La historia del arte es para la ilustradora María Luque una fuente de inspiración inagotable. El último año se dedicó a indagar en la vida de los grandes exponentes de la pintura y con ese material realizó un centenar de dibujos con detalles olvidados, aficiones e ideas alusivas al pensamiento de artistas como Monet, Caravaggio, Rembrandt, Frida Kahlo, Goya, Van Gogh, Norah Borges, David Hockney o Tamara de Lempicka. El material dio forma a Noticias de pintores (Editorial Sigilo), el nuevo libro de la dibujante, con una selección de viñetas e historietas en las que imprime su sello personal. Autora, también, de La mano del pintor -una novela gráfica inspirada en la vida de Cándido López- y Casa transparente, Luque ilustró su propia versión de «Las meninas» para la tapa de la publicación, en la que sustituye su colorida paleta por el rojo y el azul.
«Una paleta tan reducida presenta desafíos. En una historia necesitaba dibujar limones y tenía que tomar decisiones para distinguir las figuras del fondo. Eso me hace pensar de otra forma el dibujo. Además, como iba a viajar mucho, todo me entraba en esta cartuchera», explica la ilustradora.
Luque (Rosario, 1983) comenzó a dibujar su libro en Buenos Aires, en mesas junto a ventanas con «buena luz» en bares emblemáticos como Varela Varelita o Los Galgos, y lo terminó en Roma y San Petersburgo, donde realizó residencias artísticas. Noticias de pintores se fue gestando tras consultar biografías, correspondencias y otros registros documentales.
Autores como Cézanne, Xul Solar, Matisse y Leonora Carrington fueron los primeros a los que dibujó, por sentir por ellos un «mayor vínculo afectivo». Luego, sumó a algunos «que no pensaba incluir», como Dalí, de quien destaca un hábito anecdótico: «Tenía una obsesión con ser productivo y no quería desperdiciar horas durmiendo, entonces agarraba un manojo grande de llaves, se sentaba en un sillón y dormía solo esos segundos hasta que la mano se abría y se la caían las llaves».
La historia de la pintora sueca Hilma af Klint también la conmovió. «Su obra fue descubierta hace relativamente poco y, al parecer, fue la primera en hacer abstracción, antes que Kandinsky y que Mondrian, pero no mostró su obra y, antes de morir, indicó que se viera pasados 20 años. Todo esto supuestamente porque un hombre le dijo: no la muestres, es peligroso. Su trabajo recorre ahora los grandes museos del mundo», cuenta la autora.
Cuando Luque empezó a saber más de la vida de Duchamp, también se llevó una sorpresa. «Me pareció hermoso saber que vivió en Buenos Aires refugiado de la guerra y que iba todos los días a jugar ajedrez a los bares. Encontré historias hermosas de él hablando del ajedrez, sobre la belleza del movimiento de las piezas y comparándolas con el dibujo», agrega.
Qué lugar elegía Henri Rousseau para desayunar, por qué fueron a parar al fondo del océano varias pinturas de Grünewald, quién regalaba a Picasso las naranjas que este pintaba o por qué mantuvo Soutine durante dos años cerradas las ventanas de su estudio son solo algunas del resto de las pequeñas historias que recoge el libro.
«Estas páginas son instantes y cualquiera de esos relatos podría continuar o convertirse en otra cosa. Cada uno se puede imaginar cómo siguen y me encantaría saber que hay vida más allá del libro, que te quedes con dudas y googlees para indagar», señala la autora.
Ante la opacada trascendencia de las mujeres en la historia del arte, la rosarina se propuso, además, incluir a una cantidad similar de creadores de ambos sexos e, investigando, se encontró con «interesantes» casos, como el de la surrealista argentina Leonor Fini. «Vivía con dos hombres y decía que quería que uno siempre fuera su amigo y el otro, su amante; una precursora del poliamor, con esos tipos de vida que te hacen ver las obras con otros ojos», cuenta.
Como homenaje a las grandes pinturas, la autora incluye algunos guiños y recreaciones: las bailarinas de Degas, fragmentos de la Capilla Sixtina. Se imagina diálogos inspirados en las cartas y refleja a golpe de historieta concepciones teóricas o filosóficas como la composición según Maugard, la teoría de la forma de Juan Gris o la función del arte según Katherine Dreier. Los sentimientos o reflexiones que disparaban el impulso creativo (Suzanne Valadon pintaba personas para conocerlas mejor) o las debilidades de algunos, como la de Jackson Pollock por la pastelería o la de Tarsila por las fiestas, impregnan también el espíritu del libro.
Autor: Cecilia Martínez
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