una virtud
Algunos capítulos logran que la intriga te atrape
«Techno rebels» de Dan Sicko
El techno fue el jazz de los 80; por Ulises Fuente
Si existía un equivalente en el mundo a Düsseldorf, la ciudad que vio nacer a Kraftwerk, ese tenía que ser Detroit, la urbe donde brotó el techno. Cierto que la ciudad del motor había alumbrado antes a la Motown y al punk de MC5 e Iggy Pop, pero a mediados de los ochenta la ciudad de Michigan era más conocida por el abandono de sus majestuosos edificios industriales, la huida de la población a la periferia o al otro confín de Estados Unidos y los elevadísimos índices de criminalidad. Muchos de sus jóvenes vivían completamente alienados en una sociedad en decadencia donde las fiestas de niños pijos con DJ «a la europea» sufrían sus últimos estertores. Dan Sicko, autor de esta historia no oficial de la escena musical del techno, se apoya más en la sociología y las emociones que en los estupefacientes para describir su esencia. Sicko, que publicó este trabajo hace dos décadas, no lo plantea como un ensayo al uso (prefiere hablar primero de las fiestas de adolescentes y sólo en la página 70 contextualizar el estado de la sociedad de Detroit) sino como una alegoría con gotas de misticismo que pondría a Jeff Mills, Derrick May, Juan Atkins y compañía en la genealogía de Miles Davis y demás malditos del jazz: hijos bastardos, desubicados y revolucionarios callados de la cultura americana.
El funk líquido
Porque, para Sicko, el techno de Detroit, lejos de ser un vulgar maquinismo, no era otra cosa que el soul y el R&B de genética negra salvo que con un filtro que lo hacía parecer un idioma nuevo cuando solo era un acento. Incluso sus propios pioneros pensaban estar tirando de la cadena de la tradición cuando en realidad solo sucedía que su funk no era sólido, sino líquido, como el néctar que emana de un alma tecnológica. Las historias de sus protagonistas están suficientemente contadas y es quizá donde el ensayo es más débil. Sus fortalezas, en cambio, son las de la interpretación de su mensaje, más que en las «raves», y los ecos de sus influencias en Europa. Resulta interesante cómo traza la línea que lleva del declive de la música disco al Hi-NRG europeo, Giorgio Moroder, el italodisco y, finalmente, el techno de Detroit. Sin embargo, los pioneros del «techno» no fueron reconocidos en su propio país tanto como en la otra costa atlántica. Ni siquiera en la segunda oleada del techno, cuando la electrónica se volvió hegemónica y el EDM la religión de la música comercial. Como dice Javier Blánquez en el prólogo: «El techno es música en ascensión que todavía hoy sigue buscando el horizonte ideal en algún lugar allá a lo lejos»
Sobre el autor
Dan Sicko (1968-2011) colaboró para «Rolling Stone», «Wired» y «Urb»
Ideal para…
aficionados a la música electrónica con más afán curioso que enciclopédico
Un defecto
Que el objeto de análisis, el techno y Detroit, se puedan quedar pequeños
Una virtud
El enfoque original del libro hace concebible la tecnología y la mística unidas
«Emilia Pardo Bazán» de Isabel Maura Burdiel
Pardo Bazán, ni Fortunata ni Jacinta; por T. Montesinos
He aquí la obra definitiva sobre una de las damas más importantes de las letras españolas
Hace escasos días se presentaba en Gran Canaria el libro recopilatorio «Pérez Galdós en el vértice. Veinticuatro miradas», preparado por Yolanda Arencibia y José Miguel Pérez, y en el que se reunía todos los prólogos del gran proyecto de obras completas «Arte, Naturaleza y Verdad», que en su día se pidieron a escritores o historiadores relevantes. Un buen aperitivo para lo que nos espera el año que viene, cuando se celebrará el centenario de la muerte del autor de «Fortunata y Jacinta». Así las cosas, en aquella doble docena de tomos tenía que aparecer el entorno humano y artístico del autor, y por supuesto se asomaba la figura de una dama de las letras de carisma e interés incuestionable, Emilia Pardo Bazán. A ella se ha dedicado Isabel Burdiel con esmero y meticulosidad, hasta lograr esta impecable biografía que rastrea su escritura y existencia, su pensamiento y contradicciones, su activismo feminista y su carácter tan españolista como europeísta. Pero, sobre todo, a Burdiel le interesa «ese cruce entre vida y obra en manos de alguien que no podía, de ninguna forma y en ningún momento, vivir la vida sin la mediación del arte»; una percepción «que ha sido especialmente intensa al escribir sobre los amores de Emilia Pardo Bazán y Benito Pérez Galdós o, más exactamente, sobre la concepción del amor que ambos podían tener, del amor al que aspiraban, de lo que construyeron juntos, o se frustró, en ese fugaz momento en que sus anhelos personales y sus mundos de ficción se cruzaron».
Carta a Clarín
La también responsable de libros biográficos tan sobresalientes como «Isabel II. No se puede reinar inocentemente» (2004) e «Isabel II. Una biografía (1830-1904)» (2010), amén de especialista en una madre y una hija pioneras en los derechos de las mujeres: Mary Wollstonecraft y Mary Shelley, se convierte de este modo en la biógrafa definitiva de Pardo Bazán. Su estudio da comienzo con una «infancia distinguida y liberal» y se encamina a explorar cómo la autora de «Los pazos de Ulloa» se fue profesionalizando en su vocación literaria y acabó siendo una presencia tan estimulante como controvertida, pues fueron muchos los ataques que sufrió por el único pretexto de ser mujer. De ahí que fuera tan consciente de que, hiciera lo que hiciera, sería objeto de críticas bajo la sombra de una sociedad patriarcal y machista hasta el extremo.
De ahí que, como registra Burdiel, Pardo Bazán se dirija, desde París, al mismísimo Leopoldo Alas, «Clarín», para advertirle de que ha pensado en una novela que, como ocurre en «La Regenta», presenta a un cura enamorado de una mujer, y que no faltarán críticos que digan que se trata de una mera imitación. De hecho, en su correspondencia privada, que Burdiel usa para mostrarnos las diversas caras de la biografiada, se puede conocer a la verdadera Pardo Bazán, por así decirlo, pues en ella «sus expresiones de fortaleza y decisión parecen destinadas a esconder las dudas y la vulnerabilidad». Surge así en el libro una dama insegura cuya posteridad tuvo algo de purgatorio, porque hasta mediados del XX no llegó a revalorizarse su obra.
Sobre la autora
Isabel Maura Burdiel (Badajoz 1958) es catedrática de la Universidad de Valencia y especialista en el siglo XIX
Ideal para…
los que deseen descubrir las facetas múltiples de una escritora llena de pasiones y adalid del igualitarismo
Un defecto
El tono es funcional y eficiente, que no espere el lector una prosa que busca dotar al libro de un estilo particular
Una virtud
La obra está muy bien ilustrada, con fotos de la autora y sus coetáneos, y caricaturas que salieron en la Prensa
Sobre la autora
Isabel Maura Burdiel (Badajoz 1958) es catedrática de la Universidad de Valencia y especialista en el siglo XIX
Ideal para…
los que deseen descubrir las facetas múltiples de una escritora llena de pasiones y adalid del igualitarismo
Un defecto
El tono es funcional y eficiente, que no espere el lector una prosa que busca dotar al libro de un estilo particular
Una virtud
La obra está muy bien ilustrada, con fotos de la autora y sus coetáneos, y caricaturas que salieron en la Prensa
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